tiempo recobrado
La historia no se repite, pero…
El discurso del miedo al que se ha abonado Sánchez es antidemocrático y falaz, una huida hacia adelante para movilizar a las bases
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La historia no se repite. La realidad es cambiante. Cada época tiene sus circunstancias. Pero sería un error desdeñar las lecciones del pasado e ignorar que a veces se producen inquietantes paralelismos con lo vivido por generaciones anteriores.
Es el caso de la actual coyuntura ... política en España, en vísperas de unas elecciones generales, que ofrece muchas similitudes con el periodo de la II República. Ahora, como en los años que van desde 1931 a 1936, la vida política está trufada de un cainismo y un sectarismo que alientan la confrontación civil. Afortunadamente, este clima se circunscribe más a los dirigentes de las formaciones que a los ciudadanos.
El fracaso de la República y el estallido de la guerra se debió en buena medida al clima de intolerancia y enfrentamiento entre los dos bloques de la derecha y la izquierda. La Iglesia, los partidos monárquicos y el Ejército no aceptaban el régimen y lo veían como una amenaza. Los comunistas, los anarquistas y un sector del PSOE querían acabar con la democracia parlamentaria y hacer una revolución social. Durante esos cinco años, la violencia y la tensión fueron 'in crescendo' hasta la catástrofe final.
Los generales acabaron dando un golpe de Estado ilegal e ilegítimo, pero antes se produjeron los sucesos de Asturias y la proclamación del Estado catalán, dos hechos que demostraron la debilidad de la República. Ahora no hay peligro de un pronunciamiento militar ni de un estallido de violencia, pero se ha creado un irrespirable ambiente frentista, en buena medida atizado por Pedro Sánchez.
Ninguna democracia pueda funcionar si se vulnera la norma no escrita de respetar la legitimidad del adversario. Desde la República de Weimar a nuestros días, hay muchos ejemplos de ello. La convivencia es imposible cuando se demoniza al rival político y se le presenta como alguien que quiere subvertir la paz social o los logros del Gobierno. O cuando se quieren convertir unas elecciones en un plebiscito.
La democracia es un régimen de alternancia en el poder y eso tiene que producirse con normalidad. El discurso del miedo al que se ha abonado Sánchez es antidemocrático y falaz, es una huida hacia adelante para evitar la autocrítica y movilizar a las bases. Resulta profundamente perjudicial para la convivencia y la confianza de los ciudadanos en las instituciones.
Alimentar el cainismo en un país tan cainita como el nuestro es el peor servicio que se puede hacer a la democracia. Y es el mejor impulso para propiciar el populismo y los nacionalismos, que se basan en una identidad excluyente y en la creación de enemigos imaginarios. Lo contrario de lo que representa la Constitución de 1978, que ampara la pluralidad, la tolerancia y el respeto mutuo. Eso es en lo que yo creo y lo que ahora se echa en falta.
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