APERTURA
La Chunga by Marabunda, el regreso del mítico local de la calle Arjona
Francis Balongo y Pablo Gabella cogen el testigo de este emblemático local de Ovejas Negras ofreciendo un concepto actualizado de taberna sevillana con aires madrileños
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¿Qué es ahora La Chunga? Un bar sevillano con un toque castizo, un sitio donde el vermut corre sin prisas, la Cruzcampo llega siempre en su punto y se tapea con buen ambiente, sin postureo ni florituras. No es un ultramarinos ni un gastrobar ni un restaurante al uso: es un punto de encuentro fresco, joven y divertido donde sentirse como en casa.
Tras coger el traspaso del mítico local de Ovejas Negras, Francis Balongo y Pablo Gabella han recuperado el alma de La Chunga original y le han dado un nuevo aire, respetando lo que siempre hizo especial este rincón de la calle Arjona.
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¿Quién está detrás? Francis Balongo y Pablo Gabella, dos amigos con un historial en la hostelería sevillana que habla por sí solo. Francis pasó cerca de una década vinculado al grupo Ovejas Negras, terminando su etapa como jefe de cocina de Castizo, donde conoció a Pablo. Tras su paso por el grupo, se lanzaron a abrir su primer proyecto propio, Marabunda, en Jesús del Gran Poder. Ahora, con La Chunga, han cogido el testigo de un local emblemático que conocían bien –Francis trabajó aquí en su día– para traer de vuelta su esencia sin perder frescura.
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¿Qué hay en la carta? La carta sigue teniendo ese aire informal y desenfadado que define a La Chunga, pero con un enfoque más local y directo, y una apuesta firme por el buen producto. Se han quedado algunos platos que ya eran clásicos –el cremoso de patata con chistorra y huevo en tempura, el wok de pollo y verduras, el ceviche carretilero de corvina o la carrillada ibérica con puré de patatas–, pero también han entrado nuevos que refuerzan la identidad actual del sitio.
La sección «Locos por el vinagre» ha cobrado protagonismo con un trabajo minucioso en las gildas, hechas una a una en el local con anchoas, boquerones y aceitunas gordal de Ostrea Sur, proveedor de confianza. También hay boquerones en vinagre y anchoas trabajadas con su propia bilbaína.
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Los guisos del día se han convertido en un imprescindible. No hay carta cerrada para ellos, porque cambian cada dos o tres días según lo que se antoje cocinar. Se puede encontrar desde un arroz de cola de toro hasta potajes, guisos marineros o platos de cuchara que rotan constantemente.
En el apartado de bocatas y panes han recuperado propuestas que funcionan: mollete de Antequera con berenjena asada, queso y espinacas; bikini trufado -que está pegando fuerte en todas partes-; focaccia con tomatillos asados y pesto; y miniburger con carne picada de Discarlux que trabahajan en el momento para «que sepa a lo que tiene que saber», como explica Francis.

¿Qué más se puede comer? El formato es claro: tapas y platillos para compartir, con opciones que no necesitan presentaciones. Ensaladilla de atún, croquetas de pato Pekín con mayonesa de hierbas, salmorejo con huevo y jamón, y una ensalada de remolacha, mozzarella y nueces para quienes buscan algo más ligero.
Entre los platos fuertes, hay opciones como el abanico de cerdo con mojo picón, wok de pollo y verduras, solomillo de vaca o cremoso de patata con chistorra y huevo en tempura.
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¿Qué hay para los golosos? Postres sin complicaciones pero bien resueltos: tarta de queso, galleta María con helado de leche merengada o un «goloso de chocolate» para acabar con buen sabor de boca.
¿Y de beber? La bandera es clara: vermú, Cruzcampo bien tirada y vinos naturales. En el apartado de vermuts, Atamán, Lustau y Bandarra como referencias principales. La carta de vinos, dirigida por Pablo, juega con etiquetas naturales como Parajes, Tinseg, Pinky Way y algunas opciones más clásicas como Utreya, Cair o Píntia Vega Sicilia para quienes buscan un perfil más tradicional.
La cerveza, con Cruzcampo como santo y seña, llega lista para tomarse en la barra o en la terraza, que se ha convertido en un imprescindible a mediodía, cuando el sol pega bien y la calle invita a alargar la sobremesa.
¿Cómo es el local? La Chunga vuelve con un lavado de cara pero sin perder su esencia. El rojo es el color insignia y le da ese punto castizo que recuerda a los bares de Madrid, pero con un aire más luminoso y desenfadado. Dentro, una barra de madera donde se puede tapear, estanterías repletas de botellas y una pared con discos que aportan ese guiño cañí-moderno que encaja con el espíritu del sitio.
La terraza tiene mesas altas y barritas en las ventanas, perfectas para un vermut al sol o una caña bien tirada mientras se picotea. El interior es acogedor pero sin pretensiones, con mobiliario de madera, mesas bajas y una distribución pensada para un tapeo informal. Se mantienen los grandes ventanales que hacen de La Chunga un espacio luminoso donde estar a gusto.
¿Dónde está? En la calle Arjona, número 13, en pleno centro de Sevilla. La Chunga ha vuelto y esta vez para quedarse, con la misma filosofía de siempre: tapeo sin complicaciones, buen producto y un ambiente que invita a repetir.
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