Antártida, la estratégica 'tierra de nadie' deseada por todos, donde China y Rusia mueven ficha
Esta región helada es una mina de petróleo, agua dulce, minerales o futuros fármacos que seduce a las empresas y a las potencias
Pagar por respirar, un negocio cada vez más sólido

La Antártida es el corazón frío del planeta. Un desierto blanco, inhóspito, de aguas hostiles y con los llamados 40 vientos rugientes recorriendo sus océanos australes. Recibe menos atención que su hermana polar, el Ártico. Y sin embargo, los intereses de las grandes potencias se van posicionando en la zona con una sigilosa visión de futuro de los que no tienen bola de cristal, pero sí estrategia. Es un diamante en bruto que pone los dientes largos a empresas y países, mientras se superponen intereses y reclamaciones territoriales que conforman un mapa virtual de las naciones que quieren desde el principio repartirse el pastel. Sin embargo, en teoría, la Antártida es tierra vetada a soberanías, tierra de nadie y asunto de todos.

Reclamaciones territoriales de la Antártida
Noruega
Océano
Atlántico
Argentina
Océano
Índico
R. Unido
Chile
Polo Sur
ANTÁRTIDA
Australia
Océano
Pacífico
Francia
500 km
Nueva Zelanda
Fuente: US Central Intelligence Agency, S&P Global Platts / ABC

Reclamaciones territoriales de la Antártida
Noruega
Océano
Atlántico
Argentina
Océano
Índico
R. Unido
Chile
Polo Sur
ANTÁRTIDA
Australia
Océano
Pacífico
Francia
500 km
Nueva Zelanda
Fuente: US Central Intelligence Agency,
S&P Global Platts / ABC
Lo que está en juego son cantidades ingentes de hidrocarburos, minerales, pesca o agua dulce, así como ser la meca de la industria farmacéutica. Pero la presencia creciente de Rusia y China pone nerviosos a muchos y acelera tensiones, ya que conseguir una situación dominante en ambos polos sería una jugada magistral. Todo esto puede convertir los actuales acuerdos de la Antártida en papel mojado. El que hasta ahora se hayan congelado las intenciones sobre esta región no garantiza que las cosas sigan igual en los próximos años.
La Antártida cubre una superficie aproximada de unos 14 millones de kilómetros cuadrados, más grande que toda Europa. En ella rige el Tratado Antártico que inhibe cualquier reclamación territorial, militarización o explotación económica, a excepción del turismo. Lo que ha generado una garantía de protección ecológica de la región y de investigación de las bases instaladas. Y a la vez ha servido como una herramienta que ha evitado cualquier enfrentamiento. En total hoy hay 70 bases.
Enrique Ayala, analista de la Fundación Alternativas y general de brigada retirado, nos explica que la Antártida es un condominio, un espacio en el cual se ejerce una soberanía compartida por unos países que son los signatarios del Tratado Antártico que data de 1959. «Empezó siendo firmado por doce países, pero ahora son 54 en total. 28 son socios consultivos, con voz y voto. Y los otros 26 tienen voz, pero no tienen voto ni veto», añade.
Estrechar el cerco
Y aunque China entró como un jugador tardío ha avanzado fuertemente y estrechando el cerco en torno al continente helado. Un ejemplo de ello, es el intento de la instalación de un polo logístico chino en Tierra de Fuego, que es el extremo argentino más próximo a la Antártida. Sin embargo, EE.UU. lo impidió. Pero eso no ha evitado que empresas como la china Shaanxi Coal Group sigan haciendo inversiones millonarias en la zona.
Al fin y al cabo, el terreno polar es paso clave del Atlántico al Pacífico, donde están el Cabo de Hornos, el Pasaje de Drake o el Estrecho de Magallanes. Al tiempo que se proponen proyectos que intentan sacar provecho de los cambios que se viven en este territorio helado. Así en los últimos años Emiratos Árabes Unidos ha propuesto aprovechar los icebergs desprendidos, para trasladar esas moles hasta el desierto.
Ayala detalla que de los doce países iniciales en el tratado, siete tenían reivindicaciones territoriales previas que quedaron en 'stand by' y sin resolver. Con un triple solapamiento de las pretensiones de Chile, Argentina y Reino Unido. O las australianas con las francesas. Al margen queda la llamada Tierra de Marie Byrd, que es el único territorio sin reclamar del continente. Mientras EE.UU. y Rusia se reservaron la posibilidad en el futuro de hacer alguna reivindicación territorial.
No obstante, esto no ha evitado que se hicieran estudios sobre la cantidad de hidrocarburos que puede haber en la Antártida. Rusia avivó esas tensiones declarando abiertamente que estuvo mapeando los depósitos de combustibles fósiles con la ayuda de la empresa Rosgeologia en el área reclamada por Noruega.
Francisco del Pozo, coordinador de campaña contra los combustibles fósiles de Greenpeace, señala que «según la consultora S&P Global, un trabajo anterior de exploración concluyó que los recursos de petróleo recuperables de la Antártida podrían ser de alrededor de 19 mil millones de barriles de petróleo y 106 trillones de pies cúbicos de gas». Siendo las reservas más grandes de todo el planeta.
Precisamente para evitar esto, Ayala apunta que al Tratado se sumó un protocolo complementario, el 'Acuerdo de Madrid' de 1998, que prohibía la explotación de los recursos minerales y de hidrocarburos. Además su extracción en esta zona sería un gran desafío tecnológico. Pero Del Pozo señala que cuando el precio del barril de petróleo esté por encima de los 100 dólares, empezará a compensar explorar esta posibilidad. O cuando por el efecto perverso del cambio climático se facilite esta operación en este lugar.
Ayala matiza además que el acuerdo medioambiental que protege la zona será revisado en 2048. Pero podría examinarse antes. Y tal como se anunció en la Cumbre de la minería de los fondos marinos de 2022, ésta puede ser una realidad más cercana. Y es que en la Antártida podemos encontrar oro, plata, cobalto o níquel, incluso kimberlita que sería indicio de la presencia de diamantes.

Junto con el de la minería, para Ayala el tema de las aguas, es otro de los puntos de mayor fricción. Porque en general no está incluida en el Tratado su protección. Y China y Rusia se niegan a aprobar la extensión de un marco de seguridad marítima. Celia Ojeda, responsable del Área de Biodiversidad de Greenpeace, habla de la pesca de la merluza negra, y sobre todo del kril. Son pequeños crustáceos con una alta demanda en los mercados mundiales y a un precio de lujo.
Tanto China como Rusia practican la pesca masiva de kril, fundamental como base para la alimentación de la fauna marina de la región en el mar de Ross y el mar de Weddell. Ante la demanda creciente de pescado, China impulsó la acuicultura. La problemática de esto es que engordar a los peces supone contar con harina de pescado rica en proteínas. Ahí es donde entra el kril. Y eso lleva a la sobreexplotación, ya que la acuicultura se espera que alcance una producción de 106 millones de toneladas de animales acuáticos para 2030, según la FAO.
Y Reuters informaba de que Rusia pretende invertir 604 millones de dólares en la pesca de krill y en la construcción de 38 barcos de pesca y rompehielos. Para Ojeda hay una oportunidad con el Tratado de los Océanos aprobado por la ONU, que quiere proteger el 30% de los océanos del mundo en 2030, pero está por ver su efecto.
Despliegue innovador
En el Continente Helado también se utilizan las tecnologías de comunicación más avanzadas. Un ejemplo reciente es la compañía aragonesa Teltronic. Como explican sus portavoces, «el despliegue se desarrolló en el marco del proyecto de la Dirección General de Armamento y Material y la Armada en la Antártida, que el Ministerio de Defensa español había encargado a la multinacional tecnológica GMV para navegación por satélite segura. En concreto, se probó el concepto de la señal PRS (Public Regulated Service- Servicio robusto, cifrado y de acceso controlado para aplicaciones gubernamentales) que permitiera las comunicaciones del personal tanto de tierra como a bordo del buque Hespérides».
Pero también hay otro aspecto de la comunicación, satelital que Ayala apunta que genera acusaciones cruzadas. «Es lo que se llama tecnologías duales. Concretamente se acusa a China y a Rusia de tener en sus bases científicas tecnología satelital que podrían en un momento determinado también servir de seguimiento de misiles y espionaje», sostiene Ayala. Una denuncia a la que también se ha enfrentado Elon Musk con el despliegue de Starlink en la Antártida.
Pero es especialmente China quien está poniendo en jaque el statu quo del Tratado, y para la IEEE existe una clara falta de voluntad de los países firmantes de ser activos frente al cambio. Mientras China es la que asigna más presupuesto a este continente para rompehielos nucleares, aeropuertos o turismo con la estrategia oficial de `entender, proteger, usar´. Y también se sitúa en la zona porque contiene el 70% del agua dulce del mundo.
Francisco Navarro, catedrático de Matemática Aplicada de la ETSI de telecomunicación de la UPM y experto en glaciólogía, ha estado involucrado en el proyecto Dinglac que mide el retroceso de los glaciares y la masa de hielo perdida. Desde drones del CSIC y la empresa Dronetools hasta el robot acuático Icefin, que es una máquina en forma de torpedo que toma lecturas bajo el agua, son útiles para analizar el funcionamiento antártico y el desgaste del hielo.
Utopía helada
Navarro cree que es una utopía los proyectos que plantean trasladar estos icebergs hasta Sudáfrica como defiende el empresario Nick Sloane o a los Emiratos Árabes Unidos, según la propuesta de la empresa Oficina Nacional de Asesoramiento (NAB). Son mastodontes difíciles de domar que adquieren velocidad y están a merced de las corrientes, por eso para Navarro resulta inviable.
Pero el proyecto se vende como solución a la sequía y como posibilidad para crear microclimas que atraigan la lluvia. Estudian colocar hélices en el iceberg hasta un material geotextil que envolvería la parte del iceberg y lo aislaría del contacto con el agua salada.
Frente a esto, Ayala cree que ahora hay más interés a corto plazo en la investigación biológica, dado que la Antártida es una especie de farmacia con enorme potencial para el tratamiento de enfermedades que ha reunido el interés de las empresas farmacológicas.
MÁS INFORMACIÓN
Los productos naturales de organismos marinos como esponjas, corales o moluscos pueden tener actividad antibacteriana, antiinflamatoria o antiviral. En esto está inmersa la profesora de Biología Animal de la UB Conchita Ávila con el proyecto Actiquim-II. Sin embargo, no preservar la biodiversidad puede poner en peligro la oportunidad única de este continente. La Antártida es el último bastión virgen, pero ¿seremos capaces de seguir así o solo es el preámbulo de aprovechamientos futuros?
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