Cuando el mundo temía a Ucrania: el tercer país con más armas atómicas del mundo tras caer la URSS
Las bombas nucleares que poseía el país hoy invadido por Rusia eran treinta o cuarenta veces más poderosas que las de Hiroshima y Nagasaki

Hace solo dos semanas, ABC publicaba la siguiente información: 'Putin ordena realizar maniobras con armas nucleares en respuesta a Macron tras hablar de enviar tropas a Ucrania'. Así lo anunció el Ministerio de Defensa ruso, subrayando que se trata de «aumentar la preparación de ... las fuerzas nucleares no estratégicas de Rusia para llevar a cabo misiones de combate». El mismo comunicado castrense señalaba que esta medida se había puesto en marcha ante «las amenazas y declaraciones provocativas de ciertos altos funcionarios occidentales». Y se especifica también que el Estado Mayor había comenzado ya a preparar las maniobras «con las grandes unidades de misiles de la Región Militar Sur, fronteriza con Ucrania, y con la participación de la Aviación y de la Marina».
Las amenazas de Putin, sin embargo, no son nuevas. En marzo de 2022, tan solo un mes después del inicio de la guerra, el presidente de Rusia ya anunció que había puesto en estado de máxima alerta las fuerzas nucleares de su país. La amenaza se producía pocos días después de que su homólogo estadounidense, Joe Biden, anunciara nuevas medidas para castigar a la economía rusa por su invasión de Ucrania y advirtió de la posibilidad de que el conflicto desembocara en una «Tercera Guerra Mundial» si la OTAN entraba en juego.
No es la primera vez que Putin saca las garras en este sentido. Aunque los datos en lo que respecta al armamento nuclear son siempre opacos, un informe reciente del Bulletin of Atomic Scientists asegura que Rusia cuenta actualmente con 5.977 ojivas nucleares. De ellas, 1.500 estarían pendientes de ser desmanteladas, pero 4.477 están disponibles para su uso. Sea esta fuerza mayor o menor, estamos hablando del arsenal que Rusia heredó de la Unión Soviética cuando se produjo la desmembración de la URSS en 1991.
Ya lo advertía ABC entonces con los siguientes titulares: 'Boris Yeltsin negoció con Gorbachov el próximo traspaso del control nuclear' , 'El presidente de la URSS entregó a Sháposhnikov [jefe del Ejército soviético] el maletín nuclear' y 'Yeltsin asume el control del único botón nuclear de la antigua URSS'. Esta última noticia informaba de los siguiente: «Tras la renuncia de Gorbachov a su cargo de presidente de la Unión Soviética, el presidente ruso se hizo cargo del 'maletín' que contiene los códigos que controlan un arsenal de 27.000 cabezas nucleares. Este se ha comprometido a realizar consultas con los presidentes de las otras ex repúblicas que albergan armas atómicas, como Bielorrusia, Kazajistán y Ucrania, antes de su eventual utilización».
Ucrania, el tercer arsenal
Lo que nadie recuerda ahora, en plena guerra de Ucrania, es que este último país poseía el tercer mayor arsenal atómico del mundo en el momento en que se produjo la caída de la URSS. El 23 de febrero de 2022, un día antes de que comenzara la invasión, el escritor y periodista Carlos Alberto Montaner explicaba en la CNN que en ese momento estaba en vigor el Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio, firmado en 1988 por George H. W. Bush. El presidente de Estados Unidos y el de la Unión Soviética se comprometieron a eliminar los misiles balísticos nucleares y convencionales de alcance medio y corto en una zona de influencia.
Cuando Bill Clinton subió al poder en 1993, el principal problema que heredó fue precisamente qué hacer con las armas nucleares en poder de estos estados satélites de la antigua Unión Soviética. Sobre todo, Ucrania, que de la noche a la mañana había alcanzado ese tercer puesto, después de Estados Unidos y Rusia. Kiev controlaba 1.900 ojivas nucleares, una cantidad mayor que la de Francia, Gran Bretaña e Israel, según contaba ABC. Disponía también de silos estratégicos y aviones capaces de destruir ciudades de más de 50.000 habitantes con bombas de 400 a 550 kilotones, entre 27 y 37 veces más poderosas que las de Hiroshima y Nagasaki, según el artículo del investigador Steven Pifer 'Order from Chaos. Why care about Ukraine and the Budapest Memorandum' (Brookings Institution), que cita el mismo Montaner.
Un año después, sin embargo, el entonces primer ministro ucranio, Leonid Kravchuk, decidió ceder esa posición de poder con el Memorándum de Budapest sobre Garantías de Seguridad firmado con Rusia, en la capital húngara, el 5 de diciembre de 1994. El acuerdo incluía a otras potencias como Estados Unidos y Gran Bretaña, que debían garantizar el cumplimento de los dos puntos principales:
- Ucrania se comprometía a deshacerse de todo aquel armamento nuclear con el que supuestamente amenazaba a Rusia y a todos los países del entorno.
- Rusia prometía respetar las fronteras y los límites de Ucrania y reconocer su soberanía sobre el territorio.
Las deudas con Ucrania
Esa es la razón de que, en febrero, Dmytro Kuleba recordara ante la Asamblea General de la ONU que «el mundo le debe a Ucrania su seguridad». Más allá de la retórica bélica, al ministro de Relaciones Exteriores ucranio no le faltaba razón, si tenemos en cuenta que aquella cesión histórica de Kravchuk permitió al mundo respirar mucho más tranquilo, pues que aquel arsenal nuclear convertía a Ucrania en una preocupación de primer orden mundial.
La firma de aquel acuerdo se produjo en un momento complicado en el que el mundo estaba cambiando a pasos agigantados. Hacía solo tres años que se había producido el golpe de Estado que pudo echar por tierra el inevitable proceso de desmembración de la URSS . En ese momento, Putin era presidente del Comité de Relaciones Exteriores de la alcaldía de San Petersburgo y, según contó él mismo, tuvo que escoger entre apoyar la sublevación, encabezada por el presidente de la KGB, Vladímir Kriuchkov, o a Yeltsin, que lideraba la resistencia contra el levantamiento.
Tras la firma del Memorándum de Budapest, Ucrania envío todo su armamento nuclear a Rusia para que fuera desmantelado a cambio de ese compromiso de Yeltsin de dejar en paz sus fronteras, de no invadirla en el futuro. El acuerdo, de hecho, dejó por escrito que se respetaría «la independencia, soberanía y fronteras existentes de Ucrania», descartando cualquier amenaza a «su integridad territorial e independencia política». El acuerdo también aseguraba que, en el caso de que los ucranianos fueran «víctimas de un acto de agresión», la OTAN respondería «inmediatamente» en su ayuda.
Desde que subió al poder a finales del siglo pasado, es justo lo que Putin ha estado haciendo : inmiscuirse en todos los conflictos territoriales de las ex repúblicas soviéticas, apoyando a sus movimientos independentistas y extendiendo su influencia con el objetivo de formar un nuevo imperio. Da igual que fuera Georgia, Moldavia y Ucrania. De hecho, el presidente ruso ya vulneró el acuerdo en 2014 al arrebatar conquistar Crimea.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete