Aniversario
Expo'92 de Sevilla: treinta años después, la historia no ha tenido fin
El aniversario de la Exposición Universal dibuja un mundo muy distinto al que se presentó en la isla de la Cartuja en 1992
La ciudad sigue, entre tanto, viviendo de la inercia que le deparó convertirse en escaparate de un mundo que ya no existe
De aquella generación política, sólo José Borrell sobrevive en el cargo de representante de política exterior europea
En imágenes, 30 años de la Expo'92
Treinta años atrás, el Lunes de Pascua de 1992, 20 de abril en el calendario civil, casi nadie sabía dónde quedaba Ucrania en los mapas . Tampoco había forma de encontrarla en la Exposición Universal que se celebraba en Sevilla como el ... último golpe de efecto en el gran teatro de un mundo que ya no existe. Quienes vivieron aquella fiesta durante seis meses pueden alegar lo mismo que sostenía el comisario de Cuba en la Expo, Julio García Oliveras , embajador en los ochenta en la República Democrática Alemana, ya inexistente: «Chico, me borraron seis años de mi vida ». De hecho, la RDA llegó a presentar un pabellón para la Expo, luego liquidado cuando se produjo la unificación alemana en octubre de 1990. Quizá es que a todos nos borraron seis meses y no nos dimos cuenta.
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Porque el escaparate en que se convirtió Sevilla durante aquel año mágico de 1992, conmemoración del Quinto Centenario, anunciaba una mercancía perecedera que caducó . Aquel año, se había publicado un libro que se convirtió en emblema de una época. Había aparecido tres años antes en forma de artículo en una revista política estadounidense bajo el título interrogativo de '¿El fin de la historia?' conforme se desmoronaban los regímenes socialistas del Este europeo.
En 1992, con la Expo inaugurada en medio de un optimismo internacional indescriptible, Francis Fukuyama escribía en su libro 'El fin de la historia y el hombre nuevo': «El fin de la historia será un tiempo muy triste . La lucha por el reconocimiento, la disposición a arriesgar la propia vida por una meta puramente abstracta, la lucha ideológica a nivel mundial que requería audacia, coraje, imaginación e idealismo se verá reemplazada por el cálculo económico, la interminable resolución de problemas técnicos, la preocupación por el medio ambiente y la satisfacción de las sofisticadas demandas consumistas . En la era posthistórica no habrá ni arte ni filosofía , sólo la perpetua conservación del museo de la historia humana».
El mundo que alumbró la Expo y esta irrefrenable convicción en un futuro globalizado desprovisto de esas virtudes 'históricas' ha cambiado en estos treinta años transcurridos. Tanto que, muy probablemente, hoy sería imposible otra Expo92 . Cuando España se disponía a presentar la candidatura de una exposición universal para conmemorar el quinto centenario del descubrimiento de América , el primer movimiento diplomático fue consultar con México.
A tenor de los exabruptos sobre la conquista española de su actual presidente, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) , cabe intuir que la respuesta no fue tan positiva como cuando el exembajador en México Emilio Cassinello -él mismo exiliado con su familia tras la Guerra Civil- consultó a la administración de López Portillo sobre su postura oficial. De resultas del plácet mexicano -líder regional- se eliminó el sintagma «descubrimiento de América» y se acuñó lo del «encuentro de dos mundos» , que fue como pasó a la historia.
Cassinello es el único del triunvirato de la Expo'92 que sigue vivo treinta años después. Jacinto Pellón , el expeditivo ingeniero de Caminos encargado por Felipe González para construir a tiempo el recinto, murió en 2006; Manuel Olivencia , el prestigioso jurista fino y cauteloso, antiguo profesor de Derecho de Felipe González, lo hizo en 2018.
De la foto del día de la inauguración, del Rey abajo, pocos quedan en su puesto tres décadas después. Don Juan Carlos I abdicó en 2014; Felipe González cayó derrotado en las elecciones de 1996; y Manuel Chaves, presidente de la Junta, acabó su carrera política como vicepresidente del Gobierno con Zapatero en 2011. En 2019 fue condenado por el caso de los ERE, pendiente del recurso en el Supremo.
El ministro de Relaciones con la Cortes, Virgilio Zapatero , sobre el que recayó la coordinación de los trabajos de la Expo, fue rector de la Universidad de Alcalá de Henares y hoy está retirado. De cuantos se sentaban en el Consejo ( Solchaga, Fernández Ordóñez ), poca memoria queda salvo la excepción: el entonces titular de Obras Públicas, José Borrell , más activo que nunca como responsable de la política exterior de la Unión Europea.
La generación de políticos sevillanos que gestó la Expo también ha sufrido parecida merma: Manuel del Valle, el alcalde de la transformación de la ciudad, murió en 2020; Alejandro Rojas Marcos y Soledad Becerril, alcalde y primera teniente en 1992, están ya retirados del todo; lo mismo que Luis Yáñez, presidente de la sociedad estatal del Quinto Centenario.
Hay más fotos irrepetibles de aquel día . No por la continuidad de los protagonistas sino por la discontinuidad de las políticas que las alumbraron. La Familia Real al completo posando en la terraza del pabellón de España con todos los presidentes autonómicos empezando por el lehendakari José Antonio Ardanza, el 'molt honorable' Jordi Pujol y el presidente gallego Manuel Fraga , muerto en 2012; Rodríguez Ibarra, Leguina, Lerma, Lucas … nombres que el tiempo ha barrido.
También entre los invitados: los duques de Alba o Camilo José Cela , todavía sin el premio Nobel con que la Academia Sueca -con la inestimable intervención del Rey- quiso resaltar el año de España aunque compensara con el Nobel de la Paz a Rigoberta Menchú . Para cuando la indígena guatemalteca recogió su galardón, la Expo92 ya había cerrado sus puertas.
Durante los seis meses que duró, de abril a octubre de 1992, no dejaron de producirse cambios en la escena internacional que desbordaban la propia Expo. Yugoslavia tuvo que arriar su bandera en junio de 1992 y mantener abierto el pabellón sin ninguna referencia gubernamental a la República Federativa de Yugoslavia en un gesto inédito en la historia de las exposiciones universales en virtud de las sanciones aprobadas por la ONU contra el país balcánico. Eslovenia y Croacia, en plena guerra , se habían separado de Yugoslavia en 1991, pero no llegaron a tomar parte en la Expo.
Con Checoslovaquia pasó algo parecido. Había sido de las primeras naciones en presentar su pabellón y los contenidos en torno a tres figuras indiscutibles de su pasado centroeuropeo: el pedagogo Comenius, el astrónomo Kepler y el pintor Arcimboldo , pero la Revolución de Terciopelo que encumbró a Vaclav Havel desbarató los planes. El nuevo gobierno destituyó a la comisaria y planteó nuevos contenidos, con menos presupuesto.
Finalmente, Checoslovaquia se dividió, de forma pacífica, también durante aquel año 92: la futura República Checa se quedó con el pabellón -luego sede de Ayesa- y Eslovaquia tuvo que conformarse con un restaurante típico en la avenida 3 convertido en representación oficiosa de la que iba a ser una nueva nación a partir de enero de 1993.
Sevilla asistía durante su exposición a la eclosión de un nuevo mundo casi a la altura de lo que se conmemoraba con quinientos años de diferencia. Aquellos países que salían de la noche oscura del socialismo real estaban dando los primeros pasos del largo camino para homologarse con las democracias liberales europeas.
Algunos gestos de entonces nos suenan impensables hoy por hoy. Todo sonaba nuevo. Así, la visita del vicepresidente ruso, Alexander Rutskoi , el 29 de julio incluyó escalas en los pabellones de Reino Unido y Estados Unidos además del país anfitrión. Rutskoi, azote de la corrupción institucional de las privatizaciones postsoviéticas, nació en la actual Ucrania.
El segundo de Boris Yeltsin en el Kremlin había reafirmado la creencia en el tiempo nuevo: «La Expo abre una nueva etapa en la historia de la humanidad. Esta Exposición Universal supone el primer paso para adentrarnos en el siglo XXI, ya que se trata de un evento pacífico y en el que se trabaja por el bien de todos».
Treinta años después, la camarilla de Putin ha desmentido con hechos aquellas palabras bienintencionadas . La participación de Rusia en la Expo había virado ostensiblemente desde el primer programa de contenidos presentado por la URSS en torno a los logros del «hombre nuevo» soviético centrados en los cosmonautas. El edificio se mantuvo en pie, con la escalera del saber en su tejado, pero del ateísmo militante de los cosmonautas se pasó a una exposición de iconos bendecidos por el pope Nefedov y una estatua del disidente Sajarov. Pero el exquisito caviar del Caspio se ofrecía en el restaurante. Todo eso estaba a la vista en Sevilla, en 1992: había que restregarse los ojos para creerlo.
Cuando Mijaíl Gorbachov visitó la Expo en agosto, recibió trato de jefe de Estado por más que había dejado de serlo con la disolución de la URSS y del PCUS del que fue su último secretario general. Y dejó una declaración, a modo de advertencia contra los nacionalismos y las secesiones, que cobra más valor con el tiempo transcurrido: «Esta es una lección para todos vosotros. Hay que compartirlo todo, ya que si nos vamos a dividir lo pasaremos mal ; juntos hacemos la fuerza».
Gorbachov fue uno de los nombres propios que pasaron por la Expo. La comitiva de personalidades internacionales por la isla de la Cartuja la inauguró el sindicalista de Solidaridad Lech Walesa como presidente de Polonia . Luego pasaron Lady Di y el príncipe Carlos ; la 'grandeur' de Mitterrand ; los reyes de Suecia con sus hijos; el amigo de España Mario Soares al frente de 5.000 chavales lusos; Rainiero, Alberto y Carolina de Mónaco ; la reina Beatriz de Holanda; el arzobispo emérito de Recife, Hélder Câmara ; los presidentes iberoamericanos, incluido Fidel Castro... estrella de la Cumbre Iberoamericana, al día siguiente de la inauguración de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92.
Marruecos envió a Moulay Rachid , el hijo menor de Hassan II para presidir su día nacional. Una señal del rango diplomático que el vecino del sur le había aplicado a la Expo. De largo, fue el participante más complicado de atender en sus necesidades: trajo a tres mil albañiles para decorar con mocárabes y atauriques el pabellón que hoy es de las Tres Culturas . Cualquier disputa menor escalaba de inmediato hasta las más altas instancias.
En las caracolas de la Expo se hacían cruces el día que una disputa en torno al retranqueo del edificio lo zanjaron desde la delegación marroquí apelando a una llamada de monarca a monarca para solucionar el desencuentro. Al final, se arregló pero no consta que Hassan llamara a su 'primo' Juan Carlos.
Las simpatías españolas estaban en 1992 con el pueblo saharaui. La Marcha Verde estaba todavía bien reciente y abundaban los DNI de españoles nacidos en Larache, Tetuán, Alcazarquivir… El 28 de septiembre, el Frente Polisario celebró un día oficioso de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) acogida en el pabellón de Tierras del Jerez en que se habían agrupado los productores de vinos generosos del marco jerezano bajo la égida del alcalde jerezano Pedro Pacheco .
En Argelia , el otro vértice de este triángulo escaleno diplomático, bastante tenían con aguantar las embestidas del integrismo islámico tras el magnicidio de su presidente Mohamed Budiaf y la ola de represión subsiguiente contra el Frente Islámico de Salvación , victorioso en la primera vuelta de las elecciones de fines de 1991.
Vista en retrospectiva, las dos superpotencias que se adivinan en el horizonte del siglo XXI no tuvieron una especial presencia en la Expo92. Estados Unidos se presentó con un pabellón de medio pelo y su día de honor, la máxima representación la ostentó la mujer del vicepresidente Dan Quayle , un político cuya memoria peyorativa se usa para calibrar el desempeño de quienes conforman el tique electoral. Tampoco es lo mismo que venga Whitney Houston como estaba previsto a que lo haga el actor Tony Randall .
La otra ausencia destacable es la de China , cuyo modestísimo pabellón probablemente estuviera al nivel de lo que se esperaba del gigante asiático en 1992 pero no en la actualidad. El viceprimer ministro Tian Jiyun aseguró que la participación China en la Expo, «está incrementando las relaciones entre el continente europeo y el asiático». «Pero, no sólo eso, sino también está aumentando la amistad entre todos los pueblos del mundo», dijo en su día nacional.
La Expo92 abrió Sevilla al mundo , aunque ese mundo iba a cambiar bastante más que la propia ciudad en las tres décadas siguientes. Sobre todo, la Exposición abrió Sevilla al turismo nacional. En el lustro previo a la Expo, la planta hotelera sevillana no superaba la cincuentena de establecimientos , pero el número de hoteles alcanzó su cénit en 1993 con un centenar que ofertaban 16.000 camas.
Por poner en perspectiva estas cifras, cuando la Oficina Internacional de Exposiciones examinó a Sevilla para pasar el corte de candidatura, la oferta de la ciudad rebasaba a duras penas las cinco mil plazas hoteleras. En la actualidad, esa cifra alcanza las 24.000 camas.
El número de viajeros alojados en esos mismos hoteles rompió la barrera del millón de turistas precisamente en 1992, si bien subió hasta 1,5 millones cinco años después. En 2019 (último año homologable), esa cifra alcanzó los 3,12 millones de viajeros que generaron casi 7 millones de pernoctaciones. Durante el año 1992, las pernoctaciones dieron un salto de 1,8 millones el ejercicio precedente a 2,5 millones. Cinco años después, en 1997, la estadística de pernoctaciones estaba en tres millones de noches de hotel.
Treinta años después de la Expo -de la línea del AVE, la ampliación del aeropuerto, las nuevas avenidas urbanas-, Sevilla dispone de una única línea de metro pendiente de futuras ampliaciones , no ha sido capaz de completar la circunvalación exterior y anda en obras para prolongar el tranvía. El mundo ha mutado radicalmente, pero hay cosas que nunca cambian.
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