ARTE
Más allá del orden y el progreso. Pasado y presente de una bienal
CITA INTERNACIONAL
Hitos que apuntalan el prestigio de la Bienal de Sao Paulo en el contexto del panorama internacional
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La situación era tan extraña en 2008 que a ninguno de los visionarios del mundillo curatorial consideró delirante que la propuesta de la Bienal de Sao Paulo fuera dejar los pabellones vacíos. Algunos encontraron la ocasión para rememorar de forma inercial la imponente historia ... de naderías y vaciamientos de moderneces estetizantes y otras extrañezas conservadas a temperatura constante en los museos.
Al final, el 'gesto radical' se quedó, como suele suceder, en agua de borrajas y hasta pudieron verse algunas cosas, entre otras, a unos grafiteros 'espontáneos' que fueron tratados a palos. En cierto sentido, ese despropósito, en los días de la toxicidad catastrófica de las hipotecas basuras y con el hundimiento del 'capitalismo de casino', tuvo el carácter de un argumento incontestable: nos habíamos vuelto pobres por confiar en valores basura, la inflación del discurso archivístico dejaría solamente catálogos de tapa dura que nadie querría ni almacenar.
Historias de suenan
El «orden y progreso» de la bandera brasileña termina por transformar el positivismo 'comteano' en una depresión que, años después, desató oleadas de indignación. Historias que ahora ya nos suenan, tras el confinamiento pandémico y con el calentamiento planetario, como asuntos viejunos.
El pabellón diseñado por Niemeyer en el parque de Ibirapuera con sus sensuales rampas curvadas encarna el ideal de modernidad híbrida brasileña, como un juego con el racionalismo del Estilo Internacional. En 1951, Ciccillo Matarazzo impulsó la Bienal de Sâo Paulo reconociendo la inspiración de la de Venecia y, sobre todo, buscando tanto dinamizar el arte de Brasil cuanto enlazar con las corrientes vanguardistas que después de la II Guerra Mundial estaban canonizándose.
El acontecimiento fundacional fue la presentación del 'Guernica' de Picasso en la segunda edición (1953), única ocasión en la que el cuadro se ha mostrado en América Latina. La influencia picassiana vino a combinarse con la semilla que sembró Max Bill, que se había alzado con el gran premio de escultura en 1951 cuando la muestra se hacía en el Museu de Arte Moderna.



En 1957 se hace público el 'Manifiesto neoconcreto', en el que una serie de artistas como Lygia Clark o Lygia Pape, cercanos al prestigioso crítico Mario Pedrosa, plantan cara al Arte Concreto al que consideran descorporeizado y, a la postre, declinando en la abstracción anodina y el más rígido geometrismo. Justamente ese mismo año, Jorge Oteiza recibiría en la Bienal el premio de escultura con su propósito experimental que dos años después daría por concluido. El intenso proceso de meditación estética del vasco que entrelazó la Prehistoria con el final de la metafísica heideggeriana coincidió espacial y temporalmente con la maduración de los 'metaesquemas' de Oiticia que, a mediados de los sesenta, construirá sus parangolés.
«Yo encarno la revuelta», podía leerse en una capa para bailar de Oiticica, un peligroso gesto de resistencia en los años de la dictadura militar. Ese creador ponía el cuerpo en todos los sentidos, subrayando que las dos realidades más 'concretas' de Brasil eran el carnaval y las favelas. Los años del 'Tropicalismo' encarnan la máxima heroicidad artística que tuvo, con las canciones de Caetano Veloso, una enorme incidencia popular. La interacción sensorial que buscaba Clark y su aproximación a los planteamientos psicoanalíticos de Melanie Klein subrayaban que era necesario activar un arte que también tuviera cualidades terapéuticas. Las heridas del pretendido orden podían encontrar alguna sutura en los planteamientos de aquellos jóvenes artistas brasileños que, en el fondo, desconfiaban de la institucionalidad cultural.
Espacio de antagonismo
La Bienal de Sâo Paulo ha sido un espacio de antagonismo, un terreno 'curvado' en el que terminó por reivindicarse en 1998 por parte del comisario Paulo Herkenhoff la antropofagia que convocara Oswald de Andrade en 1928. La globalización imaginada amortiguaba las intenciones críticas, salvo en excepciones como la que llevó en 2010 a censurar la instalación de Roberto Jacobi 'El alma nunca piensa sin imagen', en la que hacía campaña a favor de Dilma Rousseff. Lo políticamente 'concreto' atraviesa, incluso cuando no lo parece, este evento híbrido que, afortunadamente, dejó de lado desde 2006 las «representaciones nacionales».
Tenemos que aprender a orientarnos en un mundo de fronteras imprecisas, acaso tengamos que aprender 'coreografías imposibles' o siempre se puede recurrir a un paisano para que recree a Stanley Brouwn y dibuje un trayecto que nos lleve más allá del vacío y la impostura, donde la palabra progreso hasta nos permita soñar con una existencia mejor.
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