Ni Madrid ni Barcelona: esta ciudad fue el motor del Imperio español en la conquista de América

El 11 de marzo de 1526, Carlos V e Isabel de Portugal contrajeron matrimonio. Aquel enlace fue clave para la monarquía: el primero aportaba los derechos de un rico señorío; la segunda, unas cuantiosas arras y, sobre todo, la fuerte amistad del reino luso. Acorde a su importancia, la ceremonia debería haberse celebrado en Toledo, pero no. Tras unas intensas deliberaciones, la feliz pareja se dio el 'sí quiero' bajo la luna de medianoche en el Real Alcázar de Sevilla.

Lógico, pues la capital hispalense se había convertido en el corazón del Imperio español. Una urbe que aunaba un cóctel de pueblos en su seno y desde la que media Europa partía hacia el Nuevo Mundo; la perla de la península. Sobre el papel, la elección de Sevilla reflejó también su relevancia estratégica, cultural y económica. Y es que poco antes, a comienzos del siglo XVI, había sido seleccionada para ejercer el monopolio del comercio ultramarino a través de la Casa de Contratación. Las palabras se quedan cortas para hacer referencia a la grandeza.

El porqué de este auge nos lo explica la americanista y catedrática en Historia del Arte Lola Higueras. Es una experta en la materia, pues ha analizado la importancia de Sevilla como puerto hacia el infinito en su nuevo ensayo histórico: 'Despertar del olvido. El decisivo papel de las mujeres españolas en las Indias'.

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