puntadas sin hilo
Hotel Raphaël
En todo proceso de corrupción hay un día en el que la gente se cae del guindo y la dignidad se impone a la ideología
Hubo un presidente de un país de la UE que llegó al poder sin ganar las elecciones, que gobernó gracias a un acuerdo entre cinco partidos y que terminó siendo condenado por corrupción. Eso sí, era bajito, calvo y feo. Se acaban de cumplir treinta ... años de la huida a Túnez de Bettino Craxi, el líder del Partido Socialista Italiano (PSI) que dirigió el país transalpino gracias a un 'gobierno Frankeinstein' que agrupaba a socialistas, republicanos, liberales y demócratas cristianos, aliados todos ellos contra el poderoso Partido Comunista de Enrico Berlinguer. Craxi era un superviviente de la política con una extraordinaria capacidad para aprovecharse de las circunstancias. Fue elegido secretario general del PSI sin apoyos –apenas controlaba el 10% del partido–, como solución de consenso entre dirigentes más poderosos que le veían como un líder de paja. Pero una vez al frente del PSI se hizo fuerte y nadie le pudo derrocar. En las elecciones de 1983 el PSI quedó tercero con solo el 11,4% de los votos, pero Craxi supo mover los hilos con habilidad para aprovecharse de la situación de ingobernabilidad, trazar alianzas y sentarse en el Palacio Chigi, sede de la Presidencia de la República.
Una vez al frente del Gobierno, Craxi demostró su osadía con medidas como el recorte de tres puntos en la escala móvil salarial o su negativa a que las tropas nortteamericanas desembarcasen en Sicilia para arrestar a unos terroristas palestinos ocultos en la isla. Sólo estuvo cuatro años en el poder, pero en ese tiempo organizó una trama corrupta que solo salió a la luz en 1992, cuando la investigación de anomalías en una obra benéfica destapó un sistema de financiación ilegal de partidos políticos. La operación policial se bautizó con el nombre de 'Mani pulite' (Manos limpias).
Para entonces Craxi ya no era presidente, pero seguía siendo diputado y controlaba la política italiana desde las bambalinas. Aguantó la presión con resiliencia argumentando que la corrupción era generalizada, no solo de su partido. Pero hubo un punto de inflexión: el 30 de abril de 1993 el Parlamento rechazó retirar los fueros –la inmunidad– al todavía líder del Partido Socialista Italiano. Aquella tarde, cuando salía del hotel Raphaël, cercano a la Piazza Navona, una multitud entre la que se encontraban militantes socialistas se congregó para insultarle y tirarle monedas. La sociedad italiana había dicho basta y la suerte estaba echada. Arrinconado por la investigación judicial, en mayo de 1994 huyó a Túnez, donde falleció en 2000.
En todo proceso de corrupción hay un hotel Raphaël, un día en el que la gente se cae del guindo y la dignidad se impone a la ideología. Un momento en el que se deja de percibir a los acusados como políticos y se les empieza a ver como sinvergüenzas. Ese día parece que no va a llegar nunca, pero el personal siempre acaba pasando factura a quién se cree más listo que nadie, porque se puede perdonar a un ladrón, pero no a un embaucador. Ya lo verán, es solo cuestión de paciencia.
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