LA TRIBU
Insomnio
Suena la palabra arancel y tú, aunque no sepas qué es, te echas a temblar
Palabras raras que llegan a ti para no dejarte dormir. Ya sabes que aquí —y en casi todas partes—, cuando quieren dar un palo y no tienen claro a quién, se lo dan al campo. «¡Al campo, que no cojea…!» Se equivocan: tú cojeas cuando ... te dan golpes en las piernas, y te dueles y gritas cuando esos golpes rebosan de ti y llegan a quienes te trabajan honradamente. Palabras raras que llegan a ti, no para ayudarte, sino para entorpecer tu paso, para amargarte la vida. Suena la palabra arancel y tú, aunque no sepas qué es, te echas a temblar, porque sabes que pocas, fuera de las de siempre, se te acercan para quererte. Voy por el campo, ese campo que ahora se viste de charcos en cuanto caen dos gotas, y miro los sembrados, los cultivos, las viñas, los olivares, y ahí me paro, en el olivar, y me acuerdo —es natural— de aquello que cantaba Quilapayún: «Qué culpa tiene el tomate / que está tranquilo en la mata…» Sí, y viene quien sabes tú que viene siempre y pasa lo que pasa.
¿Qué culpa tiene la hermosa paz del olivo, que está ahí clavado desde hace siglos y siglos, para que vengan voces —en otra lengua, además— a causarle insomnio? Aceite, aceitunas… Dos palabras totales que nos llenan la vida, una que nos chorrea sobre el pan de la mañana y otra que juega con nosotros en el platillo del aperitivo. Aceite y aceitunas. «¿Qué culpa tiene el tomate?» Llevas siglos alimentando bocas que ahora, ya ves, esas bocas se te ponen contrarias, olivo, árbol padre del campo, y vienen con palabras raras que suenan como grito de asustaviejas. Cuando no es la ganadería, es la pesca; cuando no son frutas frescas, son las glorias hermanas del olivo: aceite y aceituna.
Al campo, palos. Es fácil, está muy a mano, y los que lo trabajan y lo sufren están muy acostumbrados —eso piensan los que meten al tomate en una lata— a aguantar y necesitan muchos palos para levantar el puño y golpear. Llevas siglos ofreciendo el líquido más preciado —y el mejor— y te dan un pago de aranceles canallas. Olivo andaluz, que te desangras todas las venas para darnos lo mejor de ti, que das sin pedir, que todo lo que de ti viene es bueno, ves, con pena, que no te dejan en paz, que no te dejan dormir el sueño en paz de tu rica vejez sobre la tierra.
Palabras raras de gente rara que parece haber olvidado lo mucho que eres, olivo. Quieren una guerra contigo quienes parecen olvidar que la paz florece en ti. Qué pena.
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