una raya en el agua
La pizarra
La errática base de cálculo del tarifazo retrata a un Trump arbitrario rodeado de una tropa de diletantes iluminados
Involución autárquica
Pedagogía de la presunción
Poco antes de la tormenta arancelaria, el vicepresidente de Estados Unidos y los principales altos cargos de seguridad y del Pentágono se dedicaron a comentar en un chat los detalles de una operación militar contra los hutíes de Yemen. Un chat cualquiera, Signal, sin ningún ... tipo de encriptación para preservar el secreto, en el que incluyeron por error o vaya usted a saber qué otras razones a un periodista que asistió atónito al relato en directo de un ataque aéreo. Los tipos celebraban cada fase de los preparativos del bombardeo con frívolo lenguaje coloquial e iconos adolescentes de musculitos, bombas e incendios, como si estuvieran participando en un videojuego. Esta colección de minervas es la clase de gente que gobierna hoy la primera potencia del planeta, la que tiene en sus manos las riendas de la economía global y un capital de tecnología y armamento cuya sola existencia puede determinar el curso de la paz o de la guerra.
Lo más inquietante de Trump, jefe de esta tropa de diletantes iluminados, es su carácter errático. La ya famosa pizarra del tarifazo demuestra la absoluta veleidad de unas medidas justificadas sobre un método de cálculo que sólo con mucha benevolencia se puede calificar de arbitrario; en realidad, es simplemente falso. Falso en las premisas, falso en las conclusiones, falso en los datos seleccionados para argumentar un criterio previamente establecido en torno a filias, fobias y prejuicios, sin otra base que el sesgo antojadizo o la división entre amigos y enemigos que está en el núcleo de todo populismo. Es lógico el estupor de la comunidad internacional al comprobar que el presidente de la nación más poderosa del mundo toma decisiones de enorme trascendencia al margen de cualquier elemento de juicio objetivo. Por puro capricho. Y mira que desde el primer mandato había precedentes para estar prevenidos y mantener encendidas todas las luces de peligro.
En una célebre novela de Chester Himes, un ciego cabreado por el acoso de unos gamberros saca una pistola y se lía a tiros en un vagón de metro. Esa metáfora de un azar siniestro sobrevuela hoy la sensación de alarma ante el rumbo aleatorio de un gobernante de pulsiones autoritarias rodeado de colaboradores amateurs que pulsan los mandos del tablero con la ligereza contingente de un piloto en prácticas de vuelo. Cada botón que tocan en ese ejercicio de error-acierto sacude la Bolsa, el comercio, las cotizaciones monetarias, los precios, la estabilidad del sistema y hasta el desarrollo de los conflictos bélicos. Por eso éste es un debate mucho más importante y profundo que el de los gravámenes aduaneros. Se trata de que el orden político, económico, social y financiero que los propios norteamericanos fundaron hace ochenta años, y del que han sacado abundante provecho, ha quedado en manos de un grupo de aventureros orgullosos de su propio caos estratégico.
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