Pablo Heras-Casado: «Dirigir una obra con la dimensión de la Tetralogía te transforma»
El músico granadino dirige a partir de este miércoles 'El ocaso de los dioses', de Wagner, en el Teatro Real

Pablo Heras-Casado (Granada, 1977) ha tenido un hijo, ha escrito un libro y ha plantado un árbol (bueno, varios). Y dentro de unos días, además, podrá presumir también de haber hecho una Tetralogía de Wagner. ¿Qué más se le puede pedir a un director ... de orquesta? El granadino estrenará el miércoles 'El ocaso de los dioses', la cuarta y última ópera del 'Anillo' wagneriano que ha dirigido las cuatro últimas temporadas -a un título por curso- en el Teatro Real; su rostro mezcla a partes iguales satisfacción, concentración y responsabilidad. «Ha sido el proyecto más importante de mi carrera... De mi vida», afirma terminante. Y es que la mitad de esta Tetralogía se ha llevado a cabo en medio de una pandemia, lo que ha dificultado todavía más la escalada.
¿Cómo se siente en puertas del estreno? ¿Pensó en algún momento que no llegaría hasta aquí?
Cuando ocurre algo tan tremendo como una pandemia, que está durando mucho más de lo que pensábamos, no da tiempo, al menos en mi caso, a pensar en las consecuencias prácticas, en qué va a ser posible o qué no. Todos sufrimos una cantidad enorme de cancelaciones; la vida en general se canceló, o se separó o se suspendió. Cuando llegó el momento de la tercera ópera, 'Sigfrido', llevábamos ya casi un año, y el Teatro Real había empezado a funcionar y habíatrabajando duro en crear un sistema que hiciera posible trabajar en unas condiciones seguras. Pero al llegar 'Sigfrido' había que plantearse cómo albergar en el foso a una orquesta dos veces mayor que óperas como 'La Traviata'. Yo soy muy parecido a Joan Matabosch, el director del Teatro Real; ante los problemas, no me lamento, sino pienso cómo resolverlo. Y con el esfuerzo de todo el mundo: técnicos, personal del teatro, orquesta, nos inventamos la manera de hacerlo y llevar a cabo las funciones. Pensábamos que este año habríamos vuelto a la normalidad, pero no es así. Ya teníamos el laboratorio del año pasado, y con la mismo pauta seguimos.
¿Usa la misma disposición, con músicos en el foso y en varios palcos?
Tenemos la oportunidad de tener algo más de cuerda, lo cual está muy bien y alivia. Alivia a la hora de equilibrar los instrumentos. Y mantenemos las arpas y la percusión a un lado y los metales al otro. Es un reto impensable. Pero yo no me planteo si es difícil; son los elementos que tengo y con ellos trabajo. Es como si a un atleta, acostumbrado a correr una distancia con unas condiciones, le pusieran de repente un peso extra de varios kilos sin avisarle antes. Le cuesta más, pero tira adelante y corre la misma distancia. Es triplicar el trabajo de coordinación, que es muy, muy complejo. Pero trabajamos para lograrlo.
La ópera dura casi cinco horas y media, ¿hace falta una preparación física especial?
Llevo ya unos cuantos años en esto de la dirección; hay un ritmo y el cuerpo ya está hecho a ello. También es muy importante cómo se afronta desde el punto de vista mental; de ella también depende la respuesta del cuerpo responde y cómo canaliza la energía. Una parte importante de esa preparación se ha de llevar durante el proceso de ensayos. Y es fundamental calcular muy bien los tiempos de calma, de reposo, de silencio, y dosificar energías. Esto funciona de modo intuitivo. Uno se conoce con el paso del tiempo y sabe lo que demanda la obra, su energía dramática y física, y también su extensión. Y ha de saber encontrar los momentos de desconexión.
Imagino que reduce su vida social.
Muchísimo. Sí, sí, por supuesto. Estoy viviendo aquí, justo a 100 metros del teatro, y mi vida se reduce al teatro y a mi casa prácticamente. No es cuestión de aislarse en una burbuja. En absoluto. Pero sí de reducir al máximo la vida social.
Dice usted que ha leído el libreto tanto o más que la partitura... ¿Son una unidad perfecta en esta ópera?
Absolutamente. Está muy claro. La partitura orquestal es la piel, pero a veces es también el corazón de la palabra, de lo que se está diciendo. Cuando trabajo sobre el texto, sobre el libreto, intento que musicalmente haya la misma inmediatez dramática del lenguaje hablado. Es el lenguaje de Wagner; es su revolución a la hora de componer algo que no es ópera, él destruye desde dentro la propia forma artística. Por eso es tan importante para mí el paso a paso en una obra tan extensísima; Conocer palabra a palabra profundamente, y cómo eso luego se transforma en sonido y se amplía a través de la orquesta.

¿Qué tiene de singular 'El ocaso de los dioses' con respecto a las otras tres?
Es un paso más allá en esta revolución, en esta conexión que establece desde el mundo de los dioses y el mundo mítico ya con el mundo real, con personajes reales, humanos, de carne y hueso, con los chungos. Lo hace todo mucho más dramático; el devenir de los acontecimientos se acelera, se desenvuelven en una atmósfera muchísimo más densa, tensa y oscura. Y esto se traduce también en la escritura orquestal, que Wagner continúa expandiendo y ampliando; sigue siendo de una dificultad extrema para cualquier músico afrontar esta partitura, por densidad, intensidad y extensión.
¿Y lo más difícil es tocar las notas o lo que está entre las notas?
Las dos cosas. Tocar las notas es muy difícil ya en este tipo de música. El arco dramático es esencial; es muy importante saber conducir escenas tan larguísimas hacia los derroteros dramáticos, buscar el sonido, buscar la densidad, el balance. Pero hay que perseguir apasionadamente también el gesto y la transparencia, para que también funcione la transparencia del libreto. La partitura es tan radical y tan moderna... Está escrita con una actitud tan contemporánea que si uno persigue tocar las notas de la manera en que Wagner las escribe -cada acento, cada diferencia mínima entre un piano y un pianissimo , de un acento un poco más largo o más corto, stacatto , un fortepiano que sea radical o súbito-, que si todo funciona como está articulado por Wagner, ya es un paso enorme. Luego, entre las notas, aflora todo lo que hay ahí, y los músicos entienden qué hay a partir de ahí, el transcurso dramático, lo que hay entre ellas.
¿Duerme bien o estás obsesionado con la partitura?
Duermo bien, sí. No duermes inmediatamente después de un ensayo, o aun menos después de una función; transcurren horas. Pero después duermo bien.
¿Le ha llegado esta Tetralogía en el momento justo; se ha hecho esperar o hubiera preferido hacerla más tarde?
Pienso que es justo el momento. Absolutamente. Cuando una oportunidad llega hay que ir a por ella, porque nunca va a ser el momento adecuado. En casi todo en la vida, para cualquier situación nueva, cualquier reto, para dar un paso a nivel personal, para tener un hijo... nunca va a ser el momento adecuado. Pero uno sabe cuándo puede llevarlo a cabo y sabe que va a ser un reto. Pero eso es lo maravilloso de la vida, que te va poniendo en el camino oportunidades para crecer. Sí es cierto que antes no lo hubiera hecho ni lo he perseguido a pesar de que llevo 27 o 28 años dirigiendo y he hecho todo tipo de repertorios; pero con Wagner, y con Bruckner incluso, nunca tuve prisa. Pero evidentemente cuando llega una oportunidad como ésta, cuando alguien con la visión y con la experiencia como Joan; en un teatro que ya conozco, , no puedes decir que no. Era el momento, el lugar y la manera de hacerlo. Y estoy totalmente convencido que que es el momento de todavía de conservar fuego y energía, curiosidad y frescura, pero también de tener un poso vital y musical importante para hacerlo.
¿La 'Tetralogía' es un punto de inflexión en la carrera de un músico?
Creo que sí. Ninguna obra, ninguna experiencia, te deja igual; pero claro, una obra con la dimensión de ésta evidentemente te transforma. Y para mí es un punto de inflexión importante, que coincide con un punto de inflexión genera. Y es muy, muy gratificante sentir que todo va de la mano. Creo que nunca me ha ocurrido tanto como ahora. Siento que hay una comunión entre el hombre y el músico. Es fantástico.
Ha escrito un libro, ha tenido un hijo, no sé si ha plantado un árbol... Ha dirigido una 'Tetralogía'; no le queda nada por hacer.
He plantado unos cuantos árboles, algún limonero y unos cuantos cipreses. Tengo un hijo maravilloso y he escrito un libro que me ha dado muchas satisfacciones también. Y he hecho un Anillo del Nibelungo, sí. Lo mejor de todo es la perspectiva que te abre cada una de las experiencias. Este anillo ya me va a acompañar siempre, y voy a acompañar a mi hijo cada semana, cada día... Él me transforma a mí también. Tener la oportunidad de ver crecer esos árboles... No se trata tanto de conseguir cosas como de verlas crecer y acompañarlas.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete