todo irá bien
El mito de la checa es real
He ido andando desde mi casa hasta Santa Coloma de Gramenet, restaurante Lluerna. Dos horas y media de paseo seguro, amable. He cruzado El Guinardó y Nou Barris, Meridiana, la misma Santa Coloma y esas zonas entre vías y calles que por no tener ... no tienen ni nombre y sin embargo no constituyen ningún elemento de degradación. Una vida digna es posible en estos barrios pero queda desdibujada. La gente trabaja duro y a cambio de poca retribución. Tras el esfuerzo no es lo mismo llegar a sus casas que a la mía y sin embargo allí están, prudentes en su rutina, con algo que defender y por lo que continuar luchando. Cuanto más me adentro en los barrios complicados más me alegro de pagar impuestos. Es la principal conclusión de mi paseo.
Por altos y desagradables que sean cuando llegan, me alegro de pagar para que cada una de estas personas pueda al final de su jornada llevar a casa algo más que angustia y soledad. Impuestos para que tengan por lo menos las infraestructuras de que disponen y equipamientos como escuelas, teatros, bibliotecas, centros de atención primaria o parques.
Yo tengo mi discurso contra la fiscalidad excesiva, contra la fiscalidad extractiva y en favor de la meritocracia y de la economía liberal. Conozco y aprecio la teoría y me disgusta en grado sumo pensar que tengo un dinero y ver luego cómo el día tal Hacienda se lo lleva. Pero he ido y he vuelto andando de Santa Coloma y pienso que el mejor negocio de nuestras vidas es pagar una parte para los demás. Pagamos y podemos educar igualmente a nuestros hijos, llevarlos a los mejores médicos, a los grandes restaurantes, ir de vacaciones, invitar a nuestros amigos.
Y lo más importante: mantenernos vivos. Porque con estos impuestos nos aseguramos de que los beneficiarios estén tranquilos, conformados en sus lares. Los he visto cara a cara y creedme: por menos de lo que tienen, por poco menos de lo muy poco que tienen, sería imposible que no cayeran en la cuenta de que no pierden casi nada levantándose en armas contra nuestros privilegios. Con todo su desespero y la destrucción revolucionaria. Si lo hicieran son más, y más fuertes porque tienen más hambre. La Policía pararía a la larga el golpe pero no podría evitar que a muchos nos llevaran por delante y con escenas de fuego y carne que tantas veces han devastado a nuestra clase social, y las llevamos grabadas en la memoria. La socialdemocracia no es otra cosa que la traducción económica de este pavor fundamental. Pagar impuestos es más barato que pagar seguridad privada. Estamos muy pocos milímetros por encima de la línea que para muchos distingue la vida posible y ordenada –con alguna posibilidad aunque remota de prosperar– de la funesta pulsión incendiaria, y sabemos muy bien qué pasa cuando esta línea se traspasa. La FAI nos manda recuerdos desde las cunetas donde asesinaron a nuestros bisabuelos. El mito de la checa es real.
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