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Juan Tomás Gandarias: «Ahora ya no hay vida social, falta glamur y dinero»

Empresario de éxito, millonario de cuna y amante del golf, nos recuerda anécdotas de su agitada vida

José Tomás Gandarias junto a la actriz italiana Agostina Belli ABC
Pilar Vidal

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A Juan Tomás Gandarias no se le puede llamar pijo, aunque lo fuese porque en su época se usaba el término de niño bien. Su rostro y su menudo cuerpo son el reflejo de un vida intensa, privilegiada y disfrutada. Nunca ha concedido una entrevista y nos pide que no le hagamos fotos durante el encuentro. No quiere perder el anonimato, a pesar de que su nombre era frecuente en los ecos de sociedad y revistas de la época, no se considera miembro del famoseo patrio. Hace una excepción con ABC por los vínculos familiares que le unen a esta cabecera. Nos citamos en Richelieu, lugar emblemático de Madrid que ha frecuentado toda su vida. «Este local forma parte de lo que se conoce popularmente como la ruta de los Cardenales». Bautizado así por la coincidencia de tres bares con nombre de cardenal (Richelieu, Mazarino y Fleury) ubicados en la misma calle Eduardo Dato. Los tres siguen abiertos, aunque Fleury ha cambiado su nombre por el de Milford. Un templo del ilustrismo madrileño.

Comienza hablando de su afición al golf, interrumpida por una rotura de tobillo, que le ha impedido desde hace años volver a coger los palos. Pertenece al club Puerta de Hierro desde que nació. Le pregunto si también al de La Moraleja para ver qué opina del escándalo reciente del socio despechado que acudió con una señorita de compañía para desafiar la moralina rancia. Lo ha escuchado, pero sale en defensa del que considera un gran club fundado por uno de sus mejores amigos César Zulueta, un empresario vasco que hizo fortuna en Filipinas, junto a Antonio García, padre de la actriz Ana Obregón. «Jugaba mucho al golf, me hice de los primeros socios, aunque yo vendí la acción hace muchísimo tiempo», explica. Aunque para Gandarias el club de La Moraleja es imborrable. El 14 de octubre de 1977 murió en sus brazos el cantante y actor estadounidense Bing Crosby mientras jugaban al golf allí. «El vino invitado por Zulueta, eran amigos. Se conocieron en California porque todos los años iba a jugar el torneo benéfico que organizaba Bob Hope. Unos días antes de fallecer llamó a Zulueta desde Londres y le dijo »'estoy aquí encerrado en la habitación del hotel, jodido, deprimido porque he tenido un accidente al caer del escenario y tengo problemas con mi mujer'. Vente a España unos días y te invito a jugar al golf y a ti que te gusta cazar organizó una caza de perdices«, le dijo Zulueta. Y así fue como Bing Crosby se vino a Madrid y a Juan Tomás le tocó buscar una finca para cazar. Algo que no le quitaba mucho el sueño ya que su tío Pedro tenía una finca de las mejores, Castillo de Higares.

El actor y cantante Bing Crosby falleció jugando al golf en el club de La Moraleja (Madrid) ABC

Aún recuerda las últimas palabras que le dijo antes de que cayese muerto en el suelo «Bill mañana es la cacería, a las nueve de la mañana te recogemos en el hotel Ritz». Luego vino una ambulancia de la Cruz Roja y lo trasladaron al hospital Reina Victoria, aunque ya sabían que no había nada que hacer. A las puertas del centro hospitalario les esperaba ya el corresponsal de 'The New York Times' en España al que alguien dio el soplo y que relató con detalle citando en sus crónicas a Juan Tomás. Al día siguiente, el hijo se presentó y fue el que se encargó de la repatriación del cuerpo de su padre con ayuda de la embajada americana. Nunca más se volvieron a ver.

Anfitrión de lujo

Fue precisamente su amigo Zulueta el que en 1967 le pidió un favor «Él tenía muchos amigos en Filipinas y especialmente quería mucho a Carlos y a Beatriz, los padres de Isabel Preysler. Ella tenía 17 años y me dijo que se venía a Madrid a vivir con su tía Tessi –como cariñosamente llamaban a Teresa Arrastia- y que la sacase y le enseñase la ciudad«. Aún recuerda a la Isabel tímida, bella y cariñosa que no pronunciaba entonces ni una palabra de español y a la que recogía en el piso familiar por la zona de Cuzco. Se hicieron amigos hasta el punto de que le invitó a su boda con Julio Iglesias. Hace muchos años que no se ven, pero guarda muy buenos recuerdos de su amistad, que no romance de juventud como algunos se empeñaron en decir.

Isabel Preysler llegó a Madrid en 1967 y Juan Tomás le hizo de anfritrión GTRES

Aunque el tema sentimental prefiere no tocarlo, no puede negar la evidencia y es que, si estuvo enamorado de Rocío Durcal, para él María. «Nos conocimos por casualidad, íbamos mi amigo y yo en Vespa por Madrid y vimos a una chica muy guapa por la Gran Vía y la seguimos. Paró el coche en Bravo Murillo, 7 y se bajó. Nosotros también y el portero al vernos nos dice 'que son admiradores de la artista, es que ha hecho una película'. Y nosotros que éramos un poco canallas le dijimos que sí, que veníamos a pedirle un autógrafo. Nos dejó subir al primero derecha. Abrió su madre que la llamó diciendo 'María, sal que tienes unos admiradores'. Ella se empezó a reír porque sabía que éramos los del coche. A partir de entonces empezamos a quedar muchísimo. Era monísima, encantadora y tenía mucho sentido del humor», reconoce Gandarias, que aún guarda recuerdos de aquel intenso romance. Pero lo suyo con una artista no tenía futuro y Rocío se casó con Junior, al que Juan Tomás también quería mucho, hasta el punto que ejerció de testigo en su boda el 15 de enero de 1970. Un enlace al que asistieron más de 500 invitados y que inmortalizaron las cámaras del NO-DO.

Gandarias reconoce que lo suyo con Rocío Durcal fue un flechazo GTRES

Siguieron teniendo buena relación, hasta la última vez que se vieron en México, siendo ella ya muy famosa y Juan Tomás por entonces agregado de la embajada española. «Coincidimos y nos invitó a un concierto que daba por la noche. Cuando salió al escenario dijo, lo primero de todo quiero dedicar esta canción…Y el embajador que venía conmigo pensaba que era para él y ella me hizo salir y me dio un apasionado beso en la boca. Fue de amistad. Teníamos vidas distintas», se lamenta Juan Tomás. Doce años es lo máximo que le ha durado una pareja, una tenista que fue campeona de España en 1975. «Me dejó ella, se fue a esquiar sola y al volver como yo no me decidía me dijo que había conocido a un chico que quería casarse con ella y a los dos meses se casó con él y hasta hoy». A sus 70 y pocos años ha tenido muchas novias porque era muy veleta. Hace diez años, con su último romance le volvió a pasar lo mismo, se casó con otro porque él no se decidía. Aun así prefiere dejar entreabierta la puerta al amor.

Vida privilegiada

Juan Tomás fue el sexto de ocho hermanos. No quiere hablar de dinero, pero su familia eran los dueños del Banco Urquijo y de los Altos Hornos de Vizcaya, entre otros prósperos negocios. Sus abuelos compraron una casa en el Paseo de Recoletos, número 3 pegada al Ministerio del Ejército en plena plaza de Cibeles, que veía desde su balcón. Eran cuatro pisos de unos 1.500 metros cuadrados cada uno. «En el primero vivía una prima nuestra, en el segundo mis abuelos, en el tercero nosotros y el cuarto mi abuela se lo alquiló a dos amigas». Lástima que el edificio lo vendió la familia al banco Levante cuando su abuela murió.

Estudió en los Jesuitas, uno de los dos mejores colegios de Madrid de la época junto al de El Pilar. Luego intentó hacer carrera en ICADE pero terminó Derecho en Salamanca. Antes de licenciarse le fichó Gil y Carvajal, la aseguradora líder. Con ellos le fue muy bien profesionalmente, sobre todo cuando abrieron una oficina en Sevilla y le enviaron de director ocho años «tuve mucho éxito y eso unido a que mi padre se había muerto yo era el más popular y el más rico de Sevilla» (ríe). Luego abrió la discoteca de moda de la capital Vanity, en la calle Miguel Ángel, que fue una sensación. Un gran negocio, que su familia no veía con buenos ojos que con 30 años se acostara todos los días a las 8 de la mañana. Aún se arrepiente «vendí mi parte y al poco pusieron un sitio de flamenco El Portón, que se convirtió en uno de los locales más populares de Madrid. Mario Conde se hizo socio y yo no entré y se forraron«.

Íntimo amigo de Yeyo Llagostera –que con su fortuna financió a Los Chorys- recuerda algunas andanzas juntos. Lo que pasó en Las Vegas, se queda en Las Vegas a pesar de que sobre ese viaje se hayan contado muchas leyendas. Sí recuerda que «una vez nos fuimos a los Carnavales de Río de Janeiro en un avión, Yeyo invitó a más de doce personas de lo más variopintas al viaje. Solo yo y Fernando Falcó, marqués de Cubas, pagamos lo nuestro. Aquellas aventuras eran muy divertidas«. No es de extrañar que Juan Tomás se queje de que ahora la gente de 60 para arriba ya no sale, no hay vida social »falta glamour, clase y dinero…«.

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