la barbitúrica de la semana
Exégesis del buen enemigo
A una persona se la puede definir por el trato que dispensa a un adversario
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Se puede calcular lo que vale un hombre por el número de sus enemigos, escribió Gustave Flaubert a Louise Colet en una de las tantas cartas fanfarronas y coléricas que intercambió con ella. En unos días especialmente broncos en los que el perdedor de ... unas elecciones se presenta como ganador y el ganador tiene que mutar en fajador para sacar adelante una investidura, el razonamiento del francés viene como anillo al dedo. A una persona se la puede definir por el trato que dispensa a un adversario. Se le da bien a Pedro Sánchez arrojarlos al moridero, dejar que se desgasten y hacerse el loco hasta que ellos se cuelguen a sí mismos la soga al cuello. Ha dejado a Feijóo tirado hasta después de sus vacaciones, porque está esperando, a que el popular se resbale por la escalera jabonosa de unos pactos de investidura que no acaba de ocurrir.
En la novela que Chani Pérez Henares dedica a la vida del conquistador jerezano Álvar Núñez Cabeza de Vaca, el primer europeo en llegar a lo que hoy sería Florida y el oeste de Estados Unidos, queda clara que no basta tener enemigos, hace faltan que estén a la altura. Resulta elocuente el ejemplo de un Pánfilo Narváez que se muestra como un incapaz, alguien superado no sólo por su torpeza sino por la forma en que la administra. Teniendo tres veces más tropas que Hernán Cortés, acabó derrotado. En un ataque de vanidad, y para justificarse, dijo que Cortés era más que Aníbal y Alejandro Magno juntos, Condescendiente con el vallisoletano, Cortés pidió a sus hombres que no se burlaran de Pánfilo, porque es el que mejor hablaba de ellos.
Churchill, que de enemigos iba bien servido, tiró de retórica para defenderse atacando. Un hombre que salió políticamente vivo de la II Guerra porque supo desplegar sus palabras en el campo de batalla y afilar la lenguaraz navaja de su ingenio. Lo hizo durante una enganchada con Bessie Braddock, diputada del Partido Laborista. Ella le reprochó, en el parlamento: «Señor, está usted borracho, pero lo peor es que mañana seguirá estando borracho». El entonces el primer ministro contestó: «Señora, podré estar borracho, pero por la mañana estaré sobrio y usted seguirá siendo fea».
De las enemistades más pintorescas, destacan las literarias y no porque tengan más altura, sino por justamente lo contrario. Están llenas de bilis y amor propio aporreado. Baudelaire llamó letrina a George Sand y Mario Vargas Llosa le asestó a García Márquez un puñetazo en el ojo. De Nobel a Nobel. Menuda paliza. Hemingway acabó hundiendo a Fitzgerald y Tom Wolfe se convirtió en diana de John Updike, que destrozó su libro 'Todo un hombre' y el novelista Norman Mailer –quien le detestaba, a conciencia- le dijo en una ocasión que sólo un imbécil podía ir eternamente vestido en un traje blanco. Con o sin americanas blancas, padeceremos humores turbios en las semanas siguientes. Sánchez jugando a desgastar y Feijóo a no dejarse derribar.
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