Entrevista
Enrique Becerra: «Las tabernas eran las redes sociales de antes, todo se comentaba junto a una barra»
El mítico hostelero saca nuevo libro a la venta: «El gran salto y otras historias tabernarias»
La excusa perfecta: el restaurante que Ramón López de Tejada abrirá en el local de Enrique Becerra
Enrique Becerra: «Un negocio tan personal no puede continuar si yo me voy»

Enrique Becerra ha encontrado en los relatos tabernarios ese hilo que le mantiene unido al oficio que ha ocupado su vida. Lo cierto es que antes de cerrar su restaurante Enrique Becerra ya escribía, quizás con el consuelo de saciar esa voracidad por las letras que le dejó su frustrada vocación de periodista.
Ahora vuelve al mercado literario con «El gran salto y otras historias tabernarias» , su séptima obra publicada, en la que narra vivencias particulares edulcoradas con la buena pluma creativa que le caracteriza y su convicción de que «cada taberna tiene su historia y cada historia tiene su taberna».
El libro está a la venta en Amazon.com , Becerrita , Bodeguita Morales , Gran Café España o la carnicería de Rafaelita de la Puerta de la Carne, entre otros, a un precio de 18 euros.
Poco antes de su presentación oficial en Sevilla (el 25 de junio a las 20 horas en Becerrita) , nos sentamos con él para charlar sobre sus relatos y la deriva que está tomando el concepto de taberna.
¿Es más complicado ser hostelero o escritor?
El de escritor se ha convertido en un oficio de riesgo. Te torean de todas las maneras: pase de pecho, pase natural… El mundo de las editoriales siempre ha sido muy particular: me decían que lo que se vendían bien eran los libros de recetas, así que escribí uno y ahí sigue en el cajón. También tengo una novela para reeditar, otra nueva escrita sin publicar y otra casi terminada, que es la historia de un sumiller.
¿Todos sus libros están relacionados con la hostelería?
Así es. Sigo un consejo que me dio el escritor Juan Eslava Galán, que es gran amigo gracias a la tertulia que tenía en mi restaurante llamada «Los tres mosqueteros» junto a Rafael de Cózar y Arturo Pérez Reverte. Me dijo: «Buenos escritores hay muchos y buenos taberneros también pero gente que sea buena en ambos oficios hay pocas, así que sácale jugo a eso, escribe como lo que eres y pásalo todo por el prisma de una taberna».
Me dio otros buenos consejos para escribir: «Piensa los nombres de los personajes, hazles una biografía completa que te ayude a crear sus voces y escribe antes que nada la primera y la última página y no las toques nunca...» y así hice. Aunque empecé con muchos complejos, ahora estoy muy orgulloso de lo que hago.
¿Los relatos de su último libro son ficticios o reales?
Hay de todo. Vivencias mías, edulcoradas o envenenadas, dependiendo de mi estado de ánimo. Siempre relacionadas con una barra, un restaurante, un pub, un catering…
Sobre la taberna
¿Qué es para usted una taberna?
Para mí una taberna es un sitio donde se vive, donde se habla y no únicamente allí donde se va a tomar un vino. Las tabernas eran las redes sociales de antes, todo se comentaba junto a una barra: fútbol, política, problemas, alegrías…
La gente terminaba su trabajo y se pasaba por la taberna a echar un rato con su tertulia. Imagina en más de cuarenta años lo que ha pasado por mis ojos, ha sido como la primera fila de un teatro en el que todos los actores pasan delante tuya. Y, como siempre me ha gustado escribir, he tomado muchas notas, sin saber cuándo acudiría a ellas.
¿Está la auténtica taberna en peligro de extinción?
Las tabernas ahora son solo negocios. Yo siempre me he considerado tabernero, no restaurador, palabra que odio y con la que no me identifico porque yo no restauro nada. Nunca he tenido mentalidad de empresario y hoy día eso es muy distinto, ya no quedan taberneros que piensen en esos términos.
¿Qué le parece la nueva hostelería que hay en Sevilla?
Ahora todo el mundo sale de la escuela de hostelería y se cree Ferran Adrià y cuando abren su propio restaurante no se dan cuenta de que todos tienen la misma carta.
La hostelería ya no es como era, ya la gente no va a los bares a ver qué te ofrecen, qué has hecho hoy...
Vocación de escritor
¿De dónde le viene lo de escribir?
Pertenezco a la quinta generación de taberneros de una familia en la que nadie destacó por su don con la escritura, aunque a mí siempre me han llamado la atención las letras, incluso de pequeño, cuando quería ser escritor de cuentos.
Mi vocación era el periodismo, pero no había esa titulación en Sevilla, así que empecé la carrera de Farmacia porque no quería la hostelería ni muerto, menos aún incorporándome al negocio familiar, ya que éramos muchos y yo ya estaba harto de trabajar en él desde joven.
¿Y cómo acabó cediendo a la hostelería?
Dejé Farmacia porque no me gustaba y me fui a hacer la mili. Estando en León, mi padre me mandó una carta diciendo que el local situado frente a Trifón se traspasaba. Lo cogí con la ilusión de que sería un negocio mío y teniendo solo 22 años comenzó mi larga historia de tabernero.
¿Desde cuándo se dedica su familia al sector?
Mi tatarabuela era feriante. Su hijo, mi bisabuelo, llegó a la Feria de Carmona y se enamoró, así que montó varias tabernas en ese pueblo. Después mi abuelo se estableció en El Coronil y se quedó con la explotación de su casino, de donde pasó a Sevilla para abrir primero en la Plaza del Pan y luego en la calle Recadero, donde montó una tasca a la que llamaron El Tubo por su forma alargada.
Mi padre y mi tío le compraron esa taberna a mi abuelo y con el tiempo la fueron incrementando con locales vecinos. Becerrita estaba al lado y en un principio se usaba como almacén, aunque después cocinaban allí y pasaban los platos cruzando la calle hasta la taberna.
¿Cuál fue «El gran salto» que da nombre a su último libro?
En la foto de portada aparecen mi padre y mi tío Pepe, que eran los dueños del primitivo Becerra en la avenida, y para ellos el gran salto fue el día que compraron la cafetera a presión, cuando el negocio pasó de ser una tasca a un café-bar.
Sería principios de los años 50 y a partir de ahí el negocio se transformó por completo. El relato «El gran salto» es el de mi familia, del origen del negocio y de su evolución, por supuesto con muchas pinceladas ficticias.
¿Qué más relatos incluye en el libro?
«La Cantina de Valdecañadas del Guadiana» es una réplica del bar de «La Guerra de las Galaxias», la de la «La irreductible aldea gala» está inspirada en Astérix y Obélix y, «El tablao del Lacio», en la canción de Serrat y su famoso «Curro el Palmo». Son personajes y espacios prestados sobre los que construyo el relato.
Otro de los relatos, «La oca insensata», es una crítica a los niños de papá que han hecho 40 máster y que al final le montan un restaurante sin tener ni idea. Y «Que vienen los mexicanos» es una historia verdadera: el segundo o tercer año de la Feria en Los Remedios un concejal le ofreció a mi padre llevar una caseta que había cogido una importante cadena de televisión mexicana, Televisa.
Allí a todo el que entraba le ponían gambas, cigalas, jamón, yemas de San Leandro… Se cortaron 105 jamones y pagaron una factura de once millones de pesetas, que era una barbaridad en esa época. Fue muy sonado en Sevilla y dejó muchas anécdotas.
La excusa perfecta
¿Qué le parece el proyecto que tiene Ramón López de Tejada en el antiguo Enrique Becerra?
Ramón lleva muchos años de mili, tiene una gran experiencia en hostelería y quiere hacer algo allí con el espíritu que tenía en la Antigua Abacería de San Lorenzo pero ahondando en los guisos, es decir, pura gastronomía local.
Me daba pánico que aquella esquina se la quedara una hamburguesería o una taquería cualquiera. Me ha tocado la lotería, para mí es un alivio que se lo haya quedado Ramón.
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