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Las nuevas armas que debutaron en la Primera Guerra Mundial

La estrategia militar cambió con la aparición de los carros blindados, el empleo de gases asfixiantes y el protagonismo de los aeroplanos y submarinos

Octubre de 1918. Soldados canadienses en el frente occidental, a bordo de un Mark IV, uno de los primeros carros de combate que actuó en un campo de batalla.+ info
Octubre de 1918. Soldados canadienses en el frente occidental, a bordo de un Mark IV, uno de los primeros carros de combate que actuó en un campo de batalla.
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A las 11 de la mañana del día 11 de noviembre de 1918 entraba en vigor el armisticio que ponía fin a la Primera Guerra Mundial (consulta aquí el documento de condiciones), el mayor horror que había vivido la humanidad hasta entonces. En apenas cuatro años murieron en el enfrentamiento militar unos diez millones de combatientes y por primera vez en la historia, las víctimas civiles supusieron dos tercios del total de los caídos. En estas espeluznantes cifras tuvieron mucho que ver las nuevas armas que se ensayaron en la contienda. Así lo escribió en 1917 el periodista Ángel María Castell, «los campos de batalla se convierten en campos experimentales de las creaciones mortíferas de la ciencia militar».

Gases asfixiantes

«Si bien la utilización de gases lacrimógenos tuvo lugar tan pronto como agosto de 1914, fue en la Segunda Batalla de Ypres, el 22 de abril de 1915, cuando por primera vez el ejército alemán liberó 160 toneladas de un gas letal, el cloro, frente a posiciones francesas», explicó Alejandro Fernández Blanco en « La Larga Guerra del siglo XX

».

Jinetes y caballos provistos de caretas contra los gases asfixiantes+ info
Jinetes y caballos provistos de caretas contra los gases asfixiantes

En los periódicos de aquellos días se describió el empleo de esos gases asfixiantes. El corresponsal del Daily Mail en Boulogne afirmaba que «el ataque había sido cuidadosamente preparado, pues antes de realizarse se observó que en las trincheras avanzadas de los alemanes había algunos soldados cubiertos con una especie de escafandras, provistas de retortas generadoras de un metro de largo, puestas en comunicación con unos tubos dirigidos contra las líneas francesas». Según recogió ABC, diversos testigos aseguraron «haber visto a los alemanes extender un fluido delante de las trincheras que, puesto en combustión, desprendía enorme cantidad de vapores, y que, además, los soldados alemanes se precipitaban al ataque provistos de aparatos protectores para la nariz, para la boca y para los ojos». Los alemanes arrojaron además «bombas explosivas, de las que se desprendían vapores deletéreos».

«No vayais allí sin llear la máscara contra los gases asfixiantes», se avisaba en un cartel+ info
«No vayais allí sin llear la máscara contra los gases asfixiantes», se avisaba en un cartel

Fernández Blanco explicaba que a pesar del daño provocado al enemigo, el cloro se demostró ineficaz como arma ya que era fácilmente visible su nube y requería de altas concentraciones para ser mortal. Por eso pronto se combinó con fosgeno, que era mucho más letal, aunque sus efectos tardaban un día en manifestarse. La iperita o gas mostaza fue el más mortífero de los empleados en la guerra. Ipres fue de nuevo el escenario en el que Alemania probó esta arma química, pero su uso entrañaba más inconvenientes que ventajas en el campo de batalla.

La nueva caballería

La traumática guerra de trincheras llevó a los contendientes a crear un vehículo blindado capaz de cruzarlas, aplastar las alambradas de púas y mantener a los soldados a salvo de las ametralladoras enemigas. «Con el fin de mantener en secreto la fabricación de los primeros carros de combate, se informó a los trabajadores que lo construían que eran simples aljibes para agua autopropulsados, Tanks, y de ahí deriva el nombre popular de estos vehículos», contaba el coautor de «La Larga Guerra del siglo XX» que los definió como «la nueva caballería». El primero en irrumpir en un campo de batalla fue el Mark I británico que participó en la batalla del Somme. Después les llegaría el turno a los franceses Schneider CA y Saint Chamond y al ligero Renault FT-17, el primero con una torreta giratoria que permitía una visión de 360 grados. Los alemanes también construyeron los suyos, los Sturmpanzerwagen A7V. El primer enfrentamiento entre tanques tuvo lugar en abril de 1918.

Carros de asalto de tipo moderno pasando por entre las ruinas de una aldea en el frente francés del Aisne.+ info
Carros de asalto de tipo moderno pasando por entre las ruinas de una aldea en el frente francés del Aisne. - Louis Hugelmann

El corresponsal de ABC en Londres Miguel de Zárraga describió así esta «máquina infernal» en 1916: «No se trata de un simple tanque; ni es siquiera tampoco, interpretando las palabras oficiales, un modesto carro armado... Es algo mucho más sorprendente: es una auténtica máquina infernal, de extraordinaria potencia, a la vez defensiva y ofensiva. Aunque técnicamente solo sea un gigantesco automóvil blindado, de insólita forma, con maravillosas articulaciones (...) Algún mérito tendrá la infernal maquinaria cuando ya han comenzado en el bando enemigo las protestas en nombre de la civilización. Protestas ante las cuales los ingleses se encongerán de hombros con la conciencia tranquila. Ellos son los autores de este maquiavélico saltamontes de acero que vomita metralla; pero en la presente guerra no fueron ellos los que introdujeron el uso de los gases asfixiantes, ni del fuego líquido, ni de las balas explosivas, ni de los envenenamiento de las aguas, ni de las minas flotantes; ni se les puede acusar de haber torpedeado buques de pasajeros, ni bombardeado ciudades abiertas, ni empleado zeppelines osbre las gentes indefensas, ni deportado poblaciones civiles...».

El aire, nuevo campo de batalla

En la guerra italo-turca de 1911-12, en la Primera Guerra de los Balcanes o en la Revolución Mexicana se habían empleado aviones para bombardear posiciones enemigas, pero fue en la Primera Guerra Mundial cuando el cielo se convirtió en un campo de batalla más, con los primeros enfrentamientos entre aeroplanos. La industria armamentística no tardó en especializar sus aviones según su empleo en cazas, bombarderos o aviones de reconocimiento.

Un aeroplano de combate aliado dirigiéndose hacia el terreno ocupado por el enemigo en 1918+ info
Un aeroplano de combate aliado dirigiéndose hacia el terreno ocupado por el enemigo en 1918 - Louis Hugelmann

En esta guerra en el aire se destacaron intrépidos pilotos, aunque el más famoso de entre ellos fue el Barón Rojo. El periodista Javier Bueno, que firmaba con el pseudónimo de Antonio Azpeitua, visitó la guarida de Manfred von Richthofen en el frente occidental cuando ya era toda una leyenda de la aviación. El corresponsal de ABC la llamó «el palomar de los 'diablos rojos'», pues con este nombre satánico habían bautizado los ingleses a los aviadores de la escuadrilla del joven militar alemán.

El silencioso y letal submarino

El almirante inglés de la reserva sir Percy Scott publicó en 1914 un artículo ponderando el importantísimo papel que desempeñarían los submarinos en las contiendas navales futuras. Muchos lo tildaron de exagerado entonces, pero con el transcurso de la Gran Guerra tuvieron que cambiar de opinión. «Aparte de otros muchos servicios prestados por los submarinos, como en los reconocimientos preliminares del combate naval de Heligoland, tan enaltecidos en la gran Prensa británica, está confirmado oficialmente que el «scout Pathfinder», de 2.940 toneladas y 25 millas, cuya pérdida se atribuyó a las minas flotantes fue torpedeado en realidad en las proximidades de Edimburgo por el submarino germánico «V-21»; poco después, el viejo crucero alemán «Hela», de 3.040 toneadas, atacado por dos o tres submarinos ingleses se hundía a la vista del litoral teutónico por la explosión de uno de los torpedos disparado desde el «E-9», que acaba de hacer lo mismo frente a la desembocadura del Ems con un destroyer enemigo, y, por último, a pesar de las contradicciones parciales en cuanto al número de submarinos atacantes (...), la verdad es que no hemos leído ninguna versión autorizada del Almirantazgo británico desmintiendo la aseveración oficial alemana, rotunda y categórica, de que los tres cruceros acorazados ingleses «Aboukir», «Cressy» y «Hogue» han sido torpedeados por un solo submarino germánico, el «V-9», que regresó indemne a su base de operaciones», escribió José Barbastro en octubre de 1914 en ABC.

Londres (Reino Unido), julio de 1916. En el muelle del Temple, en Londres. El submarino alemán portaminas que fue capturado por los ingleses, y ha sido expuesto al público. En la fotografía se ve una de las minas (x) que llevaba el buque+ info
Londres (Reino Unido), julio de 1916. En el muelle del Temple, en Londres. El submarino alemán portaminas que fue capturado por los ingleses, y ha sido expuesto al público. En la fotografía se ve una de las minas (x) que llevaba el buque - Chales Trampus

Muy pronto se vio en la Gran Guerra que los sumergibles, que ya habían sido empleados con éxito antes como arma, iban a desempeñar un papel fundamental en la contienda. Para Barbastro, era ya «un hecho indiscutible que no habrá en lo porvenir un programa lógico de construcciones navales sin que en él figuren un número proporcional y adecuado de submarinos, que tendrán tanta más importancia cuanto mayor sea su radio de acción».

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