Del Reich a Burgos: el nazi que construyó el campo de concentración más cruel de España en 1937
Paul Winzer, espía en Madrid y miembro de las SS, ayudó a Franco a levantar el campo de Miranda del Ebro durante la Guerra Civil
Eric Frattini, autor de ‘Los científicos de Hitler. Historia de la Ahnenerbe’, desentraña en ABC los secretos de este personaje
Las confesiones más íntimas y desquiciadas de Adolf Hitler antes de pegarse un tiro en la Segunda Guerra Mundial

Paul Winzer era un nazi de libro. Al menos, en lo que a carácter se refiere. Era disciplinado hasta la extenuación, acataba las órdenes al dictado y respetaba a todo aquel que estuviese por encima suyo en el escalafón. Adolf Hitler podría haber ... colgado su fotografía de una pared de la ‘ Kehlsteinhaus ’ bajo el cartel de ‘empleado del mes’ si este diplomático hubiera lucido pelo rubio y ojos azules. Pero no era el caso. De hecho, el arquitecto de uno de los campos de concentración más famosos del franquismo tenía cierta apariencia judía. Nariz afilada, pelo moreno… Los historiadores afirman que siempre vestía impoluto y que su mirada era gélida e inexpresiva. Quizá, porque recordaba las tropelías que había perpetrado en el pasado.
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Pero lo suyo no eran los grandes salones ni los desfiles opulentos. Winzer, a quien sus superiores en Alemania definían como « un hombre muy peligroso » del que era mejor « mantenerse alejado », prefería moverse entre las sombras. Era un doctorado en el arte del espionaje; un joven sin oficio ni beneficio al que su capacidad para manipular y sus dotes para el castellano le llevaron a convertirse en uno de los hombres más temibles de la Gestapo en el Madrid del Régimen. Pero también un licenciado en represión que entrenó a la policía franquista al final de nuestra Guerra Civil . Todo ello, bajo la falsa identidad de un agregado de seguridad de la embajada alemana en la capital.
Experto en campos
Vayan por delante los datos biográficos. Winzer nació el 24 de junio de 1908 y no tardó en matricularse en derecho en las universidades de Breslau y Berlín. Aunque, por más que lo intentó, no logró terminar la carrera. Según afirma a ABC Eric Frattini , divulgador histórico y autor, entre otras tantas obras, de ‘ Los científicos de Hitler. Historia de la Ahnenerbe ’, nuestro protagonista pasó los primeros años de su vida adulta sin oficio ni beneficio alguno. Al menos, hasta que el Partido Nazi entró en su vida. «Winzer, alias 'Walter Mosig’ se había afiliado en 1932 al NSDAP y en 1933, se unió a las filas de las SS», añade el experto.

Como otros tantos, Winzer vio en el partido de la esvástica un salvavidas al que asirse; una luz que seguir. Y, una vez dentro de las unidades más ideologizadas del futuro Tercer Reich , se dirigió al que sería su primer destino. «Ya en las SS , fue enviado al Departamento de Planificación de Campos. Winzer participó durante un tiempo en la creación de Dachau, a 13 kilómetros de Múnich. Trabajó bajo las órdenes de Theodor Eicke , quien se ocupó de la organización y planificación del centro», añade Frattini. Su superior, conocido a la postre por la brutalidad demostrada con los reos judíos, había sido nombrado inspector de los campos de concentración y comandante de la ‘ Totenkorpfverbände ’ por el mismo Heinrich Himmler. «Era uno de los subordinados directos de Reinhard Heydrich », finaliza.
Durante esta primera etapa de su vida, y según el divulgador español, Winzer aprendió junto a Eicke «el sistema de organización y logística de campos de concentración». Aquel macabro dúo se convirtió en una suerte de rompehielos: una pareja de pioneros que pusieron la primera piedra de la Solución Final que, años más tarde, se sustentaría en decenas de centros de reclusión y exterminio. No en vano, y en palabras del mismo Himmler, allá por marzo de 1933 Dachau se convirtió en el «primer campo de concentración para prisioneros políticos».
Un espía en España
Aunque existe controversia sobre la fecha concreta en la que arribó a España, la versión más aceptada es que, después de pasar por la ‘ Kriminalpolizei ’ (la policía criminal germana), pisó nuestro país poco antes de que se diera el golpe de Estado. «Bajo las órdenes de Arthur Nebe fue enviado a España en 1936 porque hablaba nuestro idioma», desvela Frattini. Parece que, al menos por entonces, no contaba con fuentes fiables, pues algunos autores como José María Irujo son partidarios de que desconocía la organización del golpe de Estado y se dedicaba solo a replicar rumores sin confirmar que enviaba a Berlín. En todo caso, lo que sí hizo fue estrechar lazos con las futuras autoridades franquistas. A nivel oficial era un diplomático, pero la realidad era otra muy diferente.
«Winzer era un espía en España, durante su primera estancia en nuestro país. Su primera tarea fue en Barcelona, en una misión encomendada por el propio Himmler quien le encargó investigar el "peligro bolchevique" en nuestro país. Winzer se centró en Madrid y Barcelona, ciudad donde se encontraba el 18 de julio de 1936», explica el autor de ‘Los científicos de Hitler. Historia de la Ahnenerbe’. Para ser más concretos, cuando las tropas sublevadas se alzaron contra el gobierno de la Segunda República , este miembro del partido nazi controlaba de cerca a los participantes de las llamadas Olimpiadas Populares , ideadas para contraprogramar las orquestadas desde el Berlín fascista.
Una semana después, el 26 de julio, Winzer huyó de Barcelona en dirección a Italia, desde donde pudo volver a la capital del Reich. Aunque no estuvo en casa mucho tiempo. «Winzer regresó a España junto al nuevo embajador del Reich, Wilhelm Faupel . En 1939, tras la victoria de Franco, Paul Winzer sería enviado a la Embajada de Alemania en Madrid como 'agregado policial'. y responsable de la Gestapo en España. Cuando se inició la Segunda Guerra Mundial en el mes de septiembre, Winzer se ocupó en España de la red de espías del ‘ Sicherheitsdienst ’, el servicio de inteligencia de la SS a las órdenes directas de Walter Schellenberg. Casi una treintena de agentes nazis circulaban por España bajo sus órdenes», completa Frattini.
Por Franco
Pero si hubo un hecho, a la par triste y destacado, que ha granjeado a este espía un hueco en los libros de historia, ese fue el diseño y la creación de uno de los primeros campos de concentración levantados por el franquismo en España. Según Frattini, todo ocurrió durante su segunda visita a nuestro país, comenzada ya la contienda. «Ya de nuevo en Madrid, se marchó a Salamanca, donde se encontraba el cuartel general del bando nacional. Allí propuso a Franco la creación de un campo de concentración con la misma estructura de campo que Dachau ». El lugar, seleccionado por el propio Winzer, fue un extenso solar de 42.000 m2 en Miranda del Ebro , perteneciente a la empresa Sulfatos de España SA.
La construcción del campo de concentración fue aprobada por el gobierno Nacional mediante el Boletín Oficial del Estado del 5 de julio de 1937 . Aquella jornada, se estableció que serían levantadas cuatro de estas prisiones en Burgos. Y una de ellas fue la de Miranda del Ebro . La zona se seleccionó, entre otras tantas razones, por sus privilegiadas comunicaciones a través de ferrocarril. Algo idóneo para transportar reos desde toda España. «Paul Winzer supervisó absolutamente todos los pasos de la construcción del campo en España, llegando incluso a pedir constante consejo a Eicke», desvela el autor a ABC. El resultado fue un lugar similar a Dachau que se terminó en menos de dos meses.

Huelga decir que la situación de los presos fue tan precaria como la de los judíos que llenaron los campos de concentración germanos cuando el Partido Nazi llegó al poder. Los barracones, elaborados con madera, apenas protegían a los reos de las inclemencias del tiempo. Y no hace falta incidir en la escasez de alimentos, higiene y agua. «El campo, que estaba preparado para 1.500 prisioneros, en pocos meses duplicó esa cifra, con los consiguientes problemas sanitarios», añade Frattini. Por esta prisión, elaborada con el consejo y la supervisión de las SS nazis, llegaron a pasar (atendiendo a las fuentes) unos 65.000 prisioneros republicanos y otros 15.000 funcionarios extranjeros.
Desconocido final
Poco se sabe de Winzer tras el final de las hostilidades. En el ABC solo se le cita en dos ocasiones. La primera, en 1940, consistió en una pequeña noticia en la que se le citaba como diplomático germano en España. El 3 de septiembre de 1942 volvió a ser alumbrado por los focos de la actualidad cuando entregó, en nombre de Heinrich Himmler, medio centenar de «aparatos de radio a los muchachos acogidos en los hogares de Auxilio Social ». Esa jornada actuaba en calidad de «representante del Reichsführer » y miembro destacado de la embajada alemana en nuestro país. Poco se sabe de él después.
Su final, desde luego, es incierto. «Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial , existen varias versiones sobre qué fue de Paul Winzer. Unos dicen que cuando acabó la guerra aún lo vieron en la legación diplomática hasta la llegada de las autoridades británicas que se hicieron cargo de todos los edificios alemanes. Otras fuentes aseguran que Winzer recibió la ayuda de Franco y se instaló en el sur de España con otra identidad. Otras fuentes aseguran que Winzer viajó a Portugal donde se convirtió en 'asesor policial' del gobierno de Salazar. Otras fuentes también aseguran que murió en Francia en septiembre de 1944 al ser derribado el avión en el que volaba. Pero esto último me parece difícil de creer porque los británicos le vieron en la embajada alemana en Madrid, en abril de 1945», añade el autor español.
Lo que sí tiene claro Eric Frattini es que, a pesar de su trabajo y de sus tristes aportaciones a la España de Francisco Franco, poco o nada tenía que ver Winzer con la famosa ‘Ahnenerbe’, la organización que arribó hasta el seno de nuestro país para –entre otras cosas– investigar el pasado germano o la cantidad de materias primas con las que contaba el Régimen. «No tuvo nada que ver. Paul Winzer era un espía, un policía, un miembro de la Gestapo. Estaba más ocupado por reprimir y espiar a la comunidad alemana en España que en apoyar una organización científica. Lo que sí es cierto es que Winzer tenía una gran y fluida comunicación con José Luis Arrese. Le gustaba ver como los grupos de Falange y el diario Arriba, alentaban actos antisemitas en nuestro país», finaliza.
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