En defensa de la Reconquista: «La nación histórica española se hizo frente al Islam»
Iván Vélez, autor de 'Reconquista: la construcción de España', aborda el debate sobre cómo debe mirar España a su pasado más remoto

La Edad Media es el periodo que más lejos permite volar la imaginación debido a la falta de documentos y lo remoto que suena todo. Una especie de érase una vez de los cuentos que da lugar a defender una cosa y también la contrario. Su propia imprecisión, el auge de una izquierda con nuevos hitos históricos y la obsesión catalanista por buscar naciones inventadas en el corazón de la Edad Media han colocado, de manera forzosa, a este periodo tan en apariencia inofensivo en el centro del debate político.
«Mientras el nacionalismo catalán ha idealizado un pasado medieval casi ajeno a España, muchos de los trabajos medievalistas pueden servir ahora para demostrar que había una comunión de intereses y de objetivos finales en toda la Península. Con estos trabajos la historia medieval catalana queda en la escala que le corresponde», explica Iván Vélez, autor de 'Reconquista: la construcción de España' (La Esfera de los libros), uno de los nuevos libros que desde distintos espectros ideológicos están abordando el debate sobre cómo debe mirar España a su pasado medieval.
–¿Por qué causa tanto revuelo el concepto de Reconquista?
–El término e incluso la idea está en el centro de un debate que va más allá de la historiografía. El problema está un enfrentamiento ideológico que tiene que ver mucho con los proyectos disolventes de España. Al fin y al cabo, la Reconquista, aunque se discuta el término, es un proyecto común de los cristianos contra el Islam. Hoy, vivimos en un contexto donde se cuestiona no solo la Reconquista, sino la idea de la unidad de España y las raíces católicas del país. Y no olvidemos que la historiografía, en muchos casos, está conectada con la política. Los historiadores no son individuos absolutamente neutros en lo ideológico.
–En el libro recuerda usted que no siempre la izquierda fue hostil al término.
–En el último capítulo abordo la idea desde distintas fuentes históricas de las izquierdas definidas, como es el propio Marx o la Pasionaria, que usaban la palabra Reconquista sin problemas. Hoy, sin embargo, ha ocurrido un giro donde las izquierdas de España tienden a no usar ese término y prefieren insistir en la idea de una nación de naciones. Además, la cuestión religiosa hace inadmisible para muchas izquierdas usar este concepto. Y eso que luego sí son muy receptivas al Islam por motivos casi misteriosos.
–A nivel historiográfico, usted defiende que sigue siendo un término operativo.
–Sí, y lo usa un amplio espectro de historiadores. Creo que tiene un eminente carácter práctico y un recorrido histórico largo. El término Reconquista se utilizaba ya frecuentemente en el siglo XVIII pues, al parecer, nació en Francia. Enseguida lo empezó a usar Cadalso, Jovellanos, Llorente, etc.
–La tesis de Ortega es que es imposible definir 800 años de historia en un mismo fenómeno o episodio.
–Es que si nos ponemos así nos cargamos todos los rótulos historiográficos. ¿Qué es la Edad Media? ¿Y el Imperio Romano? Lo que está claro es que, desde Covadonga hasta Granada, hay un avance creciente con algunos repliegues por cuestiones bélicas y de debilidad de los reinos cristianos. Hay un objetivo concreto: la recuperación de la de la España visigoda. Estuvo presente durante toda la Reconquista y son abundantísimas las referencias sobre restaurar, recobrar, conquistar... Sin embargo, finalmente no se restaura el reino visigodo, sino que surgió, según mi tesis, la nación histórica española como embrión del imperio español.

«Si uno analiza de manera desprejuiciada los reinos cristianos comprende que tenían una tecnología bastante avanzada y unas leyes muy bien aquilatadas»
–En España hay una larga tradición desde el mundo progresista de exaltar los logros musulmanes y presentar a los cristianos como destructores de esa cultura única. ¿Por qué ha calado esta idea entre los propios españoles?
–Pues viene todo del Romanticismo, de la idealización de Al-Ándalus, que es considerado como un territorio entregado a las artes y las ciencias, refinado, sensual, mientras los reinos cristianos son visto como un terreno de oscuridad y fanatismo. Sin embargo, si uno analiza de manera desprejuiciada los reinos cristianos comprende que tenían una tecnología bastante avanzada y unas leyes muy bien aquilatadas. Esas raíces en el derecho romano, esas labores de compilación de Alfonso X, esa cultura de herencia greco romana, esa vida monástica tan refinada… También se supone que los cristianos eran sucios, pero nada más lejos de la realidad. En fin, creo que son tópicos que tienen que en cierto modo tienen relación con la leyenda negra.
–El libro plantea que España como tal se hizo en la confrontación con el Islam. Puede que muchos españoles musulmanes no se sientan actualmente cómodos con esta visión...
–Sí, sin duda la nación histórica española se hizo frente al Islam. Es evidentísimo. España son los reinos cristianos que combatieron contra Al-Ándalus y de ahí derivó la nación política española. España se hizo frente al Islam por las incompatibilidades que había entre las dos religiones. En todas las crónicas y textos se hace alusión a recuperar lo perdido, que está en manos de los musulmanes, lo cual pasa inevitablemente por hacerlo contra del Islam. Sé que esto es polémico, pero estoy dispuesto a debatirlo. Y luego hay incompatibilidades antropológicas entre los dos mundos como la poligamia, por ejemplo. Esos son elementos de ruptura evidentes. Lo cual no quiere decir que no existieran coyunturales alianzas o influencias mutuas a nivel cultural, como son la arquitectura, la gastronomía, la moda y muchas cuestiones. Yo no niego eso en absoluto, pero a nivel político y religioso hay un elemento de confrontación evidente.

–La otra pregunta del millón es, ¿desde cuándo podemos empezar a hablar de España como un ente político parecido a lo que entendemos hoy?
–Es una pregunta muy difícil de contestar. La idea de España, como mínimo, está ya perfectamente prefigurada en el testamento de Fernando III, cuando dijo que le daba a su hijo España entera, una parte conquistada y otra tributaria en lo territorial. Pero si hablamos de proyecto de recuperación del mundo visigodo habría que irse más atrás aún. Sin entrar en afirmar algo definitivo, si te diría que hay buenos ejemplos en el periodo.
–Estos días la polémica gira, como en los últimos años, en torno a la celebración de la Toma de Granada.
–Estuve allí. Hubo un grupo con banderas verde y blancas intentando sabotear la colocación del pendón del ayuntamiento, que es una celebración antiquísima que también se hacía en la Segunda República. Los cristianos hacían estas celebraciones con cada ciudad que iban conquistando, desde Sevilla a Jaén . Lo primero que se hacían era la entrada del clero para purificar los edificios. Luego después entraba el factor político con sus símbolos propios. El del pendón de Castilla o de las enseñas de los Reyes. Y eso se ha conmemorado durante muchos siglos. Ahora, de repente, se pone en cuestión...
–¿Por qué, en su opinión, hay que conmemorar o celebrar la Toma de Granada?
–Me parece que es una tradición que nos conecta con el pasado del que procedemos. Además, no podemos entrar en la relativización constante de todo. España viene de ese mundo e incluso habría que recuperar algunas fiestas más. Yo también asisto anualmente el día de San Clemente a la exhibición del cadáver momificado de Fernando III y a la procesión que se hace por el interior de la Catedral de Sevilla. Me parece que son festividades que hay que mantener y fortalecer porque venimos de ese pasado y no debemos renunciar a él.
«No hay más que ver la figura del Cid, que era un héroe cantado por los poetas de todo tipo, desde los falangistas a los comunistas, y ahora es para muchos una especie de fanático religioso»
–Las personas que critican la conmemoración suelen identificarse como herederos de los musulmanes, lo cual es bastante improbable a nivel genético e histórico. ¿Es una historia a la carta de la ideología?
–Creo que en España se fantasea mucho con la historia, quizá por la frondosidad que tenemos o por el desconocimiento que hay sobre ella. Ese tipo de ideas no dejan de ser puras fantasías. Lo que sí habría que tener muy en cuenta es que muchos linajes distinguidos nazaríes se convirtieron al cristianismo y se hicieron muy, digamos, patriotas españoles. En cualquier caso, cada uno es muy libre de identificarse con quien le dé la gana en el pasado, lo cual no deja de ser una fantasía completa.
–Cada vez hay más cuestiones historiográficas que saltan al debate político. ¿Es preocupante esta tendencia para la convivencia entre españoles?
–Nos estamos separando en gran medida por estas fantasías de adscribirse a unos u otros. Y es, ya digo, un fenómeno relativamente nuevo porque en los años 70 la mayoría de los partidos tenían una historia común, aunque discreparan evidentemente en los modelos económicos y en los planes de futuro. Había un pasado que se respetaba. No hay más que ver la figura del Cid, que era un héroe cantado por los poetas de todo tipo, desde los falangistas a los comunistas, y ahora es para muchos una especie de fanático religioso y no sé si machista... Es inadmisible, por supuesto, pero está ocurriendo en muchos aspectos de la realidad. Por ejemplo, no hay que descartar que algún día cancelen a García Lorca, que es uno de los grandes mitos de la izquierda española, por sus afirmaciones sobre la tauromaquia como la fiesta más cultural. Vivimos una censura retrospectiva.
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–Hay una parte de la izquierda que ha renunciado a muchos de los mitos históricos propios del mundo progresista, como son los progresistas, el Cid o el Trienio liberal. ¿Por qué?
–Ahora lo único que interesa es todo lo que ocurrió desde 1931 en adelante. De ahí para atrás no interesa prácticamente nada. Solo hablan de una historia que no llega ni a un siglo. Es lamentable. Todo lo demás está en el terreno de la oscuridad y de lo censurable.
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