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De la sequía a las inundaciones, ¿por qué no se aprovechan las lluvias torrenciales?

En plena sequía, la DANA deja en algunas localidades del Levante registros de precipitación equivalentes a lo que sería normal en toda la primavera y pone sobre la mesa el reto de rescatar el agua

Tres semanas con lluvias a la vista: el tiempo inestable se instala en la Península

Un hombre retira agua de la calle con dos cubos, este viernes, en Molina de Segura (Murcia) Efe / Vídeo: atlas
Isabel Miranda

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La lluvia ha sido tan intensa en Castellón este viernes que, en tan solo dos horas, se registró una precipitación mayor a la que normalmente suma toda la primavera de media en la ciudad, con 150 litros por metro cuadrado (l/m2). La torrencialidad ha sido una constante esta semana en diferentes puntos del país. De los 220 l/m2 en un día en Benicásim (Castellón) a los 61 l/m² en una hora en el casco urbano de Cartagena (equivalente a toda la lluvia habitual allí de marzo a mayo). Cayeron incluso 17 l/m² en apenas diez minutos en Utiel (Valencia). Pero en todos los casos el resultado fue similar: calles anegadas, fuertes riadas y un agua que, en plena sequía, apenas ayudará a paliar el déficit. No se aprovecha.

Las precipitaciones de esta semana y las previstas para los próximos días han llegado como una bendición para el campo, pero la escasez general continúa. Desde el pasado 1 de octubre -comienzo del año hidrológico-, hasta el 23 de mayo, se han recogido en España 371 litros por metro cuadrado, lo que representa alrededor de un 27% menos de lo normal (508 l/m2), según datos de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet).

«Estas lluvias, a las puertas del verano, ayudarán a humedecer los suelos y a reducir el estrés hídrico que padecen los ecosistemas como consecuencia de la prolongada sequía que padece España», aseguró el portavoz de la Aemet, Rubén Del Campo. También reducirán el riesgo de incendios y «es posible que puedan recuperarse algo las reservas de agua», explicó.

Los embalses se encuentran al 47,7% de su capacidad, pero las posibilidades de recoger el agua que anega localidades en horas es limitada. Para empezar, por las propias características de las lluvias torrenciales: son aquellas en las que se alcanza una intensidad de al menos 60 litros por metro cuadrado en una hora o al menos 10 litros por metro cuadrado en 10 minutos. Con esta fuerza, el fenómeno no suele durar más de tres horas y se concentra en un área máxima de 50 kilómetros cuadrados. Es decir, son lluvias bastante localizadas.

Por ello, recopilar el agua cuando llega de esta forma «es complejo, es una cuestión de inversión y de ver hasta dónde estás dispuesto a adaptarte y a tener un inmovilizado que la mayor parte del tiempo no se usa», explica Luis Fernando Martín Rodríguez, decano del Colegio de Ingenieros Técnicos de Obras Públicas de Las Palmas. El experto defiende que no se necesitan «grandes infraestructuras, sino pequeñas a lo largo de un cauce», como podrían ser «pequeños tomaderos o azudes» que pudieran retener las aguas en determinados momentos, «pero eso va también en contra de los caudales ecológicos», reconoce.

Azudes hinchables

No obstante, asegura Martín Rodríguez, hay opciones. Algunos países han empezado a incorporar azudes hinchables, que se pueden inflar o desinflar en función de los niveles de agua, a la vez que se pueden ampliar los tanques de tormenta. Aunque, asegura, es vital destinar recursos humanos y económicos al mantenimiento de las infraestructuras, algo que no siempre se hace.

España ya está sufriendo cambios en los patrones de lluvia. Según los datos de la Aemet, ahora llueve menos días al año y, cuando lo hace, cae con mayor intensidad. Las lluvias torrenciales son más frecuentes e intensas en la vertiente mediterránea, junto con un incremento de la duración de los períodos secos en el sur peninsular. Pero es difícil determinar dónde y cuándo se van a producir estos eventos.

«No hay precedentes de algo similar en Castellón fuera de los meses otoñales», valoraba ayer la Aemet sobre los 198 litros por metro cuadrado recogidos en total en un día. Solo en dos ocasiones se habían superado los 198 l/m2 de precipitación acumulada en 24 horas en alguno de los dos observatorios históricos de Castellón de la Plana, y ninguno de ellos había sido en mayo. El evento se saldó con más de 50 actuaciones de los bomberos en la provincia, aunque las zonas más afectadas fueron Benicasim, Oropesa y Cabanes.

«Las ciudades están bastante mal preparadas en el aprovechamiento de aguas superficiales», asegura Martín Rodríguez. «Nos hemos dedicado a pavimentar y el suelo no tiene capacidad de infiltración. Todo es escorrentía». Al final se generan inundaciones, grandes riadas y ningún aprovechamiento.

Incorporar paseos verdes en la ciudad con puntos de infiltración hacia el subsuelo podría permitir un mejor aprovechamiento del agua para riego o baldeo de calles, sugiere. «Pero al haber hecho ciudades casi herméticas en el suelo, ahora revertir todo eso es muy costoso».

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