BlackRock, el gigante que mueve el mundo desde Wall Street
La compra de dos puertos chinos en el canal de Panamá consolida a la empresa de gestión de activos como actor decisivo en la batalla geopolítica de Donald Trump, y la convierte en un poder en la sombra que mueve un imperio valorado en 11 billones de dólares
Una inversión en España de 51.000 millones de euros con la que reina en el Ibex

El mismo día que volvió al poder, Donald Trump reveló grandes ambiciones estratégicas. Una en particular conmocionó a Estados Unidos y al resto del continente americano: recuperar el control del canal de Panamá.
«China está operando el Canal de Panamá. No se lo ... dimos a China, se lo dimos a Panamá, y vamos a recuperarlo», anunció en el Capitolio, iniciando así una nueva etapa en la competencia geopolítica por infraestructuras clave en el tablero mundial. Para la Administración Trump, la influencia china sobre instalaciones críticas como el canal iba más allá de su aspecto comercial: constituía un riesgo directo a la seguridad nacional estadounidense. La perspectiva de que Pekín consolidara su posición en una de las rutas comerciales más importantes del mundo genera preocupación en Washington por la expansión de su influencia en América Latina.
Panamá, un país pequeño sin ejército, temía incluso la posibilidad extrema de una intervención militar. Ninguna opción parecía descabellada tratándose de Trump, que llegó a pedir planes de movilización militar en Centroamérica al Pentágono. Pero entonces apareció, una vez más, BlackRock.
Con una operación de 22.800 millones de dólares, este gigante de la gestión de activos anunció que se hará con el 90% de Panama Ports Company, empresa operadora de los puertos de Balboa y Cristóbal, en ambos extremos del canal. El acuerdo pone fin a años de incertidumbre sobre el control de las terminales y fue celebrado en Washington con champán y repudiado en Pekín como una afrenta que obtendrá respuesta a su justo tiempo.
La operación de BlackRock, que aún está por formalizar, despejó momentáneamente las preocupaciones estadounidenses sobre el control chino del canal y reforzó el poder de esta firma en escenarios geopolíticos estratégicos. Pero... ¿qué es BlackRock, esa desconocida que tiene la capacidad de indignar a China y apaciguar a Trump, gestas de indudable mérito?
Más que un fondo de inversión, es una entidad global internacional capaz de influir en mercados mundiales, presionar a gobiernos y modificar el destino de industrias enteras con un solo movimiento. Con más de 11 billones de dólares en activos, tiene la capacidad financiera de adquirir empresas en cualquier sector y en cualquier país. El caso de Panamá lo dejó claro: BlackRock no compite, sino que compra, controla, domina.
Se la tenía por firma 'woke'
Este movimiento permitió a Trump asegurar que el control sobre una vía marítima que une las dos costas continentales volvía a manos de EE.UU. Y eso a su vez ha llevado a muchos republicanos a reconsiderar la animadversión que sentían por esta firma financiera. Porque, por extraño que parezca, hasta hace unas semanas se la tenía por una firma 'woke'.
Legisladores, fiscales y gobernadores republicanos acusaban a la compañía de usar su inmensa influencia para promover una agenda supuestamente izquierdista en asuntos como el cambio climático o diversidad racial y de género, contrarios a la línea conservadora. Estados como Texas y Florida llegaron a prohibir que sus fondos de pensiones fueran gestionados por la firma neoyorquina.
La controversia en torno a BlackRock venía de lejos. En 2022, Nueva York se llenó de camiones negros que circulaban por Times Square con una imagen: un hombre calvo de traje oscuro. Debajo, una simple pregunta: «¿Quién es Larry Fink?».

Nació en el seno de una familia judía. Cofundó BlackRock en el año 1988 con Susan L. Wagner y Robert S. Kapito. Según 'Forbes', su fortuna personal asciende a 1.200 millones de dólares y su salario anual supera los 25 millones de dólares
Larry Fink, presidente y CEO de BlackRock
Fink es, en efecto, uno de los hombres más influyentes de Wall Street. Desde su fundación en 1988, dirige BlackRock y administra activos por un valor superior al PIB de la mayoría de los países. Su fortuna asciende a 1.200 millones de dólares. Su salario supera los 25 millones anuales.
Aquella campaña, financiada por Consumers' Research, un grupo vinculado a sectores conservadores, retrataba a Fink como rostro visible del llamado 'capitalismo woke'. Lo acusaban de utilizar su poder financiero para imponer agendas progresistas, estar vinculado a China y lucrarse con las crisis financieras que perjudicaban a los más vulnerables.
Columnistas del tabloide 'New York Post' ironizaban con la imagen de Fink, aludiendo a su supuesto poder intimidante de alguien que podría figurar de villano en una película de 007: «Me dio miedo que fuera a mandarme un escuadrón a casa para matarme», se bromeaba.
Hace apenas dos años, el Congreso investigaba las inversiones de BlackRock en compañías chinas relacionadas con la seguridad nacional. El Comité Selecto sobre el Partido Comunista Chino señaló que fondos gestionados por la empresa acababan en firmas vinculadas al desarrollo militar y tecnológico de Pekín. En una carta a Fink, legisladores republicanos afirmaron que millones de estadounidenses financiaban sin saberlo industrias estratégicas para China a través de BlackRock. Esta crítica representó un golpe a la credibilidad de una empresa que durante años promovió su imagen de transparencia y compromiso con el buen gobierno corporativo. Pero fue algo temporal.
BlackRock logró superar rápido aquella crisis. Tras la victoria de Trump, liquidó su departamento de diversidad e inclusión. Después se salió del grupo empresarial que se había comprometido a llegar a 2030 libre de emisiones. Y la compra en Panamá ha permitido que Fink se presente como aliado de la administración Trump en su pulso contra la expansión china en América Latina.
Dentro y fuera de Wall Street, Larry Fink genera opiniones extremas. Para algunos es el cerebro detrás del mayor gigante financiero del mundo; para otros en la izquierda, un símbolo de poder sin rostro. Lo que está claro es que Fink sabe adaptarse al clima político. Su nombre circuló como posible secretario del Tesoro con Hillary Clinton y como asesor económico con Joe Biden. Ahora desempeña un papel clave en la estrategia geopolítica estadounidense sin necesidad de subordinarse a Trump. En Wall Street se suele decir que Fink no pierde, solo se adapta. Su influencia es tal que, cuando habla, ejecutivos, gobiernos y bancos centrales escuchan.
El giro político es tan notable que republicanos como Daniel Elliott, tesorero de Indiana, quien contribuyó a expulsar a BlackRock de la gestión de fondos públicos, admiten ahora que la cercanía con Trump «abre nuevas puertas». En Texas, el contralor Glenn Hegar, quien en 2022 incluyó a BlackRock en una lista negra por su «hostilidad» hacia la industria, calificó la inversión en Panamá como «una buena noticia para Texas».
La realidad es que BlackRock nunca ha sido un actor ideológico. Su compromiso es con el capital y la expansión estratégica. Fink lo dejó claro tras el acuerdo en Panamá: «Somos la primera opción para quienes buscan capital paciente y a largo plazo».
Desde su creación, BlackRock ha crecido rápidamente gracias a adquisiciones como la compra en 2009 de Barclays Global Investors, que le permitió liderar en fondos indexados. Su presencia abarca más de 18.000 empresas en más de treinta países, asesorando incluso al gobierno de EE.UU. durante la crisis financiera de 2008.
Más allá de Wall Street
Tan poderosa es esta firma que su influencia llega a conflictos geopolíticos importantes. Antes de Panamá, desempeñó un papel clave en Ucrania. En mayo de 2023, el presidente Volodímir Zelenski anunció un acuerdo con BlackRock para crear un fondo de inversión dedicado a la reconstrucción del país. Era algo sin precedentes: una firma privada gestionaba la estrategia de una nación en guerra con respaldo de Washington. Con Biden, la prioridad era Ucrania. Con Trump, lo es contener a China, y BlackRock se adapta con precisión.

En 2024, tras adquirir Global Infrastructure Partners por 12.500 millones de dólares, consolidó su posición en sectores como transporte, energía y telecomunicaciones en Europa, Asia e Iberoamérica. Además, invirtió en tecnología, incluyendo inteligencia artificial y análisis de datos con participaciones en empresas como Nvidia, Microsoft y OpenAI.
El crecimiento actual de BlackRock no es solo por adquisiciones. En el último trimestre registró una cifra récord: 221.000 millones en nuevos flujos de inversión. De ellos, 62.000 millones se destinaron a bonos y renta fija, aprovechando la flexibilización monetaria de la Reserva Federal. Grandes movimientos para sus clientes.
En definitiva, BlackRock no solo participa en los mercados financieros globales: los define, consolidando un poder cuya influencia va más allá de toda ideología.
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