cultura
Chaves prometió hacer de las Atarazanas un centro de arte moderno en 1994
Treinta y dos años después de que ese proyecto fuera presentado en público y cayera en el olvido sin recibir un euro, es una de las hipótesis que baraja hoy la Junta, rechazada por el sector cultural
Suárez Japón, el consejero de Cultura que dio clases en BUP a Carmen Calvo: «No quiero que nadie pase por lo que yo con las Atarazanas»

En alusión al 18 Brumario de Napoleón Bonaparte y al golpe que daría posteriormente su sobrino Napoleón III para hacerse con el poder en Francia, Marx dejó escrito que «la historia se repite, primero como tragedia y luego como farsa». Las obras de ... reforma y adaptación de las Reales Atarazanas de Sevilla terminarán en junio del año próximo después de más de tres décadas de abandonos flagrantes, acelerones inesperados y frenazos repentinos. Aunque el secretismo de la Consejería de Turismo, Cultura y Deporte que dirige Arturo Bernal impide saber a seis meses vista el uso cultural que tendrá uno de los edificios más antiguos de Sevilla, una de las hipótesis que barajan con fuerza en la Consejería, titular del inmueble, y en la Fundación Cajasol, que lo gestionará, es la creación de un museo de arte contemporáneo, algo que ha creado división en el sector cultural andaluz, que ha mostrado en general su preferencia por un museo marítimo o un espacio dedicado a la historia de Sevilla. Pablo Pérez Mallaína, catedrático de Historia de América, autor de numerosos libros y una de las personas que más sabe sobre la historia de las Atarazanas, sostiene que «ya hay un Museo de Arte Contemporáneo en la Isla de la Cartuja y falta vinculación entre el continente y el contenido, porque poner en un edificio del siglo XIII obras de arte contemporáneo es como meter café en una licorera».
Para este experto, ese edificio es como un espejo de la ciudad durante ochocientos años y podría ser un museo de la historia de Sevilla, del que la ciudad carece, o simplemente algo que explique la historia del edificio, puesto que es el sitio donde pasaron muchas cosas de la historia de Sevilla, entre ellas, la preparación de la expedición de Juan Sebastián Elcano que dio la primera Vuelta al Mundo«.
Pérez-Mallaína, con el que coinciden otros representantes destacados de distintos ámbitos académicos y culturales, cita el Museo Guggenheim de Bilbao («interesa más por fuera que por lo que tiene dentro») y se pregunta por el número de visitas que generan los museos de arte contemporáneo en España. También lanza otra pregunta al aire: «¿Tenemos en Sevilla tantos cuadros y obras de arte contemporáneo más allá de las que ya están en el Centro de la Isla de la Cartuja (CAAC)?«.
Es una buena pregunta que ya se hizo el Gobierno socialista de Manuel Chaves hace 33 años y que debió de contestar afirmativamente cuando presentó públicamente en diciembre de 1991 «Atarazanas. Centro de Arte Contemporáneo». La Junta de Andalucía acababa de recibir las Atarazanas del Ministerio de Defensa y su presidente se lanzó con aparente entusiasmo a hacer de ellas un museo vanguardista de última generación «capaz de ofrecer experiencias artísticas a través de exposiciones, seminarios y actividades culturales y, sobre todo, de mostrar en un espacio arquitectónico concreto obras de autores representativos de las vanguardias artísticas». Entonces aún no se había abierto el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC), creado formalmente en 1990 pero que no se inauguró hasta el 1 de enero de 1998 en el monasterio de la Cartuja. Las Atarazanas se presentaban en sociedad siete años antes para ocupar ese espacio.
La emoción presidencial por el proyecto no pareció durar mucho a juzgar por la nula aportación presupuestaria que recibió desde su presentación oficial y solemne en el propio monumento. El suflé se desinfló nada más bajar el telón la Exposición Universal de 1992 y el entonces consejero de Cultura de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Suárez Japón, catedrático jubilado de Geografía Humana en la Universidad Pablo de Olavide, se tuvo que comer todas y cada de una sus palabras sobre la rehabilitación inminente del edificio y su flamante conversión en «Atarazanas. Centro de Arte Contemporáneo» pronunciadas en una rueda de prensa que nunca olvidará.
«Espero que a nadie le ocurra con las Atarazanas lo que me ocurrió a mí siendo consejero de Cultura», confiesa a ABC ya jubilado como catedrático universitario y dedicado, entre otras cosas, a la creación literaria. «Pepe Guirao, que entonces era director general de Bienes Culturales, me comentó cuando llegué a la Consejería de Cultura que había un asunto pendiente, el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo«, explica el exconsejero y exrector de la Universidad Internacional de Andalucía a ABC.
Antes de ser nombrado consejero del Gobierno andaluz, Suárez Japón había sido diputado socialista entre 1986 y 1990, donde llevaba precisamente los temas y presupuestos de cultura. «Le pregunté a mi querido Pepe Guirao de qué me estaba hablando porque yo sabía que no se había asignado ni una peseta de los Presupuestos de la Junta a crear ningún centro de arte contemporáneo y él me dijo para tranquilizarme que todo lo estaba haciendo Carmen Giménez, la gran experta en Picasso«, cuenta el exconsejero y escritor a ABC.
Suárez Japón conoció a esta prestigiosa comisaria de arte en 1992 durante un viaje institucional a Nueva York para celebrar el Columbus Day que presidió el entonces Príncipe de Asturias. «Carmen me llevó a ver el Guggenheim y después de ese viaje decidimos hacer una presentación en las Atarazanas del proyecto de las Atarazanas -cuenta el exconsejero-. Al día siguiente de la presentación, me sorprendió mucho que la prensa dijera que volvíamos a presentar otra vez lo mismo porque yo en ese momento estaba «in albis» puesto que mi antecesor en el cargo no me había contado nada«.
El exconsejero reconoce que «aquello fue uno de mis primeros aprendizajes que tuve en política, que antes de hacer pública una cosa hay que amarrarla muy bien. Yo sabía que sin presupuesto eso no podía salir adelante pero no valía que yo le dijera a la gente que en cierto modo había estado engañado. Pero si podría decir que no tenía la suficiente información y que mi obligación era tener suficiente información antes de lanzar algo a la opinión pública«. Y añade: »Creo incluso que fueron demasiado suaves los medios con lo que ocurrió con la presentación«, confiesa Suárez Japón en un alarde de sinceridad y de deportividad inusuales en un político.
El proyecto de museo contemporáneo, que parece haber retomado el Gobierno actual (al menos como «hipótesis»), tuvo pues su precedente hace 32 años y se presentó públicamente a finales de 1991 con el mismo Chaves firmando el encabezamiento del flamante «Atarazanas, Centro de Arte Contemporáneo». Sostenía el presidente que «la Junta de Andalucía ha incluido entre sus objetivos de política cultural el compromiso social de potenciar el arte contemporáneo y este interés por el arte del siglo XX ha dado origen a la creación de Atarazanas Centro de Arte Contemporáneo, que vinculará sus fines a los objetivos de las más importantes instituciones internacionales de estas mismas características«.

«Me parecía una vergüenza que no se diera ni una peseta para las Atarazanas en mis cuatro años como consejero de Cultura y así lo comenté con mi viceconsejero. Se le dio más dinero a la Fundación Blas Infante o a la Fundación Machado»
Juan Manuel Suárez Japón
Consejero de Cultura de la Junta de Andalucía entre 1990 y 1994
Su entonces consejero de Cultura confiesa que en sus cuatro años en la Consejería no consiguió ninguna partida presupuestaria «salvo una cantidad ridícula un año con la que no había para nada. Me sentaba cada año con Luis García Garrido, entonces mi viceconsejero, para ver nuestras prioridades presupuestarias y le decía que era una vergüenza que no se diera ni una peseta para las Atarazanas. Bromeábamos incluso con que se le daba más dinero a la Fundación Blas Infante o la Fundación Machado que a las Atarazanas. Fue una pena pero ese proyecto se dejó caer por la razón que fuera«.
«Atarazanas, Centro de Arte Contemporáneo» no sólo tenía el aval personal de Manuel Chaves, entonces presidente de la Junta, sino que parecía bastante trabajado con planos detallados del edificio e informes arquitectónicos muy bien elaborados por los arquitectos Antonio Barrionuevo Ferrer y Julia Moreno, así como por Richard Gluckman Architects. Este último decía que «la posible utilización de las instalaciones del vecino Teatro de la Maestranza permitiría a Atarazanas convertirse en un espacio dedicado predominantemente a las exposiciones. La unión de ambos complejos facilitaría el movimiento de las piezas desde y hasta Atarazanas, sin necesidad de interrumpir el sistema de circulación de visitantes».
El calendario de obra de las Atarazanas delimitaba todas las fases de la construcción y señalaba la inauguración de las nuevas Atarazanas para la primavera de 1994
Incluso se determinaba la temperatura que debía tener cada estancia del edificio para albergar el museo de arte contemporáneo y se establecieron tres niveles (1, 2 y 3). En el primero, llamado también «nivel superior», se debían mantener en todo momento 20 grados centígrados (+-1 grado) y una humedad relativa de 53 HR (+-3%). Este nivel superior era el adecuado «para cuadros históricos de gran valor y obras sobre papel».
El segundo nivel, en torno a los 22 grados y una humedad relativa en la gama del 48 al 58 por ciento «será el entorno adecuado para obras de arte menos sensibles», según el estudio presentado. Ese proyecto arquitectónico, que poco tiene que ver con el que está culminando Guillermo Vázquez Consuegra, incluía una cafetería dentro del complejo «con un acceso directo desde la calle» y la posibilidad de instalar otra «en la terraza del tejado», según afirmaba Richard Gluckman Architects en diciembre de 1991.
El calendario de obra, avalado también por Manuel Chaves, fijaba entre enero de 1992 y octubre de 1992 «el periodo en el cual se realizarán los trabajos de demolición, los sondeos de estructura y las maquetas» y entre noviembre de 1992 y febrero de 1994 «el periodo de construcción general». La «inauguración del museo» se fijaba para «primavera de 1994».
El Museo Picasso de Málaga
¿Por qué no se hizo este proyecto ni se puso una peseta para iniciarlo ? Le preguntamos a Suárez Japón si cree que fue la apuesta de la Junta de Andalucía por el Museo Picasso de Málaga, inaugurado en 2003 pero que absorbió una gran parte de las inversiones totales de la Consejería de Cultura desde 1996, cuando se hizo cargo de ella. «Con toda seguridad, sí», contesta, pero aclara que esa inversión en el centro malagueño no se hizo durante su etapa al frente de la Consejería sino posteriormente. Aunque recuerda una exposición celebrada en el Palacio del Arzobispado de Málaga en 1992 siendo él consejero de Cultura: «Vinieron Paloma Picasso y un hijo del pintor con su mujer. Y, al día siguiente, Pedro Aparicio, entonces alcalde de Málaga, montó un desayuno en el Ayuntamiento malagueño con la familia Picasso. Lo que estaba claro es que el tema del Museo Picasso de Málaga ya se estaba gestando entonces y que estos familiares estaban interesados en hacer alguna donación o depósito de obra para ponerlo en marcha«.
Carmen Giménez pasó del olvidado «Atarazanas, Centro de Arte Contemporáneo» al Museo Picasso de Málaga, y se llevó con ella al arquitecto Richard Gluckman, también fichado para el museo sevillano, con la diferencia de que para el Picasso de Málaga hubo dinero de sobra, casi 70 millones de euros
Carmen Giménez, la misma persona que figuraba como directora del proyecto «Atarazanas, Centro de Arte Contemporáneo» fue la que pondría en marcha algunos años después el Museo Picasso de Málaga. Esta prestigiosa comisaria de arte nacida en Casablanca había liderado, entre otras, la fundación del Centro de Arte Reina Sofía de Madrid y el Museo Guggenheim de Bilbao. El encargo se lo hizo Carmen Calvo, recién nombrada consejera andaluza de Cultura, que le dijo que el Picasso lo pondrían en marcha «tres mujeres» y que «estarían siempre juntas», según ha contado Carmen Giménez posteriormente en varias entrevistas. La tercera era Christine Ruiz-Picasso.
Giménez se llevó también al futuro «Museo Picasso de Málaga» al mismo arquitecto al que le encargó el proyecto fallido de «Atarazanas, Centro de Arte Contemporáneo». Richard Gluckman aceptó el encargó y reformó el Palacio de Buenavista con la ayuda de la paisajista María Medina. Para este proyecto hubo dinero de sobra desde el primer momento y Carmen Calvo logró arrancar 66 millones de euros de los Presupuestos de la Junta hasta el año 2003, fecha de su inauguración. En los siguientes cuatro años se comprometieron otros 30 millones de euros de fondos públicos.
Suárez Japón reconoce que «el Museo Picasso de Málaga se llevó casi todo el dinero de la Consejería de Cultura durante esos años pero -añade- mereció la pena ese esfuerzo presupuestario. Aunque por supuesto me dio pena que no saliera lo de las Atarazanas«, añade.
La crisis eterna
Es innegable que la crisis económica de 1993, tras los eventos de la Exposición Universal de Sevilla de 1992 y los Juegos Olímpicos de Barcelona, se cruzó en el camino de la rehabilitación de las Atarazanas, pero el Gobierno socialista de la Junta tampoco optó por alargar los plazos de las obras algunos años para afrontar las restricciones presupuestarias. Lo que hizo fue abandonar el proyecto simple y llanamente y dejar cerradas y sin uso las Atarazanas. Esa falta de fondos, que no se corrigió siquiera cuando se adjudicaban 10 ó 15 millones de año el Museo Picasso de Málaga, se prolongó más de quince años, hasta 2009, cuando la entonces consejera andaluza de Cultura, Rosa Torres, le daba las llaves simbólicas del inmueble a Juan Reguera, entonces director ejecutivo de la Caixa en Andalucía. Esa imagen y la del futuro CaixaFórum parecía poner un final feliz a la inenarrable odisea sufrida por las mayores atarazanas de España, relegadas durante casi dos décadas a la condición de palomar abandonado; sin embargo, aún se produciría un nuevo giro inesperado a la historia con el retraso con que la Gerencia de Urbanismo del Ayuntamiento de Sevilla, siendo alcalde Alfredo Sánchez Monteseirín, abordó la concesión de los permisos de obra. Tanto estiró la cuerda la Gerencia que La Caixa, harta de esperar, decidió levantar su CaixaFórum en otro lugar. Escogió la Isla de la Cartuja, junto a su rascacielos, a unos veinte minutos a pie de las Atarazanas, y el tiempo le dio la razón porque la franquicia cultural de la entidad catalana lleva abierto seis años y medio a pleno rendimiento, mientras aún se han concluido las obras de las Atarazanas según el proyecto reformulado por Guillermo Vázquez Consuegra.
La Caixa ha dado ya por perdidos 14 de los 75 años de la concesión que le otorgó la Junta de Andalucía en 2009, pero eso no es lo peor: además del tiempo malgastado, aún no se puede asegurar con exactitud qué uso se le va a dar a uno de los edificios más antiguos y singulares de Sevilla. Catorce años después, no hay ningún proyecto museográfico ni de otro tipo, que se sepa. Ojalá la historia no se repita.
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