Una nueva mirada sobre Fellini revela la figura de un artista barroco y espiritual
Un documental ahonda en el mundo interior del mítico director italiano

Justo ahora hace un año del centenario del nacimiento de Federico Fellini, que nació un 20 de enero de 1920 en Rímini, donde también reposan sus restos mortales, aunque falleció, como también gran romano, en Roma, el 31 de octubre de 1993. Fuera ya, por ... tanto, de los fastos por su centenario, se estrena aquí el documental « Fellini de los espíritus », un documental muy próximo a la personalidad del cineasta y que puntea en todos esos aspectos espirituales y surrealistas que poblaron su obra inmensa. Lo ha dirigido Selma Dell’Olio, directora americana que también hizo un documental sobre Marco Ferreri hace un par de años.
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Como tantos otros, Federico Fellini no es un director de cine más, sino alguien que le ha proyectado su universo al mundo, y no importa si se han visto o no sus películas para saber en qué consiste y cómo se configura ese universo. No es preciso haber visto tal o cual o ninguna de sus películas para detectarle a cualquiera de inmediato el «olor a Fellini». Si hubiera que enumerar y clasificar esos indicios que señalan la obra de este director, la secuencia podría ser: la originalidad excesiva , sin miedo al barroco y a la pompa, de su puesta en escena; la sencillez, incluso desfachatez, con la que era capaz de diluir la poesía en prosa descarada, y viceversa; la nota sentimental que le inoculaba a sus personajes y le exprimía a sus actores, y tal vez un talento único para compaginar en un plano, en un rostro, en un gesto, lo naïf y lo satírico y punzante.
Gusto por lo esotérico
Hay que decir que este documental, «Fellini de los espíritus», no muestra apenas nada de todo esto, sino que se sumerge en otras cuestiones que no están tanto en su filmografía como en su biografía, y sin entrar en su intimidad, como su obsesión por la espiritualidad (y el espiritismo y lo esotérico), su idea de lo religioso, su adoración por Carl Jung y por Ernst Bernhard , su interés por los sueños, los presagios y su descreimiento de la política y las ideologías. El trabajo de Dell’Olio es hercúleo, en el sentido de que ofrece muchos testimonios de gente cercana, sus colaboradores, de críticos, historiadores y algún director prestigioso, como Terry Gilliam, Damien Chazelle o William Friedkin. Y, nota aparte, resulta gracioso como algunos de ellos se visten para la ocasión de ser «fellinianos».
También hay entrevistas con el propio director (entre ellas, la de Joaquín Soler Serrano en su programa «A fondo») y material de archivo de algunos de sus rodajes, impresiones de sus actrices (momento Anouk Aimée ), escenas de sus películas y confesiones e impresiones de todo tipo. Lo cual, hace la película entretenida y, en algunos detalles, reveladora, aunque probablemente no quita ni pone «muñeco» ni adorno a esa idea preconcebida de su universo. Acaso lo más sorprendente sea la incursión en la historia de un personaje, Gustavo Rol, maestro espiritual, especie de mago cuya relación le influyó enormemente, entre otras cosas porque asistió a algunos prodigios que se cuentan en la película.
La obra cinematográfica de Fellini es inmensa, y no tanto por la cantidad o la calidad, sino por la influencia que ha tenido en su época y posteriores, por lo que el mundo ha visto o creído ver en ellas. Una obra cambiante, desigual, absolutamente propia aunque pudieran encontrarse trazas desde Chaplin hasta Bergman , pero toda ella unida a un mismo hilo que ofrece una peculiaridad: las películas de Fellini son divertidas, hasta las más pedantes y aburridas. Y se vieran donde se vieran, tenían pegada, incluido Hollywood, que le dio cuatro Oscar («La Strada», «Las noches de Cabiria», «8 y medio» y «Amarcord») y uno más honorífico a toda su carrera.
Giulietta Masina
El rostro de sus películas, o de la última esencia de sus películas, es el de Giulietta Masina , que combinado con el de Marcello Mastroianni (la penúltima esencia), se reunieron en la crepuscular «Ginger y Fred», donde empapado de nostalgia y de mirada agridulce está todo Fellini, desde la sorna de «Los inútiles», la ternura de «La Strada», la fauna y flora «cutre» de tantos de sus títulos y una mirada severa, desesperanzada y cínica a su presente (televisivo) y nuestro presente. Giulietta Masina murió cuatro meses después que Fellini, tras cincuenta años de vida y pantalla juntos. Tuvieron un hijo, Federico, que falleció a las dos semanas de nacer. No hay apenas alusión a todo esto, pero en este apenas si ha cabido un «flashazo» final, la narración de un suceso a la muerte de Giulietta Masina, que le da rumbo y significado al título y posibilidades de ampliación, «Giulieta y Fellini de los espíritus».
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