entrevista
«A los arquitectos nos ha faltado humildad y nos ha sobrado soberbia: muchos querían ser estrellas o directores de orquesta»
Luis Fernando Gómez-Stern es premio Andalucía de Arquitectura 2024 por su brillante trayectoria a caballo entre la modernidad y la tradición
«El urbanismo en Sevilla se ha convertido en un callejón sin salida»
«En vez de conmemorar la Exposición de 1929, deberíamos proteger su legado. La Palmera es ahora un desastre»

Luis Fernando Gómez-Stern ha ganado el Premio Andalucía de Arquitectura 2024, que reconoce una trayectoria larga y de enorme calidad y brillantez. Su concepto de la arquitectura combina la modernidad y la preocupación por la tradición y la cultura arquitectónica histórica con obras ... de rehabilitación de gran valor como las de las Casas de la Judería. Gómez-Stern ha destacado también como jefe de equipo de proyectos en el campo del urbanismo y en la restauración y rehabilitación de monumentos y de edificios singulares públicos y privados.
-La arquitectura le viene en los genes...
-Supongo que sí. Mi bisabuelo, José Gómez Otero, era arquitecto cuando sólo había cuatro arquitectos en Sevilla, o eso decían. Tuvo tres hijos arquitectos: José, Antonio y Aurelio. Y una de las hijas se casó con Aníbal González. Mi abuelo no fue arquitecto sino constructor. Mi padre sí fue arquitecto pero no se apoyó en la tradición familiar. Terminó la carrera en Madrid en 1934 y en ese ambiente, con otros arquitectos sevillanos, nació el germen de Otaisa. Mi padre se dedicó mucho al urbanismo y a la arquitectura moderna. Sin embargo, mi padre, igual que yo hice después, también hizo arquitectura tradicional y escribió con Collantes de Terán el libro «La arquitectura civil sevillana».
-Fue alumno de Rafael Manzano. ¿Cómo eran sus clases?
-Eran extraordinariamente interesantes y él siempre me trató muy bien. Igual que Felipe Medina, que también me dio clases. Rafael y Felipe parecían seguir caminos divergentes pero el tiempo ha demostrado que no lo eran tanto. Yo no he renunciado a ninguno de esos dos caminos, el más clásico y el más moderno.
-Por la restauración de las Casas de la Judería le concedieron precisamente el premio Rafael Manzano de restauración, uno de los más importantes y prestigiosos de España. ¿Qué recuerdos tiene de aquel trabajo?
-Lo importante es que se recuperó la trama urbana, las viviendas y el tipo de arquitectura de una forma muy radical. La herencia de esos inmuebles era tan sólida que no era fácil destruirla. Se hizo muy poco a poco, tardamos casi cuarenta años en todo el proyecto. Lo hicimos casa a casa y cada una tiene su individualidad e independencia, de modo que se puede segregar o volver a convertir en viviendas. El objetivo se ha conseguido, que era mantener una herencia de siglos en perfectas condiciones. Que ahora sea un hotel tiene sus inconvenientes pero es mejor que sea hotel a que no se hubiera hecho nada, porque las casas habrían desaparecido, especialmente las más populares. Había casas señoriales muy importantes con patios clásicos de columnas pero también casas pequeñas más modestas.
-¿Cómo valora la restauración de las Atarazanas de Guillermo Vázquez Consuegra?
-El caso de la Judería es el caso contrario a las Atarazanas, de cómo la arquitectura clásica y popular vale para la vida moderna manteniendo el paisaje y la idiosincrasia. Pero yo estoy abierto a todo tipo de arquitectura, si se hace bien. Y tengo confianza en la capacidad de Vázquez Consuegra de que con su restauración no va a anular lo que de valor tiene las Atarazanas.
-¿Usted hubiera puesto unas cubiertas metálicas?
-No, no lo hubiera hecho. En las casas de las Juderías cuidamos mucho las cubiertas. Tenían un color uniforme de teja y eran cubiertas inclinadas en su mayor parte. Y nosotros recuperamos las cubiertas inclinadas y el color que había desaparecido convirtiéndose en cubiertas planas llenas de trasteros aparatos de aire acondicionado
-Que es lo que no se ha hecho en las Atarazanas...
-No. Pero creo que puede haber otras soluciones posibles en la arquitectura moderna que sean válidas y con ventajas en algunos aspectos respecto a la arquitectura tradicional. En mi opinión, hay buena arquitectura y mala arquitectura, con independencia de que sea clásica o moderna.
-¿Qué pondría en las Atarazanas?
-No he pensado mucho en eso pero creo que algo que conecte con su historia.
-Los arquitectos españoles han superado muchas crisis. ¿Cuál fue la peor?
-Para mí lo fue la crisis del petróleo de 1973, que duró hasta 1978. Luego tuvimos la de 1993 y también la de 2008.
-En relación con esta última, le quiero leer unas palabras de Cristina Murillo, que fue decana del Colegio de Arquitectos de Sevilla: «La arquitectura es una profesión tan vocacional como la medicina o la docencia y eso hace que pueda soportarlo casi todo, pero hace falta una resistencia mental muy grande para superar todo lo que nos ha ocurrido, es decir, se puede ser un gran arquitecto con muchas cosas que aportar a la sociedad y no sobrevivir. Yo lo hice porque soy una especie de ninja, pero no todo el mundo lo logró«. ¿Qué le parece?
-Me parece que, en efecto, los arquitectos hemos pasado momentos muy duros. Pero yo creo que también fue un poco culpa nuestra porque no hemos sabido adaptarnos a la vida moderna. Todo arquitecto se considera preparado para ser un arquitecto estrella, pero hay muchos que no piensan en que pueden ser otra cosa y no ven las oportunidades en la tecnología, en el urbanismo, en la colaboración con los ingenieros y los constructores. Muchos arquitectos se empeñaron en ser arquitectos estrella o en ser los directores de la orquesta, cuando la arquitectura, en mi opinión, es una labor de equipo.
-¿Les ha faltado humildad a los arquitectos en las épocas de crisis?
-Nos ha faltado humildad y yo creo que nos ha sobrado soberbia. Hemos perdido parte de la tecnología porque se la hemos dejado a los ingenieros. Y el urbanismo se lo hemos dejado a los economistas y lo geógrafos.
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