Rafael Amargo, entre la bulería y la comisaría
LA DORADA TRIBU
Antes de que le detuvieran, hace ya meses, estrenaba 'Yerma', en un teatro de Madrid. Luego ha ido dando tristes tumbos por ahí, con cara de náufrago y una ira, a ratos, digna de otras causas mejores
Joaquín Cortés, el salvaje se desmaya

Mientras Puigdemont se paseaba en los telediarios con la tonta chulería del que lleva varios días celebrando un cumpleaños, Rafael Amargo ingresaba en la cárcel. La vida es así de irónica, y los telediarios, a resultas, pues también. Resulta que no cumplía el ... bailaor con las citas en el juzgado, y se vislumbró el riesgo de fuga. Puigdemont, en la otra punta, ya estaba fugado, con lo que sólo le quedaba el mismo futuro de Amargo o bien irse al tinte, a dejar el traje oscuro con el que se nos va a presentar enseguida aquí, vistiendo el cabreo del que viene del éxito. Pero a Amargo voy, que es el hombre de hoy, en esa dorada tribu de los acusados que son los artistas, más tarde o más temprano. Amargo estaba metido en un asunto de tráfico de drogas. Y lo está, aún. Es como un roto juguete de hace décadas, aunque Amargo es famoso de anteayer mismo. Antes de que le detuvieran, hace ya meses, estrenaba 'Yerma', en un teatro de Madrid. Luego ha ido dando tristes tumbos por ahí, con cara de náufrago y una ira, a ratos, digna de otras causas mejores. Yo no voy a hacer parlamento moral de la vida un artista, que suele ser una criatura «condenada a la libertad».
Unos acaban llenando el Teatro Real y otros acaban en el talego. Es lo que pasa con la libertad, que igual se va con otro, o con otra. La sentencia que al fin se concrete ya la dirá la justicia competente, pero de momento lo que uno ve es un jaleo de vida desvelada y amistades peligrosas donde no sobra el agua mineral y tampoco el sentido común. Eso, y que le retiraron el pasaporte. En un artista suelen vivir muchos hombres, que es como decir que un hombre creativo es una asamblea. Más o menos, en eso estamos. Hay muchos Rafaeles en Rafael Amargo, y él siempre se ha manejado con una alegría, en general, digna, a veces, de mejores causas, según puede deducirse del drama enloquecido de las últimas épocas. Pero me gusta entornarlo hoy como un chico de empeño. Cuando hizo 'La garra y el ángel', junto a Eva Hierbabuena, lo apadrinaron ilustres de las artes plásticas, como Rafael Canogar o Luis Gordillo.
En el espectáculo 'Amargo' metió vestuaristas de moda, como Juan Duyos. En 'Poeta en Nueva York' enramó el flamenco con el cine, y luego, en 'Enramblao' subió al escenario prostitutas, yonquis, mimos y otras dolientes criaturas de la calle. Fue algo así como pluriemplear de su mano a las lumis en el Liceo o en el Tívoli. Remató faena de todo este mestizaje artístico en 'El Quijote', con imágenes en 3D, en el más caro montaje nacional de la historia de la danza. Apunto todo esto por ajustar a Amargo a sus propios méritos remotos, o no tanto, a sus logradas osadías del pasado, ahora que es sólo un reo al que ya veremos si le sacan alguna otra vez en los telediario, o ya nunca. Hubo un día en que se jugó el billete y la hacienda en formar una compañía propia, y eso no lo olvidan nunca los flamencos, como nunca olvidan, por los mismos empeños difíciles, a Antonio Gades, Joaquín Cortés, o Sara Baras. Y pocos más.
LA VIDA DE ARTISTA
Unos acaban llenando el Teatro Real y otros, en el talego. Es lo que pasa con la libertad, que igual se va con otro, o con otra
La última vez que nos vimos fue en una terraza de la Gran Vía, en Madrid. Charlamos de todo, durante un par de horas. Llevaba varias vidas incluidas en una sola, y soñaba muchos proyectos, con la pasión revuelta del artista, con el entusiasmo en pie del que siempre anda haciendo un doble viaje: el viaje interior y el viaje propiamente dicho. Luego, se despeñó hacia sí mismo. A Madrid llegó a los dieciséis años, con Lola Flores de madrina. Ahora se ha logrado una mala vida de famoso entre la policía y la bulería.
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