EL QUINTO EN DISCORDIA
Burdeos y diamantes
Dos de los exponentes de los bienes de lujo están pidiendo árnica
Arbitrariedad sobre arbitrariedad (3 / 11 / 24)
¿Qué tienen en común los vinos de Burdeos y los diamantes? Aunque de saque cuesta establecer la relación, tienen mucho que ver. Y las noticias que hemos conocido estos últimos días han servido para evidenciarlo. Tanto los 'negociants' bordeleses como la firma líder ... en el comercio de diamantes, De Beers, en los últimos años y contra todo pronóstico, están acumulando existencias. La demanda actual no cubre la oferta. Dos de los exponentes de los bienes de lujo pidiendo árnica. Lo que en un primer momento pasaba por un problema coyuntural y achacable a la disrupción que provocó la pandemia, se ha comprobado que puede ser más duradero.
Detrás de este cambio en el mercado del lujo está el peor comportamiento de la economía china. La crisis del gigante asiático ha provocado un seísmo de enormes consecuencias que ha roto las dinámicas de los últimos años y del que solo estamos empezando a intuir sus consecuencias. Y los bienes de lujo que habían sido uno de los claros beneficiarios del auge chino, ahora están viendo el envés de la moneda. Los límites de la globalización o por lo menos el ritmo de esta se están testando.
Resulta difícil saber cómo de larga va a ser la crisis china. Salvando las insalvables distancias, el problema chino es muy parecido al que sufrió España en 2008. El pinchazo de una burbuja inmobiliaria de proporciones colosales va a ser de digestión larga. Y difícilmente las políticas fiscales expansivas pueden tener gran impacto —en este momento es como empujar una cuerda— hasta que se digieran los enormes excesos de los últimos años. Y cuando esto suceda, tampoco es evidente que una economía tan grande pueda seguir creciendo al ritmo que lo venía haciendo en los últimos años. A la crisis inmobiliaria hay que sumar el problema demográfico y el cambio de tranco por parte de los países occidentales. Esta nueva realidad económica podría ser el detonante del estallido social que en los últimos años ha estado embridado por la enorme prosperidad que ha vivido el país.
Uno de los efectos colaterales de este cambio de tranco de los chinos han sido los bodegueros franceses y los comerciantes de diamantes. No van a ser los únicos. La realidad ya no es lo que era —si es que alguna vez lo fue—.
La liquidez recupera protagonismo
Otra de las noticias que hemos conocido en este final de año ha sido que el capital riesgo sufre un atasco de casi 10 billones de euros en activos sin vender. Es el tercer año consecutivo en el que las firmas de capital riesgo compran más empresa de las que venden. No es algo que nos deba sorprender. El auge del capital riesgo al calor de los tipos de interés extraordinariamente bajos de los últimos años no era sostenible. Y una vez que estos se han normalizado, los agentes financieros están empezando a ver las orejas al lobo.
El problema al que se enfrenta el capital riesgo es asimilable al dilema del prisionero. Los precios a los que pueden vender cartera en el nuevo entorno de tipos de interés están muy lejos a lo que lo tienen en sus libros. Están encantados de comprar a estos niveles, pero no pueden vender porque tendrían que repreciar el resto de la cartera. Se han quedado colgados de la brocha.
Mucha de las inversiones que han hecho en los últimos años se han hecho a un precio que no se puede justificar actualmente. Por el momento han optado por la patada a seguir, cruzar los dedos, y espera que un giro de los acontecimientos obligue a los bancos centrales a bajar los tipos a los niveles extraordinarios de los últimos tiempos. No parece que se trate de una opción realista.
El principal problema reside en que como esta situación extraordinaria se ha alargado en el tiempo, la bomba probablemente se haya cebado demasiado. Muchos inversores se vieron obligados a invertir en estos activos porque la rentabilidad de los bonos no cubría sus objetivos de rentabilidad. Renunciaron a la liquidez diaria de la renta fija a cambio de unas rentabilidades futuras que difícilmente van a poder obtener en las circunstancias actuales.
El final de la excepcionalidad que ha supuesto los tipos de interés extraordinariamente bajos de estos últimos tiempos hace que vuelvan a reordenarse las prioridades. La liquidez diaria que en el apogeo del capital privado se había orillado, vuelve a recuperar la importancia que nunca debió de perder. De hecho, los activos que se pueden comprar y vender en el día deberían cotizar con prima con respecto a los que, como el capital privado, no tienen esa posibilidad. Así ha sido casi siempre y así vuelve a ser. A algunos este choque con la realidad puede que les sorprenda, pero de lo que no hay duda es que a muchos les va a costar dinero.
Sorpresas 2025
Toca, como todos los años, tirarse a la piscina y hacer la lista de posibles sorpresas —o no tanto— para el año que viene. Aunque pueda sorprender a muchos y sea algo de tintes claramente políticos, la primera sorpresa es que en España hay un cambio de gobierno. A nada que los que lleguen hagan las cosas medio bien, la economía española va a volar. Si a los vientos claramente de cola que tiene actualmente la economía española se le sumara una política económica sensata —justo lo contrario que tenemos ahora—, los resultados serían extraordinarios. Esto lo vamos a empezar a ver en 2025.
En cualquier caso, la economía española va a seguir sorprendiendo. Va a ser la economía desarrollada que más crezca. El ladrillo, el turismo, los fondos europeos y la inmigración van a seguir contribuyendo al crecimiento diferencial. También sorprenderá la economía europea para bien —las expectativas no pueden ser peores— y a nada que se recupere la confianza hay bastante margen para que suba el consumo porque la tasa de ahorro está por encima de la media. Y, sensu contrario, Estados Unidos puede defraudar.
La Bolsa española también va a sorprender. Sorprende que sorprenda porque lo lleva haciendo mejor que las comparables los últimos años, pero como estamos a otras cosas no parece que nos hayamos dado cuenta. Es la Bolsa desarrollada más barata y no hay ninguna justificación para el descuento con el que cotiza. Los sectores que tienen mayor peso en el índice —bancos, inmobiliarias, industriales— lo van a seguir haciendo muy bien.
Otra sorpresa probablemente sea que haya alguna operación corporativa importante. El descuento con el que cotizan muchas de las compañías cotizadas, sumado a un mercado de capitales a pleno rendimiento, es el caldo de cultivo ideal para que acabe pasando algo. Son muchas compañías que pueden ser objeto de deseo. Desde algún banco, a renovables, pasando por empresas de infraestructuras o promotoras inmobiliarias. En 2024 ha empezado el baile que va a ir a más el año que empieza esta semana. No hay ningún sector ni compañía, grande o pequeña, que se libre.
Y, aunque no tenga que ver ni con economía o mercados, probablemente en 2025 el Real Madrid vuelva a ganar la Champions y Morante reaparezca en Sevilla. Y aunque pueda parecer que en estas últimas confundo deseos con realidad, han sido en mis previsiones sobre el Madrid en las que más he acertado en todos los años que llevo haciendo este ejercicio.
La salida de Sánchez, el Ibex subiendo más de un 20%, el Real Madrid otra vez campeón de Europa y Morante reapareciendo en la Maestranza. ¿Qué más podemos pedir para 2025? Feliz año.
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