El último hombre de Lina Morgan
la dorada tribu
Daniel Pontes era asistente doblado de amigo, o al contrario. En las temporadas últimas de la vida de la artista, siempre está sin estar. Luego le dejó de heredero de una fortuna
Lina Morgan, las piernas zambas que provocaban carcajadas

Lina, al final de su vida, resolvió una pareja de tres, ella, el chófer, y el padre Ángel. El chófer era Daniel Pontes, el último hombre de la vida de Lina, que acaso es el primero. Si ojeamos las fotos del último, o penúltimo, ... álbum familiar de la artista, tan huérfano de familia, nos sale que una tarde posaba con el padre Ángel, y en la tarde siguiente posaba con Daniel Pontes, que era asistente doblado de amigo, o al contrario. Daniel, en las temporadas últimas de la vida de Lina, siempre está sin estar. Como que ella misma cedió en él una tutoría, cuando la salud ya era un abismo incurable. Luego le dejó de gran heredero de una fortuna, porque Lina reunió fortuna, o fortunón. También en la épocas últimas de Lina asoma el padre Ángel, que también está sin estar, sólo que de otra manera. Entre otras cosas, porque si quería ver a Lina, cuando ésta estaba terminal de enfermedad, o quizá preterminal, la decisión pasaba por Daniel, que decidía que no, siguiendo el deseo de Lina, que era mandato.
MÁS miembros de la tribu dorada
Ahora, un documental ameno, oportuno y nutrido, rescata la figura y la personalidad de Lina, que era vedette no siéndolo, y empresaria siendo chistosa. Salen en el documental Lolita y José Sacristán, celebrando la singularidad de Lina, y luego un ramo de escogidos humoristas o actrices, que hacen su número de imitación de Lina Morgan, a la que no hay quien imite. La vida íntima de Lina sigue bajo el enigma, entre las especulaciones de la pasión sáfica y la soledad dura de la mujer que auxilió a la familia entera. Pero murió sola. Como tantos que sí fueron la barbarie del éxito.
Daniel Pontes y el padre Ángel acaso fueron su familia última, hermanados porque sí, cuando Lina se delató como lo que era: no sólo una amiga incalculable, sino una difunta benéfica. A Daniel lo tituló heredero, y al padre Ángel le reservó auxilios para su parroquia de desamparados. Lina lo tuvo claro, en vida. Y esto es como arriesgar que también lo tuvo claro de muerta. Todo lo arregló para que nada se torciera, cuando ya ella sólo iba a resultar memoria. De esos días hablamos.
Generosa
Lo suyo habría de repartirse entre el agradecimiento y la caridad, que no deja de ser otra suerte de la gratitud, entre otras cosas. La caridad llevaba un nombre, Mensajeros de la Paz, institución del padre Ángel. Y la gratitud también llevaba el suyo, Daniel Pontes, ese hombre principal que estuvo ahí, al volante de los coches fastuosos y de época de Lina, y a la puerta de la habitación del hospital, como un soldado del aprecio íntimo y último. Diríamos, tirando de alegrón verbal, que Lina quiso dejar dos viudos, pero dos viudos desiguales y elegidos, durante la vida, bajo la lentitud de lo meditado, y dos viudos redistinguidos después, a última hora, en prueba sincera de que la ilustre difunta no olvida.
Sobre Lina ha pesado, a veces, la fama de mujer malhumorada, pero eso no es sino el modo de mal nombrar su genio, que era asimismo determinación. En el documental en curso se avala. El padre Ángel le gustaba, por su don de bonhomía, por su generosidad sin preámbulo, y Lina había colaborado muchas veces con su institución benéfica, unas veces con donaciones y otras veces acudiendo en persona a respaldar y animar los comedores sociales o las residencias de la entidad. Daniel trabajó con Lina más de treinta años, y merece que ahora le adornemos de familia pura, mayormente desde que falleciera la hermana de Lina, que dejó a nuestra protagonista más huérfana en la orfandad. Lina y el padre Ángel se comunicaban, en las épocas últimas, mediante mensajes de móvil, porque Lina ya no podía hablar. Lina y Daniel se comunicaban con sólo mirarse. Es lo que tiene una vida entera cumpliendo de fiel consorte sin serlo.
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