Abre en Oslo MUNCH, el mayor museo del mundo dedicado a un solo artista, con más de 26.700 obras
Doce años después de que ganara el concurso el arquitecto español Juan Herreros, se inaugura este viernes. Tiene 57,4 metros de altura y trece plantas; ha costado 320 millones de euros

En ‘El grito’ , la célebre obra de Edvard Munch , convertida hoy en un icono de la angustia del hombre moderno (tiene hasta su propio emoji), aparece al fondo de la escena la península de Bjørvika . Lo que antiguamente fue ... el puerto vikingo que dio origen a Oslo es hoy una zona muy dinámica de la capital noruega, con una vibrante vida cultural . El ‘skyline’ de la ciudad ha cambiado por completo. Hace unos años abría sus puertas la espectacular Ópera , obra del estudio noruego Snøhetta, que semeja un iceberg quebrándose, en mármol de Carrara, que costó la friolera de 530 millones de euros . El año pasado abrió la vecina Biblioteca Deichman , considerada una de las mejores del mundo. En 2022 lo hará el Museo Nacional , que albergará las colecciones de la Galería Nacional, el Museo de Arte Contemporáneo y el Museo de Artes Aplicadas. Y este viernes los Reyes de Noruega inaugurarán en esta misma zona, al borde del fiordo y junto al río Akeselva, el nuevo Museo Munch , el mayor del mundo dedicado a un solo artista. Se denomina MUNCH, sin el nombre y en mayúsculas. Así aparece en su fachada, con grandes letras inclinadas que se iluminan de noche en color rojo. En realidad, lo inauguraron el lunes miles de niños, en una jornada de puertas abiertas exclusivamente para ellos. Toda una declaración de intenciones: no es un museo más.

El proyecto lo firma el español Juan Herreros , vencedor en 2009 de un concurso internacional en el que le ganó la partida a arquitectos estrella de la talla de Zaha Hadid o Tadao Ando. Han pasado doce años desde entonces y el flamante edificio, de 57,4 metros de altura y trece plantas , luce espléndido. En su parte más elevada, el museo se inclina hacia adelante en un gesto que semeja un saludo respetuoso a la ciudad.
Hoy nadie parece poner en entredicho el edificio, pero no ha sido un camino de rosas . Durante un tiempo el proyecto quedó paralizado. Si en el Rijksmuseum de Ámsterdam la pesadilla de los arquitectos sevillanos Cruz y Ortiz fueron los ciclistas, dueños y señores de la ciudad de los canales, en este caso fueron los políticos. Hubo un intenso debate en el Ayuntamiento de Oslo sobre su diseño y ubicación. La altura del edificio parecía un escollo insalvable (fue una sorpresa, pues nadie esperaba un edificio tan vertical), incluso se dijo que competía con la Ópera, pero Herreros y su socio, Jens Richter , se armaron de paciencia, lidiaron con alcaldes de derecha, izquierda, católicos, de los Verdes... escucharon a todos y acabaron convenciéndoles de las bondades del proyecto : crecía en altura para no ‘robarle’ espacios públicos a la ciudad, reduciendo la huella del edificio y liberando suelo. El idilio entre Oslo y Herreros quedó patente cuando hace años hubo por las calles de la ciudad un desfile con atorchas (suelen protestar así los habitantes de Oslo por causas como el hambre, el cambio climático...) En este caso, y por vez primera por un motivo cultural, fue a iniciativa de un bajista de un grupo de rock . Se pedía a los políticos que dieran luz verde al proyecto del Museo Munch. Y así fue.

Días antes de su inauguración oficial, en una visita exclusiva para los Amigos del Museo (son ya 7.000), tres periodistas españoles nos ‘colamos’ en el MUNCH acompañados por Herreros , cicerone de lujo de un ‘tour’ por todos sus rincones: desde el vestíbulo, donde hay un gran café, una tienda, auditorio, salas polivalentes..., hasta la planta 12, con un restaurante, y la 13, con un bar y una terraza con vistas espectaculares del fiordo y la ciudad . Antes, una breve charla con el director del museo, Stein Olav Henrichsen , quien nos hace una advertencia: «Olvida los museos que conoces, este es diferente» . Será polifacético: habrá colaboraciones con la ópera, el ballet, el jazz y el rock, el cine... Su objetivo es que el museo, que abrirá de 10 a 22 horas , sea una plataforma de debate sobre los temas importantes que afectan a la sociedad y además un centro de producción de exposiciones y publicaciones. Se mostrará la obra de Munch, pero también de artistas contemporáneos y exposiciones de tirón mediático. Quiere hacer a Munch más accesible no solo en Oslo, sino en todo el mundo. Se prevé que los visitantes superen el millón al año. En el antiguo no pasaban de 300.000. Allí trabajaban 57 personas. En el nuevo, 350. La apertura se celebra con un ambicioso programa de actividades : cine, música, performances, conferencias, debates, talleres infantiles...

Juan Herreros no había pisado el museo desde enero de 2020 , debido a la pandemia. Se le ve feliz mientras pasea relajado por los distintos espacios. Le gusta verlo con gente. Y eso que advierte: «Nunca había trabajado en un proyecto tan mediático como este. Provoca mucha tensión y ansiedad ». El antiguo Museo Munch, inaugurado en 1963 en Tøyen, cerró sus puertas el 30 de septiembre. Se había quedado muy pequeño para acoger las más de 26.700 obras del pintor (1.200 pinturas, 7. 050 dibujos y bocetos, 18.322 grabados, 14 esculturas), realizadas entre 1873 y 1944, además de unos 10.000 objetos personales, textos, cartas, manuscritos, fotografías , planchas de impresión y piedras litográficas que Edvard Munch (1863-1944), sin descendencia, legó a la ciudad de Kristiania (hoy Oslo) en 1940, cuatro años de su muerte. Atesora también las colecciones donadas por Rolf Stenersen, Amaldus Nielsen y Ludvig Ravensberg.

El nuevo museo, que ya ha recibido algunos premios antes de su inauguración, quintuplica el espacio del anterior : tiene 26.313 metros cuadrados (unos 10.000 para exposición, repartidos en 11 galerías de exposiciones; cada planta consta de dos salas). Solo la tercera tiene el mismo espacio que el antiguo museo. Explica Juan Herrreros que la primera novedad del proyecto es que se reduce considerablemente el espacio expositivo dentro del museo. Lo normal es que se dedique a exposición de arte un 60% de la superfie total. Aquí pasa a un 40%. El resto lo ocupan biblioteca, auditorio, cine, café y restaurante, zonas educativas infantiles, tienda... El vestíbulo no se ha concebido como un espacio solemne y elitista que impresione, advierte Herreros, sino como «una encrucijada de actividades», donde pasarán muchas cosas. «No hará falta saber de arte para entrar en el museo», apunta el arquitecto. La altísima inmigración en Oslo es un reto para ellos. El 60% de los niños de la ciudad son hijos de inmigrantes.

«No ha habido presión con el tiempo, pero sí con el presupuesto», comenta el arquitecto español. El coste del museo asciende a 320 millones de euros . «Ha costado lo que tenía que costar», puntualiza Jens Richter. Pese al retraso de las obras, no ha habido sobrecoste , como suele ocurrir en los grandes museos del mundo, cuyos presupuestos iniciales se disparan. Explica que hay auditorías muy severas en las cuentas públicas. Ya podían aprender en España. Una de las curiosidades es que la trastienda del museo (los espacios normalmente ocultos en los museos) aquí quedan integrados (dependencias administrativas) y algunos a la vista del público (departamentos de restauración y fotografía, biblioteca, centro educativo...) No hay sótanos : los almacenes se hallan en una de las plantas inferiores. Las obras de trasladan a través de un enorme montacargas.

El edificio, encargado por el Kommune de Oslo, es un museo vertical en forma de torre, que se asienta sobre un podio. Tiene dos zonas: una estática (con una estructura de hormigón) y otra dinámica , una especie de plaza vertical por donde circulan los visitantes en ascensores o escaleras mecánicas y, a través de una fachada transparente, van descubriendo una ciudad distinta conforme van ascendiendo: la ciudad vikinga, la medieval, la moderna... No es, pues, un museo al uso, donde los visitantes pasan de sala en sala. En este, tras ver las obras en una galería, tienes que ir a otra planta para continuar la visita.


Un nuevo Oslo para el siglo XXI
Parque medieval
Nuevo Museo
Munch
Nueva
biblioteca
Deichman
Ópera
Isla de
los museos
Fortaleza de Akershus
Fuente: Estudio Herreros / ABC

Un nuevo Oslo
para el siglo XXI
Parque
medieval
Nuevo Museo
Munch
Nueva
biblioteca
Deichman
Ópera
Isla de
los museos
Fortaleza de
Akershus
Fuente: Estudio Herreros / ABC
El museo no cuenta con plazas de aparcamiento para coches . Se fomenta el uso de la bicicleta y el transporte público. Y es que la sostenibilidad es una de sus señas de identidad. «Ha habido que redoblar todas las medidas de sostenibilidad, con niveles muy exigentes, llevando al límite la reponsabilidad medioambiental », comenta Herreros: acero reciclado traslúcido y perforado que controla la radiación solar, reducción de la huella de carbono en un 45%, disminución del consumo energético, aprovechamiento de la energía geotérmica del fondo del fiordo... Las salas tienen una climatización muy exigente: no puede variar de 21 grados de temperatura fija y un 65% de humedad. Los paneles ondulados de aluminio de la fachada evitan que haya fluctuaciones excesivas de temperatura. La fachada cambia de color según la luz del día en Oslo. Adquiere matices grises, rosas, azulados...
El edificio cuenta con las más punteras medidas de seguridad . En agosto de 2004 dos de sus iconos (‘El grito’ y ‘Madonna’) fueron robados en el antiguo museo. Aparecieron dos años después. ¿Se parece mucho el edificio al que ganó el concurso en 2009 o ha habido muchas modificaciones? «Se parece muchísimo en apariencia -contesta Juan Herreros-, pero sí han cambiado muchas cosas: la organización interna del museo, la torre se ha girado...»

MUNCH abre exhibiendo al público unas 600 obras del artista (en el antiguo museo apenas se mostraban 200), repartidas entre las distintas plantas. En la cuarta lucen sus piezas más icónicas . De las cuatro versiones que Munch hizo de ‘El grito’ el museo tiene dos (un dibujo a lápiz de 1893 y un témpera y óleo, pintada en 1910), además de seis litografías (una de ellas coloreada por el artista). Una tercera está en el Museo Nacional y la cuarta la compró Leon Black en una subasta en 2012 por casi 120 millones de dólares ). Al igual que la ‘Gioconda’ en el Louvre, ‘El grito’ cuenta con una sala de honor para él. Sobre las paredes en negro, curiosamente se exhiben tres de las versiones, pero solo una cada hora . Gracias a un mecanismo, cuando vemos una se ocultan las otras dos.

No faltan otras obras icónicas de Munch como la citada ‘Madonna’, ‘El vampiro’, ‘Chicas en el puente’, ‘Pubertad’ , autorretratos y retratos familiares... En una sala a doble altura en la sexta planta cuelgan pinturas murales de hasta ocho metros , versiones de las que hizo para la Universidad de Oslo con motivo de su centenario en 1911, como ‘El sol’ . Salieron por el techo del antiguo museo y entraron en el nuevo por la fachada a través de una grúa. Viajaron en una barcaza. Esta sala es visible desde un mirador de la séptima planta, donde se exhibe una selección de sus grabados. Además, se ha reconstruido en una instalación multimedia la casa del artista en Ekely, a las afueras de Oslo (encerrados en vitrinas, muchos de sus objetos personales) y en la planta 11 se muestra parte de la colección de Rolf Stenersen , uno de los mecenas de Munch.

Herreros, que tiene actualmente proyectos en España (la estación de Alta Velocidad en Santiago de Compostela) y el extranjero (México, Buenos Aires, Rumanía), no solo se ocupó de diseñar el museo; también algunas viviendas, hoteles y comercios de alrededor, dentro de un plan urbanístico de esta zona. Renunció, sin embargo, a un espacio, denominado la isla del museo , que se cedió a la ciudad para instalar allí una intervención artística. Se convocó un concurso, en el que resultó ganadora la controvertida artista británica Tracey Emin , admiradora confesa de Munch y tan atormentada y torturada como él. Su monumental escultura ‘La madre’ , que promete no dejar indiferente a nadie (representa a una mujer desnuda de rodillas con las piernas abiertas) se instalará allí en verano de 2022. De momento, Emin es la protagonista de la primera exposición temporal del Museo Munch, que ocupa las plantas 9 y 10. Bajo el título ‘La soledad del alma’ , muestra piezas icónicas como ‘Mi cama’ junto a otras inéditas. Y se mide con 16 obras de Munch seleccionadas por ella. Ambos abordan en sus trabajos temas universales como el amor, el dolor y la pasión.
«De mi putrefacto cadáver brotarán las flores y yo estaré en ellas, la eternidad» . Son palabras de Edvard Munch, hoy más eterno que nunca en este gran museo que atesora su impresionante legado.
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