crítica de música
¿Nuestros jóvenes, nuestro futuro?
La Orquesta Joven de Andalucía sobresale en un Concierto de Pascua en el que ha habido un estreno absoluto de una obra de Daahoud Salim
La Orquesta Joven de Andalucía protagoniza en Sevilla el concierto de Pascua en el Maestranza

Concierto de la Orquesta Joven de Andalucía
- Programa: Concierto de Pascua. 'De paz interna' de Daahoud Salim (estreno absoluto) y 'La canción de la tierra' de Mahler.
- Intérpretes: David Alonso, saxofones. Orquesta Joven de Andalucía.
- Director: Álvaro Albiach.
- Lugar: Teatro de la Maestranza.
- Fecha: 10/04/2023.
Si bien no dejamos de encontrar nuevos proyectos musicales que tienen a los jóvenes como protagonistas, lo cierto es que de todos ellos el de la OJA es el más veterano: el próximo año se cumplirán 30 años de su creación. El resultado nos sorprende año tras año y nos cuesta creer que sean capaces de afrontar 'obrones' del calibre de 'La canción de la tierra' de Mahler, sin que seguramente la mayoría de ellos haya tocado antes el difícil y escarpado mundo mahleriano -quizá los más veteranos-. Y la pregunta es obvia: ¿dónde están hoy esos músicos que a lo largo de una treintena de años nos asombraron? Si en 1994 entraron, por ejemplo, con 20 años en la OJA (la edad para pertenecer a la orquesta está entre los 14 y los 24 años) hoy estarían ya en torno a los 50 años. ¿Se marcharon, como los médicos, a otros países después de formarse aquí? ¿Ve lógico la Administración que se ofrezca sólo dos conciertos (uno en Jerez y otro en Sevilla) de altura verdaderamente profesional, que ha contado con destacados músicos como docentes de cada sección, con comida y alojamiento, para disolverse después, tras un trabajo ciclópeo y sin que alcance -al menos- al resto de Andalucía? ¿Saben que hay una orquesta en huelga, que en su anterior paro consiguieron disminuir sensiblemente los abonos y que cuando parecía que la cosa empezaba a repuntar, van camino nuevamente del precipicio -en el último concierto programado dejaron que los aficionados llegasen hasta el Teatro, para hacer más presión-, pidiendo con ello a gritos su disolución y un cambio de modelo, que aleje a quienes los sucedan del trato 'funcionarial' del que ahora disfrutan?
La OJA en esta convocatoria ha cerrado el círculo, al contar en el programa que nos presentaba con una obra, estreno absoluto, de un músico que ya había pasado por ella como pianista y ahora lo hacía como compositor para esta misma formación: Daahoud Salim. Sevillano de nacimiento e hijo del saxofonista Abdu Salim, mítico jazzista tejano que creó la primera escuela de jazz de Sevilla y casi nos atreveríamos a decir que, con ella y sus actuaciones, fue quien nos impulsó a ser una ciudad de jazz. Así que el saxo era el protagonista del concierto que nos presentaba su hijo, la figura de Coltrane conformaba su fondo, y un esquema y texturas reconocibles presidía la forma. Pero Salim también se mostró un gran orquestador, creando un estable tapiz de cuerdas del que emergía la figura del solista, como un avión sobre un manto de doradas nubes.
David Alonso atesora un sonido excelente, vivo, brillante, lúcido y virtuoso en los pasajes rápidos, generalmente llenos de escalas jazzísticas. No sabemos si el hecho de que unas veces fuesen expresadas tal y como estaban escritas y en otras ocasiones lo hiciesen con ese juego más suelto, más libre, ligerísimamente sincopado con que suelen leer la música los músicos de jazz, eran interpretaciones libres o estaban escritas así. Igualmente estuvo evocador, de lirismo exultante e intenso, en las melodías asimilables a baladas, como la pieza que ofreció de propina -con toda la orquesta también- compuesta igualmente para este concierto por Salim. Ya en el trabajo de la cuerda veíamos unos músicos enormes, una limpieza y definición destacada, al igual que en otros instrumentos que sobresalieron, destacando finalmente el trabajo de la percusión, desbordante protagonista del último movimiento.

'Das Lied von der Erde' ('La canción de la tierra') de Mahler puede que resulte la obra más intensa del compositor austriaco, a quien la idea de la muerte lo había rondado siempre, pero que una enfermedad cardiaca incurable lo había sentenciado finalmente. Es esta dualidad, que Vladimir Jurowski entiende como «un canto a la mortalidad del hombre y a la naturaleza inmortal de la vida», la que de manera fehaciente y no como planteamiento retórico plantea la obra.
Mahler imaginó las voces de tenor y contralto para alternarse en las canciones que componen la pieza; sin embargo, dio la posibilidad de que esta última pueda ser sustituida por un barítono, así que nada que objetar. Pero personalmente preferimos la primera posibilidad por la adecuación de la escritura a una voz femenina, además del contraste tímbrico tan sugerente que supone. La parte que podemos entender es la de encontrar una contralto de verdad, no una mezzo que pueda llegar a las notas más graves, sino que todo su registro discurra con la anchura y color que semejante voz requiere (Ferrier, Ludwig, Baker…). A López el encastre no le resultó del todo cómodo, y aunque lo hemos visto en Sevilla en destacados roles importantes, en los que destacaba un hermoso timbre, clara dicción y vigor, lo cierto es que atacaba algunas notas mediante 'sforzandi' o bien recurría al falsete. De todas formas, su voz cada vez se fue adecuando a la partitura.
Alejandro del Cerro también ha participado en diversas producciones del Maestranza, las últimas 'Roberto Devereux' o 'La vida breve', demostrando un registro potente, que se mueve muy bien en el agudo, y es capaz de resistir en lo posible el inicio 'salvaje' de la obra, lo que no es fácil de resolver cuando orquesta y cantante deben presentarse en fortísimo ('ff'), con la consiguiente 'pérdida' para el tenor; y aún así no se vino abajo en ningún momento, y en las siguientes intervenciones ya se le pudo oír plenamente, aunque algo más de 'cuerpo' no le hubiera venido mal para redondear su registro.
De nuevo el trabajo orquestal sobresalió tanto que, una vez más, es difícil señalar a todos los protagonistas, dada la rica paleta de colores que la obra presenta y la calidad extraordinaria de los jóvenes. La flauta (y el flautín), el oboe, el corno; la trompeta (con y sin sordina), la trompa… por mencionar a los solistas que más intervinieron, pero insistimos en que el nivel fue muy alto. Y luego la cuerda: violines prístinos, 'dibujados', frente a una cuerda media-grave verdaderamente maravillosa, con un color 'de madera' subyugante.
Todo esto no podía haber ocurrido sin la batuta luminosa y trabajadora de Álvaro Albiach, que no es que consiguiera sólo poner orden entre tantos instrumentos, sino que alcanzara ese equilibrio entre las partes de manera que fuesen brillando las que más interesaban oírse, para lo cual había que tener muy bien ordenada la partitura en la cabeza. Bravo.
Sólo no entendemos la falta clamorosa de público: podemos comprender que los familiares de los chavales -de toda Andalucía- eligieran el Villamarta jerezano para ver a los suyos, por actuar en domingo, pero no a los melófilos sevillanos que deben pensar que exageramos cuando ponderamos el nivel extraordinario de nuestra orquesta, máxime con un programa tan atractivo -y tan difícil- como el que traían. Es verdad que era un lunes de Pascua tras toda una Semana Santa, pero los jóvenes habrán estado ensayando toda esa semana para no perder clases de instituto y conservatorio.
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