2021, un año entre Filomena, la rata y el buey metálico
Estos bueyes tenemos y con estos bueyes habrá que arar. Es el momento de la verdad para Pablo y Pedro, para la economía, para las empresas y para el currito de a pie al que no cuela lo de decirle que las colas del hambre son, en realidad, intolerantes que buscan hacer añicos el primer año triunfal de la alianza socialcomunista. Alea jacta est

En unas semanas tocará a su fin el año de la Rata, para dejar lugar al curso del Buey de Metal. Otra vez han tenido que venir de la lejana China para explicarnos astral y gráficamente la que se nos viene encima en 2021 con ... esta constelación cañí de Iglesias y Sánchez. Si malo es uno, peor es lo otro. Y resistente, como ese buey metálico que parece aunar el empecinamiento, la testarudez vacuna, con la coraza, con la piel gruesa que diría la canciller Merkel. Estos bueyes tenemos y con estos bueyes habrá que arar. Y para colmo con el precio de la luz disparado -ayer, entre las 19 y las 22 horas, la tarifa regulada más cara de la historia desde que se tienen datos-, y con los estragos de Filomena. Pero no hay que hacer alarmismo, nos lo dice el presidente, el precio «solo subirá unos cuantos euros», el mercado liberalizado regula sus precios... ¡Tú verás! Pues... estoy con Daniel Lacalle, decir que el mercado eléctrico está liberalizado cuando sufrimos la intervención en el suministro, impuestos a la nuclear, hidráulica, subvenciones y costes de CO2 impuestos por intervención política es, como mínimo, hilarante.
El año que sigue es el momento de la verdad para este tándem de Pablo y Pedro. Es la hora de la verdad para la economía, para las empresas y para el currito de a pie al que no cuela lo de decirle que las colas del hambre son, en realidad, intolerantes que buscan hacer añicos el primer año triunfal de la alianza socialcomunista. La Economía se la juega en los próximos seis meses. Una fría primavera seguirá a un gélido invierno antes de que empiecen a llegar los dineros de Europa. Y las palabras y la propaganda van a calentar poco los hogares de empresas, grandes y pequeñas, que ya no confían ni en las buenas palabras de la ministra de los dineros, Nadia Calviño, ni en la cantinela de que siempre nos quedará Bruselas y el freno de mano de los frugales para parar las derrapadas de este Gobierno.
Banca, energéticas, telecos, turismo y construcción, lo más granado de nuestro tejido empresarial, enfrentan unos meses críticos, y lo hacen ya con cara de pocos amigos. Los primeros, hartos de que les digan si pueden o no repartir los dividendos con sus accionistas -¿pero... no son negocios privados?-. Los segundos, fritos de la cantinela de las renovables y la compra de pagarés a unos y las bofetadas a otros. Los terceros, temerosos de la voracidad de un Ejecutivo rogando con las virtudes del 5G y dando con el mazo de unas subastas voraces con las que llenar la hucha. El resto, acongojado por un Gabinete sin peso específico alguno en la báscula internacional y promesas de ayuda que terminan en actos episódicos de intervencionismo. Que le pregunten por ejemplo a los Hidalgo por el papel de la Sepi en Air Europa...
Este año a caballo entre la Rata y el Buey metálico veremos sorprendentes jugadas en todos los terrenos, porque el hambre aguza el ingenio. Y hambre hay para rato. Los bancos están al rojo -ya no sé si vivo o muerto-, y tanto el Santander como BBVA tienen los mimbres para dar el campanazo en un sector donde el BCE sigue con su palabrería de fusiones frías y paños calientes, y en el que no estará sola La Caixa en ese nuevo mundo pospandémico. Un sector que además tendrá que obtener permiso vía Fráncfort para volver a repartir dividendo a pesar de no estar bajo el espectro de lo público. (Un inciso: ¿cómo se puede hacer atractivo un banco si no puede pagar dividendo? Las tan requeridas fusiones están bien, vale, pero sin dividendo no hay incentivos, salvo echar a gente -más-, un problema al aumentar el tamaño y tener que atender a más clientes con menos plantilla por mucho que se automatice. Para el sector, la excusa de que necesita capital para lo que pueda venir no se sostiene: si hay dividendo captarán todo el capital que sea necesario en cualquier momento).
Sigo... Iberdrola promete grandes tardes de gloria, palabrita, aunque poco parece comparado con lo que se intuye en Endesa cuando los buenos de Enel se den cuenta de que el fondo de rescate español no está llamado a ser repartido con una matriz italiana, por mucho que entonen el mantra de la digitalización. Redondo es malo, ¿corto?, pero esta jugada la ve venir de lejos.
Telefonica, Vodafone y Orange se tientan las ropas pensando en no hacer mucho el «G», aunque lleve un 5 delante. Lo que vaya a espectro no irá a inversión, que es la versión teleco elegante del «las gallinas que entran por las que salen» de nuestro visionario José Mota.
Y la construcción, pendiente de una obra pública que no arrancará hasta final de año y para cuando los pliegos estén listos habrá un reguero de caídos por el camino. Es por ello por lo que se han agarrado a las licitaciones internacionales. Por no hablar del turismo, o el no turismo, que mantiene fuera de juego la vivienda y cuanto lo rodea.
Pero Pedro y Pablo se lo saben y por eso creen respirar tranquilos con ese pulmón de acero que es el estado de alarma prorrogado hasta mayo, caiga quien caiga. Se lo saben porque es la mano ociosa la que tiene más fino el tacto en los dedos. Y en esas están los dos y cada uno por su lado. Ambos, ignorando que no sabiendo los oficios los debieran hacer con respeto. Pedro, repitiendo que salimos más fuertes, como el sacristán los rezos. Pablo, mirando por el rabillo del ojo y relamiéndose con una enmienda 25 que dejará en las manos del vicepresidente, las suyas, el cuerpo yacente de un país pandemico llamado España. Luego, ya saben, tendrá que venir la EPA y Bruselas a recordarles que para enterrar a los muertos como debemos cualquiera sirve menos un sepulturero.¡Feliz Año! Lo de Filomena es solo el principio de un curso en blanco. Alea jacta est.
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