Crítica
El Pandora: lo mejor del Cantábrico con puntos perfectos en el pescado
Excelentes ejemplares procedentes de las lonjas vecinas que van apareciendo en el menú degustación: rape, lubina, merluza, mero…
Los mejores restaurantes para comer verduras en España y Portugal

En 1998 Alberto Villa y su mujer, Cristina Pérez, abrían Pandora, una cafetería en el centro de la villa de Avilés, la tercera ciudad de Asturias y una de las de más rico patrimonio histórico. Con Cristina en la cocina, la cafetería ... fue ganando fama, principalmente por la calidad del producto. La incorporación de su hijo Alejandro, formado en la escuela de Pravia y posteriormente en el Real Balneario de Salinas, supuso un gran paso adelante.
La cafetería se reformó por completo para quedarse en un coqueto restaurante, El Pandora, mientras Alejandro tomaba el relevo de su madre para afianzar esa línea centrada en la mejor materia prima, procedente casi siempre del vecino mar Cantábrico, perfectamente tratada. El joven cocinero, que estuvo nominado en 2024 para el premio revelación de Madrid Fusión, ha afinado aún más las cocciones, especialmente de los pescados, que llegan a la mesa en un punto perfecto, ese que, sin estar crudos, da un punto nacarado a sus carnes.
Lo compruebo con una sucesión de excelentes ejemplares procedentes de las lonjas vecinas que van apareciendo en el menú degustación: rape, lubina, merluza, mero… Menú (entre 100 y 160 euros) que es un festival del mejor producto cantábrico del día, aunque si lo prefieren disponen de una carta que se completa con una serie de sugerencias en función del mercado. Alberto Villa, el padre de Alejandro, atiende en la sala con una especial amabilidad y maneja una carta de vinos que está entre las mejores de Asturias.
Abro la comida con las excelentes croquetas de jamón ibérico (14 euros), casi líquidas, en la línea de la escuela asturiana, la mejor de España. Baja el listón una tostada de frutos secos con guacamole, parmesano y anchoa (9,50). Esta es de gran calidad, pero el sabor del queso llega a anularla. El nivel se recupera enseguida con la ensaladilla de bogavante (35), una lograda especialidad de la casa, y con unos fritos de pixín (rape) con mayonesa de limón (32) en los que ya aparecen esos puntos nacarados a los que antes me refería, aunque el pescado resulta un tanto acuoso.

Unos buenos guisantes del Maresme (38) quedan eclipsados por una crema de pistacho demasiado pesada, y a una caldereta de quisquillas con bogavante le falta intensidad. Pero a partir de ahí brilla el festival cantábrico: angulas de La Arena a la brasa con yema de huevo y grasa de Joselito (100 euros los 100 gramos), cococha de merluza impecable, merluza gallega con meunier de naranja (32), lubina del Cabo Peñas de una pieza de nueve kilos (38) y mero negro con mantequilla negra (44).
No todo es pescado. Notable el steak tartar (37) y estupendo el solomillo de ternera asturiana asado a 120 grados en el que se evidencia la influencia que en la cocina de Alejandro tiene el Real Balneario de Salinas.
MÁS INFORMACIÓN
De postre un buen flan, muy cremoso, con el helado de mantecado tradicional de Avilés, pone broche a un menú de producto que, con ligeras pegas, resulta muy satisfactorio.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete