CRÍTICA DE:
'Colonización', de M. Armingol y L. Debat, y 'Los pueblos de Franco', de Antonio Cazorla: retrato de municipios de nuevo cuño
ENSAYO
Dos trabajos reflejan cómo el Instituto Nacional de Colonización hizo surgir trescientas localidades durante el franquismo

En una escena inolvidable de 'Las ratas', Miguel Delibes describía el arduo trabajo de varias brigadas de obreros rurales que plantaban cientos de pinos en la llanura ardiente de Castilla. Sobra decir que la tentativa de reforestación acababa en desastre, pues casi todos ... los pinos se agostaban al poco tiempo de ser plantados.
La imagen ilustraba los intentos del régimen franquista de poblar la España rural de nuevos propietarios; intentonas que, en muchas ocasiones, pincharon en hueso.
ENSAYO
'Coloniación. Historias de los pueblos sin historia'

- Autores Marta Armingol y Laureano Debat
- Editorial La Caja Books
- Año 2024
- Páginas 288
- Precio 22,50 euros
El Instituto Nacional de Colonización hizo surgir unos trescientos pueblos de nuevo cuño. Se estima que unas 55.000 personas fueron beneficiadas con la concesión de una parcela de tierra colonizada. Para el historiador Antonio Cazorla (Almería, 1963), la medida es una metáfora de la dictadura franquista, así como del trecho que mediaba entre lo que se decía y luego se hacía. Como defiende en 'Los pueblos de Franco', estos respondían a un anhelo de paliar la pobreza solo en la teoría.
ENSAYO
'Los pueblos de Franco. Mito e historia de la colonización agraria en España, 1939-1975'

- Autor Antonio Cazorla Sánchez
- Editorial Galaxia Gutenberg
- Año 2024
- Páginas 264
- Precio 21 euros
Tras el desastre de la autarquía, la política económica del Régimen pretendía dar un mayor peso a los grandes propietarios agrícolas, expulsando a jornaleros y aparceros, perpetuando los bajos salarios y haciendo pasar las tierras circundantes del secano al regadío. Un gran entramado que bebía, y nunca mejor dicho, de la necesidad de irrigación establecida por el plan hidrográfico. Curiosamente, las autoridades defendían la medida como una forma de dar el pan a los agricultores que sufrían la secular falta de tierras, lo que para Cazorla evidencia la distancia entre la narrativa franquista y la realidad de sus acciones.
Actas matrimoniales
El historiador se apoya en un buen número de ejemplos concretos: verbigracia, las misiones religiosas destinadas a realizar bautismos, comuniones y actas matrimoniales en territorios en que no había sacerdotes. Cuando aquellos misioneros acudían a los pueblos se prohibía cualquier otro tipo de ocio: el bar se cerraba y el cine, si lo había, también. Según Cazorla, la colonización era, en esencia, una cuestión de propaganda.
Muy distinto es el enfoque adoptado por los escritores Marta Armingol (Huesca, 1982) y Laureano Debat (Lobería, 1981) en su magnífico 'Colonización', que se abre con el trayecto de una de las familias que «ganaron plaza». Al final del largo camino les esperaban dos viejos conocidos: el hambre —«una comida al día y siempre la misma»— y la falta endémica de agua. El enfoque narrativo que adoptan Armingol y Debat, dotando de verismo y amenidad al texto, les permite sobrevolar las innumerables cuestiones políticas, urbanísticas y antropológicas que plantea la cuestión sin abrumar al lector. El inteligente uso de los diálogos, algunos de ellos imbricados en interesantes reflexiones sociológicas, contagian un tono de extrañeza que ayuda a familiarizarse con una realidad artificiosa y de nueva planta, que aquí presenta lazos evidentes con experimentos como el kibutz o el moshav.
Entran ganas de visitar esos lugares imposibles cuya existencia desconocía
Destaca el recorrido que hacen por las principales bizarrías arquitectónicas de estos pueblos. Porque hay interesantes obras de arquitectos como Víctor d'Ors o Fernández del Amo, pero también villorrios organizados en formas circulares, siguiendo la proporción áurea, suelos rústicos desplegados como abanicos y otras tantas rarezas. Leyendo estas páginas, entran ganas de visitar esos lugares imposibles cuya existencia uno desconocía.
Bien mirado, el problema de la tierra en España es tan viejo como ancho. Si el libro de Cazorla, afianzándose en una extraordinaria profusión de datos, ayuda a entender los orígenes de su mal reparto (remontándose hasta Carlos IV), el de Armingol y Debat acierta al ponerle rostro humano (resaltando, por ejemplo, el papel determinante que jugaron en estos pueblos los mayorales y los guardias). Dos enfoques opuestos y dos libros muy distintos que, complementándose a la perfección, cabría leer en paralelo.
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