Círculo del Liceo, la obra de arte de la sociedad civil
La entidad barcelonesa, el club privado más antiguo de España, celebra sus 175 años y participa con una obra de Ramón Casas en una exposición de la National Gallery de Londres
El 'Macbeth' de Plensa: un concierto con esculturas y danza

Desde la pecera del Círculo del Liceo la Rambla de Barcelona es una película en sesión continua. A través del ventanal, un metro sobre la acera, columbramos lo que Walter Ruttmann denominó la «sinfonía de una gran ciudad». Pensamos en otro Walter, Benjamin: el ... río humano, las epifanías del 'flâneur'.
Estamos en el club privado más antiguo de España. Si, como advertía Josep Pla, la crónica de las ciudades se halla en las notarías, el Archivo General de Protocolos conserva el «doy fe» del notario Francisco Javier Moreu, 6 de julio de 1844, a favor de Joaquín Gispert Anglí, «socio accionista y presidente de la Sección de Música del Liceo Filarmónico Dramático Barcelonés de Su Magestad la Reyna Doña Isabel segunda». La Sociedad del Liceo ocupó el «edificio del suprimido Convento que fue de Trinitarios Descalzos de esta ciudad».
El Círculo no tendría sentido sin el Gran Teatro. «Un enlace inquebrantable», en palabras de su actual presidente, Francisco Gaudier Fargas: «Somos un club privado y cosmopolita cuyo 'leit motiv' es la actividad musical, además de promover la cortesía, la difusión cultural, las buenas maneras y la elegancia en el vestir como distintivos intemporales».
Con Gaudier y José García Reyes, vocal de Cultura, recorremos los dos mil trescientos metros cuadrados de este templo modernista de la sociedad civil. En el vestíbulo, los vitrales de Antoni Bordalba sobre dibujos de Josep Pey componen una luminosa tetralogía wagneriana: el entierro de Sigfrido, murmullos de la selva, encantamiento de Brunilda y las hijas del Rin.

El atentado del Liceo, el 7 de noviembre de 1893, puso a la burguesía barcelonesa frente al conflicto social. El coliseo de la Rambla congregaba la prosperidad de una Ciudad que, escasa en aristocracia, blasonaba de Condal. Los palcos del Gran Teatro y la exclusividad de su Círculo, observa el autor de 'Mariona Rebull', Ignacio Agustí, «constan en las particiones de herencia, y hay que rescatarlos ante notario. Los mejores nombres de Barcelona suben a ellos, generación tras generación, al almenar de quienes se encaraman por derecho propio al caballito de cartón del 'tiovivo' social y ciudadano de Barcelona…»
La iluminación indirecta realza el cromatismo de los lienzos. Microclimas del placer musical y mundano: '¡Fatigada!' de Francesc Masriera; 'Baile de tarde', que el Círculo adquirió en 1896 por dos mil pesetas y 'Sala de Descanso', ambos de Casas; 'El carnet de baile (o invitación al vals)' de Francesc Miralles y 'Salón de descanso del Teatro del Liceo', también de Masriera. Instantes encapsulados, arte mediante, para la eternidad.
Cualquier rincón del Círculo invita a la ensoñación, pero es en 'La Rotonda', doce plafones que Casas pintó por 15.000 pesetas en 1902, donde la experiencia onírica se acentúa. Mujeres musicales: coro monjil, bohemia del Moulin de la Galette, 'pubilles', 'caramelles' y sardanas, disciplinadas bailarinas con vaporoso tutú, manolas del Café-Concert, zarzuela del teatro Novedades, verbena, damas burguesas en la ópera… Hubo de pasar un siglo hasta que la mujer se pudo incorporar al Círculo en 2001: hoy constituye el treinta por ciento de los asociados.

El cuadro más hipnótico: una conductora de automóvil con sus faros encendidos. Viajará a la National Gallery de Londres para la antológica 'Después del Impresionismo. Inventando el arte moderno', del 25 de marzo al 13 de agosto. La comisaria de la exposición, Mary Anne Stevens, se quedó boquiabierta al visitar la Rotonda. La automovilista, símbolo de la mujer independiente, fue la obra escogida. García Reyes acompañará el cuadro a Londres para comprobar su correcta instalación «de clavo a clavo».
Júlia Peraire, la modelo y compañera sentimental de Ramón Casas, nos lanza la mirada lúbrica de la 'sargantain', uno de los 'chefs d'oeuvre' del Círculo. Lo de 'sargantain' se lo puso Miquel Utrillo tras observar las reptilianas manos de Júlia, aferrada a los brazos de la silla: «El comentario no debió agradar a Casas porque borró la parte izquierda y en el cuadro definitivo aparece solo con una mano», comenta García Reyes. El verano de 2016, quince mil personas visitaron la exposición 'Júlia, el deseo', dedicada a la musa de Casas. Con estas iniciativas, la entidad reafirma su compromiso cívico: «Abrirse a la sociedad barcelonesa con una muestra pictórica, por otra parte, inédita, ya que las obras proceden en su mayoría de los propios socios», explica García Reyes. El Círculo es un club privado, pero con vocación ciudadana: «En este momento funcionan catorce peñas, la International Relations Forum es la más reciente», apunta Gaudier.
Con motivo del 150 aniversario, en 1972, el Círculo recibió donaciones particulares de artistas como Rafael Durancamps, Francisco Ribera o Josep Bascones siguiendo una tradición que inauguró Eliseu Meifrén en 1899. Al cumplir 175 años la entidad sigue ampliando patrimonio gracias a su millar largo de asociados. Vemos un dibujo de Casas donado por Eusebi Güell López; 'Retrato de la dama desconocida' de Juan Pantoja de la Cruz, el cuadro más antiguo de la colección (siglos XVI-XVII), de José Torelló Cendra; 'La lonja' de Olga Sacharoff, que regaló la familia Uriach: suaves tonos pastel en los que asoma la pintora, su marido Otto Lloyd y la escritora Colette.
El 4 de noviembre de 2022 se celebró el aniversario de este templo de la sociedad civil digna de tal nombre. En el acto, presidido por Felipe VI y Doña Letizia, se presentó el retrato del Rey de Tomás Baleztena en el despacho del presidente.

Sus Majestades firmaron en el Libro de Honor que diseñó en 1908 el orfebre y pintor Lluís Masriera i Rosés. Un inventario que reúne dedicatorias de Amadeo Vives, Siegfried Wagner, Enrique Granados, Camille Saint-Saëns, los Álvarez-Quintero, Ferdinand de Lesseps, Luigi Pirandello, Jacinto Benavente, Richard Strauss, Pietro Mascagni, Maria Callas, Renata Tebaldi, Riccardo Muti, Victoria de los Ángeles, Montserrat Caballé, Josep Carreras, Plácido Domingo…
El Círculo quiere ser algo más que una torre de marfil del poder económico y fomenta el diálogo creativo frente al tertulianismo de trinchera y los encontronazos en las redes sociales. Pese a los dictados de la vulgaridad, este club privado de vocación británica no renuncia a la corbata. García Reyes recuerda la visita de un García Márquez descorbatado al que había invitado Narcís Serra. «Somos estrictos, pero no talibanes», apostilla Gaudier.
Antonio López, Alejandro Amenábar, Carmen Cervera, Fernando Aramburu, Joan Roca, Carmen Posadas, Jorge Wagensberg, Sabino Fernández Campo, Mauricio Wiesenthal, Agatha Ruiz de la Prada, Javier Gomá, José Enrique Ruiz Domènec, Jordi Clos… Periodistas, arquitectos, urbanistas, economistas, historiadores, músicos, cineastas, actores, diplomáticos, médicos, artistas, editores, mecenas, restauradores, militares, filósofos… La polifonía de la civilidad.

El Círculo atravesó la turbulenta década secesionista aferrado a su compromiso constitucional: «Somos neutrales, respetamos las maneras de pensar, pero no las ilegalidades», puntualiza Gaudier.
El ascensor modernista nos conduce hasta la terraza. La amplia perspectiva abarca el Barrio Gótico y, a ambos extremos, las montañas de Montjuïc y el Tibidabo. Abajo, en la Rambla, el polícromo mosaico de Miró en el Pla de l'Os realza su condición de obra de arte.
Al salir del Círculo del Liceo una luz primaveral baña las puertas que Jaume Plensa bautiza como 'Constelaciones': letras de acero inoxidable de nueve alfabetos distintos. Al remontar la Rambla nos detenemos en el quiosco de la florista Carolina, cuarta generación de una saga que abrió el negocio en la Exposición de 1888.

En 1931 la periodista del diario 'Ahora' Magda Donato (seudónimo de Carmen Eva Nelken) entrevistó a la bisabuela de Carolina. En la Rambla de las floristas que poetizó Josep Maria de Sagarra. Floristas a las que García Lorca dedicó su 'Doña Rosita la soltera' en el teatro Principal. Año 1935: la última obra que el poeta presentó en vida.
En una foto, la abuela Carolina regala flores al doctor Alexander Fleming: el inventor de la penicilina visitó Barcelona en mayo de 1948. Su nieta nos habla de los políticos que se hacen selfis. También de Ada Colau: la alcaldesa sigue sin entender de qué va la Rambla, el Paralelo, el Ensanche de Cerdà y, en general, Barcelona.
Los políticos pasarán, pero la sociedad civil digna de tal nombre, la de Carolina, la Boquería y el Círculo del Liceo, seguirá conjugando el verbo 'ramblear'. Es la película que no conoce la palabra Fin.
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