lente de aumento
Una televisión de parte, una tele de mierda
Sánchez sí tiene la televisión que quiere, un ¿servicio público? del que servirse
Un sinvergüenza con enchufe
Plata o plomo desde el principio de los tiempos
A lo que aspiro frente al televisor, que depende de factores tan aleatorios como mi grado de agotamiento, ya me lo cubren sobradamente las plataformas a las que estoy abonado. Pago por tener el mando de mis apetencias y mis tiempos. Ese lujo no estoy ... obligado a concedérmelo sino que es cortesía de las cuentas domésticas que administro en modo cooperativa con hermanos y cuñados, y algún amigo generoso. Pendientes, esos sí, de prescindir de algunas por falta de uso; economía doméstica, vamos. Es el precio de la libertad televisiva. Nada de eso hay cuando se trata de la televisión que nadie me ha preguntado si quiero tener, si me merece la pena, si me informa, si me entretiene, si me acompaña o me enerva; es un servicio público, punto. O eso dicen. No son ni siquiera lentejas porque la pago sin disfrutar, por ignotos, de sus beneficios. No sé, si al menos pudiera pagar en función del uso, pero RTVE tiene la tarifa tan opaca como plana y la financio con mis impuestos, para solaz del tipo que habita en Palacio. Él sí tiene la tele que quiere, un servicio del que servirse, con sus juglares, trovadores y bardos de cabecera.
Supongo que verán algo tendencioso en este comentario, que podría aplicarse a otras ventajas de las que disfruto por ser español y pagar impuestos. La sanidad, por ejemplo. Me pueden enervar las listas de espera, encabronar la gestión y abjurar de gastos que veo como despilfarro, pero siempre la he tenido cuando la he necesitado, también a sus excelentes profesionales, con el orgullo de que jamás he conocido ninguna mejor en otros países.
No es eso lo que me pasa con RTVE. La admiración que siento por muchos de sus excelentes profesionales queda arrumbada ante la confirmación de que son 'atrezzo', comparsas de un ente con vocación de subproducto. La televisión puede ser una caja tonta pero, justamente por eso, adquiere la verdadera dimensión para el Ejecutivo de turno: narcotizar al vulgo, empachado de pan y circo, ofreciéndole no lo que se debe, eso es lo público, si no lo que conviene a quien dispone de los millones del contribuyente para su interés privado.
¿Cuál es en el caso de la basura cardiaca? Quizá que los que cacarean sobre maltratos, abusos, traiciones y demás barrabasadas entre los famosos de saldillo, siempre previo pago y a demanda, son gente útil para el sanchismo, que conocen el valor de cobijarse bajo la techumbre del poder. Su laxa moral ha sido blanqueada porque son del gusto del 'conducator' monclovita. Ahí tienen hasta la capacidad de ser rémora glotona de lo que sí merece la pena de aquello que alguna vez fue una televisión con vocación de servicio, no de servir al mandamás de turno. No se trata de entretener sino de pastorear. No informar sino adoctrinar, blindar a Sánchez ante cualquier amago de crítica. Y si La 1 o La 2 no tienen cañones suficientes, el poder se valdrá de la colonización de medios, ahogándolos con regulaciones o invadiendo sus consejos de administración. Todo a cuenta de las arcas públicas.
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