Olimpismo
Sevilla y Brisbane, la carrera de relevos más larga de la historia
La ciudad australiana le cedió el testigo a la capital andaluza con la Expo92 y ahora se sube al podio como organizadora en 2032 de los Juegos Olímpicos con los que Sevilla soñó durante una década
Sevilla y Brisbane , que hace quince días fue confirmada como sede de los Juegos de la XXXV Olimpiada de la era moderna en 2032, llevan pasándose el testigo de grandes eventos internacionales en las cuatro últimas décadas casi sin solución ... de continuidad. Esta historia de dos ciudades encierra un relevo largo no sólo por los 17.761 kilómetros de distancia que las separan sino por la relación que las une desde 1988.

Entonces, la ciudad más poblada del estado de Queensland (en el cuadrante nororiental del continente isla de Australia) celebró la conocida como World Expo 88 , una exposición de rango internacional en torno al ocio en la era tecnológica de la que casi ningún antípoda habría escuchado ni media palabra de no haber sido la exhibición inmediatamente anterior a la de Sevilla de 1992. Ahí está la hemeroteca de ABC para confirmarlo: «Sevilla toma el relevo de las exposiciones universales» , publicado el 29 de octubre de 1988, el día previo a la clausura del certamen.

Una delegación de la Comisaría de la Expo 92, con Manuel Olivencia a la cabeza, a la que se unieron políticos y empresarios locales, se desplazó hasta Australia para tomar el testigo en forma de bandera del BIE (organismo regulador de las exposiciones). La exposición, inaugurada por la Reina Isabel II , conmemoraba los dos siglos desde la llegada de los primeros colonos británicos a aquel país.
La nota española en la clausura de aquel magno certamen en la otra punta del globo la puso el grupo musical Mecano , que era lo más internacional de la música nacional en aquel tiempo, excepción hecha de Julio Iglesias , que también había pasado por la orilla sur del río Brisbane. Sevilla regaló a su predecesora un castillo de fuegos artificiales para la última noche de la exposición.
A pesar de la distancia, no había mucha diferencia entre Sevilla y Brisbane en tamaño poblacional , aunque con alguna ventaja para la ciudad australiana. Más de treinta años después, la tercera ciudad de Australia es la que más rápidamente ha crecido en aquel país atrayendo flujos migratorios de toda la isla hasta más que duplicar su población, en torno a los 2,3 millones de habitantes. Sevilla sigue estancada en 700.000 habitantes en su término municipal con 1,3 millones en su área de influencia.
Por detrás en población, Sevilla le tomó la delantera a Brisbane en pos del sueño olímpico . A lo largo de una década, la que va de 1993 a 2002, la capital andaluza se lanzó de lleno a la aventura postulándose como sede de los Juegos en 2004, 2008 y 2012 , si bien en la última intentona tuvo que dejar sitio a Madrid, que pedía paso.
La intentona hispalense de inscribir su nombre en el selecto club de ciudades olímpicas arrancó en el mandato de Alejandro Rojas-Marcos como alcalde de la ciudad, cuando atisbó la importancia estratégica de enarbolar la bandera de un gran acontecimiento en torno al que pudiera agruparse la ciudadanía, como había pasado con el arrollador éxito de Barcelona 92 un año antes. En cierto sentido, Sevilla 2004 nació como un remedio de ensueño para la depresión (no sólo psicológica como después de un parto sino, sobre todo, salvajemente económica) que siguió a la Expo 92.
Sevilla 2004 tenía casi todo en contra, empezando por la cercanía de los Juegos de Barcelona como para repetir país con sólo doce años de diferencia
Enrique Moreno de la Cova , que había sido director del pabellón del COI en la isla de la Cartuja, se puso al frente de una candidatura que lo tenía todo en contra, empezando por la cercanía de los Juegos de Barcelona como para repetir país con sólo doce años de diferencia. Estaba el precedente, eso sí, de Los Angeles 84 y Atlanta 96 pero detrás de la capital del estado de Georgia estaban organizaciones tan poderosas como Coca-Cola o la CNN de Ted Turner .
Con nada de eso contaba Sevilla salvo el entusiasmo algo iluso de que el COI iba a fijarse en una hermosa ciudad de tamaño medio del sur de Europa marcada por el desempleo y las carencias de infraestructura que la Expo92 no había saldado del todo.
Aquel intento naufragó en Lausana en marzo de 1997 , cuando Sevilla quedó apeada de la carrera olímpica, esa misma que ahora el Comité Olímpico ha desbaratado entablando negociaciones directas con una sede que expresa de antemano su interés como ha sido el caso de Brisbane, desde febrero de este año, con más de 4.000 días por delante hasta llegar al encendido del pebetero . Oficialmente, se busca acabar con el escándalo de la compra de votos que salpicó al organismo en el pasado. En la práctica, se trata de subir la puja no a mano alzada sino con la discreción de los acuerdos por debajo de la mesa.

El actual presidente del Comité Olímpico Internacional, el alemán Thomas Bach , encabezó precisamente la comisión evaluadora que en octubre de 1996 había conocido in situ la candidatura hispalense. Su informe no dejaba lugar a dudas: Sevilla no estaba preparada ni, lo principal, tenía tamaño para acoger unos Juegos Olímpicos.
En 1997, cuando el primer corte olímpico en contra, Sevilla había cambiado ya de alcalde conservando la coalición PP-PA pero dándole el bastón de mando a Soledad Becerril . La alcaldesa nunca fue entusiasta de la carrera olímpica, pero el temor a que el socio de gobierno le arrebatara esa bandera, puso a la ciudad en los tacos de salida para aspirar a los Juegos de 2008 .
Cambió al director de la oficina olímpica, se diseñó un nuevo logotipo y se puso manos a la obra en un dossier de candidatura mucho más fiable y solvente que el enjaretado a uña de caballo para llegar a tiempo de postularse para los Juegos de 2004. No salió mal del todo: la intentona costó 515 millones de pesetas (3 millones de euros constantes) pero obtuvo un superávit de 45 millones de pesetas (270.000 euros). Se trató de una colaboración entre la iniciativa privada y las administraciones públicas porque éstas sólo abonaron la cuarta parte del monto global.
A finales de los años 90, Sevilla pugnaba por ser reconocida como ciudad del deporte : fundaciones, congresos, todo se enfocaba a la actividad deportiva, hasta el festival de cine que se centró en películas deportivas y en homenajear a grandes glorias como Gebrselassie . La ciudad se ofreció como escenario de cuantos campeonatos pudieran desequilibrar a su favor la votación de las federaciones internacionales deportivas representadas en el COI. Entre los más destacados, un Europeo de natación en 1997 y un Mundial de Atletismo en 1999 , con que el todopoderoso Primo Nebiolo (presidente de la IAAF) quiso premiar a Sevilla.
El torneo atlético -cuya memoria perduró varias décadas gracias a la estratosférica plusmarca de Michael Johnson en los 400 - justificó la construcción del estadio de la Cartuja en que se había empeñado la ciudad para ofrecer al COI la realidad tangible de unas instalaciones ya en marcha. Más sibilina resultó la elección de la dehesa de Tablada para levantar la villa olímpica de los atletas: la coartada perfecta para acallar las voces contra la urbanización de unos terrenos inundables en el cauce de avenidas del Guadalquivir.
Pero el estadio al que ahora se llama pomposamente olímpico, fue en principio un proyecto para que Sevilla y Betis abandonaran sus canchas de juego: pero el estadio único naufragó antes de la botadura y se optó por lo más sencillo, cambiarle el adjetivo para hacerlo olímpico aun sin haberse disputado ninguna prueba de los Juegos.
Para los Juegos de 2008 se había previsto una inversión necesaria de 260.000 millones de pesetas (1.500 millones de euros) y otros 330.000 de infraestructuras añadidas . La propuesta de la candidatura olímpica de Sevilla 2008 concentraba treinta de las cuarenta instalaciones necesarias en un radio de cuatro kilómetros , con la isla de la Cartuja como centro neurálgico de la competición. Al estadio habría que sumar un complejo de piscinas, un campo de tiro y la cancha de voley-playa.
La candidatura reservaba el estadio del Betis para la final de fútbol y el Ramón Sánchez Pizjuán, partido por la mitad para los torneos de baloncesto y voleibol . El club Pineda serviría para tiro con arco y pentatlón moderno en tanto que la UPO acogería el béisbol. El bádminton se llevaba a Camas y el ciclismo a Dos Hermanas. Sólo el estadio de atletismo, la joya de la corona de aquella iniciativa, pasó de los planos a los ladrillos . Para ello se hizo precisa una cantidad superior a los 120 millones de euros.
La que parecía ser una baza imbatible, la del estadio de atletismo proyectado por los arquitectos sevillanos Cruz y Ortiz, no impresionó al comité de preselección del COI, que debía elegir cinco finalistas entre las diez aspirantes el 28 de agosto de 2000. Sevilla volvió a quedar fuera y el proyecto se resintió de aquel mazazo por mucho que la coalición gobernante PSOE- PA (con Monteseirín de alcalde) siguiera explotando el filón del deporte en la ciudad. Pero la veta daba ya signos de agotamiento y lo que se extraía era ya ganga .
Sevilla abandonó la carrera olímpica dos años después, en 2002, agotada en su estéril sueño cuando Madrid pidió paso para intentarlo . Casi dos décadas después, Brisbane -la ciudad que le dio el relevo de la Expo- se ha encaramado a lo más alto del podio como organizadora de los Juegos de 2032. ¿Fin de la carrera de relevos más larga de la historia?
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