QUEMAR LOS DÍAS
Cambiar de gafas
La Junta entrenará con gafas de realidad virtual a los parados para buscar trabajo: menudo chiste, ¿no?
El otro día me saltó en el móvil la publicidad de Apple Vision Pro, las nuevas gafas de realidad virtual aumentada de Apple. En el anuncio, varios tipos disfrutaban de lo lindo con sus gafas, accediendo con un mero movimiento de manos —el gesto se ... parece a dar un pellizco en el culo, pero en el vacío— a distintas carpetas que aparecían flotando ante sus ojos, todo con un aire a Black Mirror, la fascinante serie británica de hipótesis futuristas, pero desprendido de cualquier connotación malrollista, sino todo lo contrario: los distintos tipos eran absolutamente friendly, por supuesto modernísimos y guapísimos todos. Pero inevitablemente quedé fascinado por uno de ellos, un padre de familia cachas pero a la vez madurito, con aire postgrunge (barbitas largas, melena, pantalón corto, camisa de leñador), que, en medio de la cocina —americana, por supuesto—, y con la mujer y el hijo muy cerca, se entrega al paseo virtual con sus gafas. La escena resulta ridícula, pero mucho más cuando el hijo le lanza una pelota y él se la devuelve, como queriendo decirnos que lo online y lo offline no están reñidos, que es posible la conciliación entre ambos mundos. El vídeo no permite apreciar el rostro de la mujer cuando el padre le devuelve la pelota al hijo sin quitarse el aparatejo de los ojos, aunque uno no puede dejar de pensar en que esa noche el padre cachas de las gafas ridículas dormirá irremediablemente en el salón.
Cuento esto a raíz de un titular difundido por agencias hace unos días que me pareció sublime; ha entrado por la puerta grande en el impagable grupo de las informaciones involuntariamente chistosas: «La Junta entrenará con gafas de realidad virtual a desempleados para mejorar sus competencias en la búsqueda de trabajo», decía. Que se busque trabajo con unas gafas de realidad virtual me parece una incongruencia bastante cachonda, pero la cosa adquiere un aire de crueldad insoportable cuando imaginamos a un grupo de parados con sus gafas recorriendo las esquinas de una sala vacía. Quién quiere un empleo pudiendo gamificar de lo lindo.
También el turismo entró en ese juego. Hace cinco años, no había oficina o agencia municipal, provincial o regional de turismo que no produjera recorridos virtuales con las dichosas gafas. El suflé, como era previsible, se desinfló: no tenía sentido vender un destino mostrándolo directamente con los anteojos. Si puedo ver y caminar por la Alhambra como si estuviera en la Alhambra, ¿para qué narices voy a ir a la Alhambra?
La obnubilación por lo digital nos vuelve muchas veces ridículos. Un parado no necesita gafas sino un trabajo, igual que un turista no quiere un vídeo sino viajar al destino. Y todos necesitamos con urgencia cambiar de gafas, pero no precisamente a unas virtuales.
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