SEVILLA AL DÍA
El juego de la silla
Sanz quiere llegar a un consenso con el lío de la ordenanza de veladores en el que él solito se ha metido, pero sabe que es imposible: los bares quieren más y los vecinos siempre menos
EN el libro del estilo del buen sevillano hay tres elementos básicos que son irrenunciables: la calle, el sol y los veladores. El primero continúa siendo gratis y parece complicado que vayamos a renunciar a él. El segundo sabemos que existió, aunque este clima británico ... que se ha instalado en la ciudad nos lo haya arrebatado, esperemos que no para siempre. Y el tercero, el gusto de sentarnos en una terraza de un bar cualquiera a beber una cerveza y tomar una tapa, está en el centro del debate político municipal por ese callejón sin salida en el que se ha metido solito el alcalde cuando decidió reformar la ordenanza de veladores. La intención era buena, pues se trataba de poner orden en una situación que se había vuelto caótica, pero la realidad es que se ha convertido en una batalla de intereses particulares en la que Sanz tiene demasiado que perder y muy poco que ganar.
El escenario es lo más parecido a esa teoría de la manta corta. Si el gobierno municipal se acerca a una de las dos posturas que están sobre la mesa, acaba dejando al aire la otra. Es decir, si le da la razón a los hosteleros –convertidos en un grupo de presión– y acepta sus reclamaciones, los vecinos pondrán el grito en el cielo para defender sus intereses. Lo mismo ocurriría si la balanza se inclina hacia el lado de los residentes, que los bares estarían fumando en pipa por ver recortado lo que consideran que es su derecho. Sanz ha decidido tomar estos días las riendas de la negociación y se ha sentado con unos y otros intentando buscar un consenso que sabe que es imposible. «No podemos contentar a todos», dijo hace unos días su delegado de Urbanismo. Y esa es la realidad, que haga lo que haga, el alcalde que fue a por lana acabará saliendo trasquilado de esta faena. Entre otras cosas, porque el trasfondo de esta medida encierra un claro interés económico de los hosteleros, que saben que lo que está en juego es la gallina de los huevos de oro en que se han convertido los veladores en una ciudad que siempre amó la calle y cada vez más turística.
Es evidente que la ordenanza de 2012 se ha quedado obsoleta y es necesario darle una vuelta, pero Sanz debería pensar por qué ninguno de los anteriores gobiernos locales se atrevió a ello. Ninguno quiso líos y, mucho menos, enfrentarse a un problema que es consecuencia de la falta de control de estos últimos años. Todos hemos mirado para otro lado –también los políticos– cuando los bares sacaban más mesas de la cuenta para hacer negocio, y los vecinos, que se sentaban en ellas, fueron cómplices de ello. Ahora, con el fenómeno desbordado, queremos ponerle puertas al campo. Vox, en principio, le salvará la papeleta y ayudará a su aprobación en el Pleno de este jueves, pero tiene pinta que al alcalde le queda más de un dolor de cabeza por un tema cerrado en falso que no contenta a ninguna de las partes.
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