LAPISABIÉN
Karina
La mejor de su generación, a cuarenta metros de mi mesa
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Quisimos vivir en negro sobre blanco, y a vivir nos pusimos. En su alma, 'Los detectives salvajes' de Bolaño y una querencia por la que yo debía hermanarme con el propio Bolaño. Pactos de juventud que no se cumplieron, pero que sellaron una forma futura ... de ver la realidad, de escribirla.
Hay una foto de ambos, ya antigua, en la que celebrábamos una generación literaria que, 13 años después, es la Negroni. Por medio, una euforia, sí, salvaje, mía, cuando no había más tren que el de la literatura, y el periodismo, y Madrid. España ganó el Mundial y todo era posible para un capitán de veinte años. O de algunos más.
Yo ya había publicado mi primer poemario, pero le di forma de novela obnubilado por el amor de mi vida, y no fue ni una cosa ni la otra, y ahí queda el ejemplar, mirándome con nostalgia de mediopensionista solterón. A Karina Sainz Borgo, la Gistau y la Nobel futura, yo la conozco también en ese viaje de conquista. Cuando las primeras y elogiosas críticas aquende y allende.
Antes del éxito llevaba España en la mirada, le fluían las sangres hispanas, a las que ha vuelto ayudada por la tauromaquia y hasta por Guti, al que quiere ver resucitar. Ella no dijo 'no' al esclavo trabajo de las letras y apostó bien pese a sus años. Y allí, en el centro de Madrid, apoyada en el quicio de esa ventanuca que se abría al mundo, vimos que las musas no la abandonarían. Eso le digo, raudo, mientras toma el sol del periódico imaginando el paso siguiente, y dejando que el papel le transparente el alma.
Karina es joven en el buen sentido de la palabra joven, el referente. Y el 'Gistau' se lo han dado, entre otras cosas, por ser la escritora de raza que es. La que sabe que en la columna, en el «puto folio» que decía Gistau, tiene que estar una ética, una estética y una voluntad de permanencia en el papel volandero.
Frente a este país que hay, quizá no todo esté perdido si está la KSB. A Karina le salen flores, látigos, memorias amargas de patrias ya perdidas. Por eso mismo es la mejor de su tiempo. Y está aquí, a cuarenta metros de mi mesa.
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