Tiempo recobrado
Jena y nosotros
Esos pensadores pretendían conciliar la idea de la libertad con una Naturaleza íntimamente ligada a la esencia de cada ser humano
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Schiller y Goethe se conocieron en 1794 en las calles de Jena. El joven Schiller daba clases en la pequeña ciudad de Turingia y era ya un dramaturgo conocido por 'Los bandidos', una obra que había desatado pasiones. Goethe era un escritor consagrado, que ... había acudido desde Weimar a Jena a dirigir las obras de un jardín botánico.
Ambos tenían caracteres muy opuestos y desconfiaban el uno del otro. Pero en ese paseo forjaron una amistad que duraría hasta la muerte de Goethe. Jena, con apenas 5.000 habitantes, era un centro cultural en ese momento gracias a su Universidad, en la que daba clases Fichte, la estrella ascendente de la filosofía alemana.
Goethe estaba muy interesado por las ciencias experimentales y, sobre todo, por la botánica. Creía que de la observación de la Naturaleza se podían extraer las leyes que regían el mundo de los seres vivos. Por el contrario, el dramaturgo era un pensador kantiano que sostenía que el conocimiento de la realidad sólo es posible a través de la estructura mental del sujeto. Empirismo frente a idealismo por decirlo de forma simplificada.
En ese momento Fichte, un hombre brusco y desaliñado, fascinaba a sus alumnos con la idea de un yo dotado de libertad para pensar y determinar su existencia. El yo existe frente al no yo, que es todo lo externo al individuo, apuntaba. Las ideas de Fichte, como las de Kant y las de Hegel, entroncaban con la Revolución Francesa en la medida que defendían la autonomía de la razón y cuestionaban un modelo feudal enraizado en la autoridad de los gobernantes sobre los súbditos.
A este movimiento se le ha llamado posteriormente romanticismo por su exaltación de la pasión y de la voluntad individual. Pero fue mucho más porque esos escritores y pensadores pretendían conciliar la idea de la libertad con una Naturaleza íntimamente ligada a la esencia de cada ser humano. Creían que no era posible alcanzar la felicidad sin un equilibrio con el entorno en el que habían nacido.
Estas ideas de Schiller, Goethe y Fichte resultan profundamente modernas y atractivas en nuestro tiempo, puesto que ellos fueron los primeros en defender que el hombre es autónomo para decidir sobre su vida, mientras creían a la vez que su conducta tiene que respetar los derechos de los otros y preservar una Naturaleza de la que formamos parte.
En Jena nace no sólo la conciencia moderna sino también una sensibilidad hoy reivindicada por el ecologismo que sostenía que nadie puede aspirar a un equilibrio si no acepta las leyes biológicas y materiales que conforman nuestra identidad. Eran tesis revolucionarias en una sociedad donde regía la censura y en la que la autoridad política y eclesiástica era absoluta. Somos deudores de esa pequeña ciudad en la que Hegel vio el espíritu del tiempo en Napoleón sobre su caballo.
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