el contrapunto
Degenerar era esto
Sánchez está feliz de hallar en esta crisis un pretexto perfecto para distraer nuestra atención de los escándalos de corrupción
Montero quiere ir a la cárcel
Pumpido, del polvo al fango
Pertenezco a una generación que llegó a tocar con los dedos la era del progreso perpetuo y asiste ya en el ocaso, desde la impotencia, a un declive moral, político y económico que alcanza dimensiones nunca vistas. No digo que cualquier tiempo pasado fuese mejor, ... pero sí que sus pobladores tuvieron más margen para la esperanza. Lo que estamos viviendo ahora es el hundimiento de todo aquello en lo que creímos. Un retroceso acelerado de los valores democráticos por los que luchamos, cada cual desde sus ideas aunque con un propósito compartido. Un encumbramiento global de la bellaquería, el deshonor, la codicia de poder, la mentira y la mediocridad, en detrimento de la grandeza de miras, la excelencia, la voluntad de servicio y la capacidad de trabajo que caracterizaron épocas no tan lejanas, cuyos frutos en occidente están siendo destruidos por la clase dirigente que ha alumbrado esta decadencia.
El mundo de Reagan, Gorbachov, Walesa, Thatcher, Suárez, González, Aznar, Merkel o Delors, cada cual con sus luces y sus sombras, se parece tanto al actual como la Edad Media al Renacimiento, solo que en sentido contrario. Ellos fueron líderes dignos de ese nombre, decididos a conducir a sus pueblos hacia un futuro mejor. Los de ahora, salvo excepciones, son excrecencias de la política cuya única preocupación es sobrevivir para seguir medrando. Pocos encarnan tan bien el papel como Donald Trump y Pedro Sánchez, cuñas de la misma madera. Ambos narcisistas de libro, oportunistas sin escrúpulos, embusteros, imbuidos de una idea peligrosamente patrimonialista del poder, en virtud de la cual el mandato que les ha otorgado la ciudadanía no está sujeto a unas normas delimitadas por el marco del Estado de derecho, sino que les pertenece y autoriza a actuar como les venga en gana. Lo cual da lugar a situaciones tan dramáticas como la guerra comercial desatada por el presidente estadounidense a resultas de su última ocurrencia arancelaria y la respuesta improvisada por nuestro caudillo socialista, feliz de hallar en esta crisis un pretexto perfecto para distraer nuestra atención de los escándalos de corrupción que lo acorralan, redoblar la carga fiscal confiscatoria que soportamos, cada vez más pobres, e incrementar el peso abrumador de la deuda que habrán de pagar nuestros nietos. Lo he dicho y lo repito: ningún actor de la escena internacional se parece más al Charlot norteamericano, entretenido en jugar con la esfera del planeta, que nuestro jefe de Gobierno, cuya ansia de poltrona lo coloca al mismo nivel, aunque con medios limitados al ámbito español, para fortuna de los otros integrantes del reparto. Si les sumamos a la señora Von der Leyen, que ha reducido Europa a la condición de gigantesca maquinaria burocrática tan costosa como inoperante, tenemos la tormenta perfecta. Un barco a la deriva en un océano a la medida de los tiranos chino y ruso.
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