la dorada tribu
Vilallonga, el marqués play boy
Fueron, Syliane y José Luis, un matrimonio alegre, literario y mundano donde la biografía era una coctelería. Fundaron una aristocracia conyugal que duró veinticinco años
Aquella cabina en la Gran Vía
Estriptis de nómina

A Syliane Stella, un día, la titularon la mujer más elegante de Francia, y luego José Luis de Vilallonga la adornó de «estupenda señora» en unos artículos donde la glosaba siempre de tema o eje, entre la oda reverencial y la lírica nupcial. Fueron, ... Syliane y José Luis, un matrimonio alegre, literario y mundano donde la biografía era una coctelería. Fundaron una aristocracia conyugal que duró veinticinco años. José Luis de Vilallonga era hijo del marqués de Castelvell, que usaba monóculo de artesanía y elegancia austro-húngara, y ese título, con Grandeza de España, lo heredó nuestro protagonista, que fue aristócrata con cinismo de playboy y una estatura de gigante al óleo.
En este mes se cumplen ciento cinco años de su nacimiento, y nadie le recuerda en un Madrid de 'instagramers' de ropero y trincones sin gracia. Repercutió de escritor, y de calavera. Syliane era una esbeltísima con morbo que llegó a desempeñarse como primera directora de la edición española de 'Vogue', pero que, sobre todo, se ocupó de señora de cine de Vilallonga, con el que hizo varias películas sin papel mayor que parecerse a ella misma. A Vilallonga lo conoció cuando ella era una belleza de 27 años, y cayó deslumbrada ante aquel dandi. Se casaron en París, y ahí vivieron, y en Nueva York, y en Barcelona. Pero el domicilio era el mundo abierto del lujo máximo, que igual les pillaba desayunando en Saint Tropez que en una cena con baile en Venecia. Pertenecieron al éxtasis del glamour, nutrieron y prestigiaron una raza de gentes guapas y perfumadas que trabajaban mucho para no hacer nada. Vilallonga, en sus memorias, reinsistió en que la mujer de su vida fue Sylianne, y hay que creerle. Tuvieron residencia en Madrid, a principios de los ochenta, y él ya vino con libro resonante bajo el brazo, 'Gold Gotha', donde reunía el relato de sus encuentros con celebridades deslumbradoras.
Ella le asistía de musa exótica y dulce consorte listísima y extranjerizante. Berlanga les sacaba de pareja en sus películas. José Luis había cumplido cameos de sí mismo en películas de Louis Malle, o Fellini. Juntos, y por separado, conocieron a quien había que conocer, en el mundo, y acaso también a quien no había que conocer nunca. Las mujeres siempre sostuvieron unanimidad a propósito de Vilallonga, a quien aludían como «tipazo». Gastaba un ropero de Brummel, y lucía unos abrigos que eran un marqués en sí mismos.
A mí me lo presentó un día Francisco Umbral, y era, en efecto, José Luis un dandi apabullante, con el aire indolente de los ricos, aunque no lo fuera, y las manos áureas de pecas de los que toman el sol del trasnoche. Me gustaba compartir con él el ascensor de la revista 'Interviú', cuando yo era un chavea prometedor y él un tipo de casi dos metros cuyos abrigos siempre me parecieron una pieza mayor del museo de los abrigos con biografía. Allá en los noventa publicó una biografía demorada, y consentida, del Rey Juan Carlos. Con Syliane se acabó divorciando, y tuvo hacia ella duras rachas de inclemencia, incluso por escrito, pero ella resume la convivencia como maravillosa, porque el escritor resultó amigo, amante, padre.
Ella le asistía de musa exótica y dulce consorte listísima. Berlanga les sacaba de pareja en sus películas
En los años últimos, y penosos, de José Luis, Syliane le dio casa y cuidados en Mallorca, cuando ella ya vivía en matrimonio feliz con el pintor Jorge Bascones. Vilallonga , el 'ex' marido, la nombró heredera universal en su testamento. Antes de morir, pidió a Syliane que acudiera al sepelio elegante como Jacqueline Kennedy.
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