'LA EDUCACIÓN UNIVERSAL'
«La izquierda ha olvidado que la meritocracia permite a las clases bajas sobreponerse a su desventaja»
Los especialistas en Educación Juan Manuel Moreno y Lucas Gortazar se preguntan en su ensayo 'Educación universal' por qué el proyecto más exitoso de la historia está creando nuevas desigualdades
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La educación universal era el proyecto más exitoso de la historia pero hoy, sus achaques, han provocado que muchos se pregunten si el proyecto ilustrado ha muerto de éxito y qué podemos hacer para salvarlo. Juan Manuel Moreno (Madrid, 1961) y Lucas Gortazar ( ... Bilbao, 1986) realizan en su ensayo 'Educación universal' (Debate), un diagnóstico de los males educativos que asolan el mundo, con parada especial en España, y que parte de una gran paradoja: a mayor igualdad de oportunidades, mayor desigualdad de resultados. O, dicho de otro modo, si la maratón olímpica la corren cien personas, entre el primero y el último habrá menos diferencia que si la corre toda la ciudad de Nueva York.
Moreno es catedrático de Didáctica y Organización Escolar de la Universidad Nacional a Distancia (UNED) y dedicó dos décadas a la educación en el Banco Mundial y Gortazar es director del Área de Educación del Centro de Políticas Económicas de ESADE, además de consultor en el departamento de Educación, también en el Banco Mundial. Les preguntamos sobre algunos de los conceptos y desafíos que plantean en su libro como la crisis de la meritocracia, los retos que trae el invierno demográfico, el papel de las élites educativas globales, el identitarismo en la enseñanza o la burbuja de los títulos.
—Dicen en su libro que la meritocracia se ha vuelto de derechas.
—La meritocracia cambia de bando en el momento en el que una parte de la izquierda considera que perpetúa los privilegios por otros medios y que es un sistema comprado donde no hay igualdad de oportunidades real. Creen que el mérito –con parte de razón– viene condicionado por la influencia de los genes o del código postal y les deja de servir. En este contexto, la derecha, en una maniobra inteligente y algo interesada, se apropia discursivamente de la meritocracia. Hace 70 años era impensable que un gobierno conservador hablara del mérito como algo que les representara. Sin embargo, la izquierda actual ha olvidado que el mérito nunca ha dejado de ser aquello que permite a las clases más bajas sobreponerse a su desventaja de hogar o a su desventaja de cuna. Decimos, simplificando, que la meritocracia se ha hecho de derechas, pues son los partidos de este signo los que la defienden con más énfasis con la coletilla del esfuerzo. Claro que es un régimen algo tocado del ala, pero las alternativas son iguales que las alternativas radicales a la democracia: harto dudosas y poco prometedoras.
—En cambio, los identitarismos se han vuelto de izquierdas.
—Al igual que hay burbujas financieras, existe una burbuja identitaria por la que el mérito ha sido sustituído por el orgullo identitario. Es curioso porque, volviendo a lo anterior, el mérito, que era una cosa muy de izquierdas, ahora es muy de derechas, y el orgullo identitario, que era muy de derechas, ahora también es muy de izquierdas. El consenso en política está sobre una fragmentación imparable de identidades colocadas, además, como prueba del algodón de la igualdad en educación. Pero, contrariamente a lo que pretende, este identitarismo acaba llevando a nuevos tipos de desigualdad. De hecho, a más formas de desigualdad, pues todo aquello que es común va reduciéndose de tamaño, deja de haber menús colectivos y vamos hacia el restaurante a la carta para cada vez más grupos.
—También aluden a otra burbuja: la de las credenciales.
— El credencialismo se da cuando existe una brecha entre lo que se aprende y lo que se verifica por medio de credenciales, de diplomas. La brecha es creciente y a veces es un abismo por lo que, en este sistema, estos diplomas valen cada vez menos. Se ha roto el consenso que ha existido durante mucho tiempo entre empleadores del mercado laboral e instituciones educativas. Ahora hay que indagar mucho más antes de contratar a alguien.
«El problema de la Selectividad no es el exceso de aprobados, sino de notas altas»
—La Selectividad copa hoy los titulares, ¿es un ejemplo de credencialismo?
—La competición que tenemos en Selectividad por las notas más altas es hasta cierto punto comprensible teniendo en cuenta el premio que supone poder estudiar carreras como Matemáticas o Medicina. Después de la crisis de 2008, muchas familias se dan cuenta de la importancia de elegir bien el grado, pues hemos 'padecido' un fenómeno de sobrecualificación. Ha habido un aumento del efecto competición en la PAU y también inflación de las notas debido a una agenda legislativa errática desde 2010. El riesgo está en que las grandes oportunidades académicas se deciden en centésimas entre el 13 y el 14. Tenemos una prueba que está igualando por arriba y que es un poco lo contrario de lo que planteamos en el libro. No es tanto el problema del exceso de aprobados, como el exceso de notas muy altas.
—Sin salirnos de España, ¿damos un peso excesivo a informes como PISA?
—En España sobredimensionamos PISA y sus resultados porque no tenemos un sistema de evaluación propio con cara y ojos sostenido en el tiempo. Su aportación es enorme, pues ha parado discursos triunfalistas y también apocalípticos. Pero a pesar de PISA, esos discursos siguen apareciendo. Lo que sí que es verdad es que no te va a dar las claves de lo que tienes que hacer en los centros educativos, de las políticas concretas a aplicar.
—El invierno demográfico es uno de los desafíos a los que se enfrentan las aulas del futuro. ¿Aumentarán los recursos por niño?
— Al haber menos alumnos, es probable que haya gobiernos que se ahorren parte de la factura de la educación y la inviertan en pagar las pensiones. La paradoja es que ese invierno demográfico que también se siente en regiones del mundo no tan ricas como América Latina no va a venir aparejado necesariamente de mejores ratios y mejores profesores sino que al contrario, puede ser que le acompañe un invierno en el reclutamiento de profesores, en una profesión que se hará cada vez menos atractiva.
—¿Por qué las élites están interesadas en que mejore el nivel educativo ?
—Aunque suene contradictorio, élites ahora mismo en el mundo hay muchas. La élite que nosotros tratamos de retratar en el libro es la élite educativa global, estamos hablando de Silicon Valley y mucho más allá. Esta élite no es rentista, sino que trabaja y mucho y ha llegado a la conclusión de que la desigualdad rampante no solamente es mala para la seguridad o la justicia social, sino que es mala para su negocio y sus intereses. Muchos están invirtiendo grandes cantidades de dinero en educación, no sólo Bill Gates o Elon Musk. ¿El motivo? Favorece su 'business'.
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