¿Conoces a tu hijo?
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A veces los hijos pueden parecer unos extraños, personas desconocidas, que pasan de criaturas candorosas a seres radiactivos que tienen su propio mundo, vetado para los padres. La pedagoga Josefina Aldecoa decía que nunca los padres habían estado tan preocupados como ahora por la educación de sus hijos, pero que nunca se habían sentido tan perdidos.
Muchos buscan desesperadamente un traductor de adolescentes, mientras que otros dejan que el mutismo y la distancia vayan ocupando cada vez más espacio en su sala de estar. Pero lo cierto es que nadie les ha formado en psicología infantil de ahí que la pregunta: ¿Conoces a tu hijo? pueda ir seguida de un corto silencio y un leve sudor frío, mientras uno se va situando mentalmente.
Por eso, hay una serie de preguntas básicas que pueden darnos algunas pistas:
Preguntas
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¿Cuándo es su cumpleaños?
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¿Cómo se llama el mejor amigo/a de su hijo?
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¿Cómo se llama el maestro favorito de su hijo?
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¿Qué materia de estudio es la que más le interesa a su hijo?
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¿Cuáles son las materias más difíciles o que más desagradan a su hijo?
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¿Qué año escolar está cursando su hijo?
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¿Sobre qué temas prefiere leer su hijo?
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¿Cuál es la afición favorita de su hijo?
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¿Cuál es la mayor habilidad o destreza de su hijo?
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¿Qué es lo que más le gusta y lo que más le disgusta comer a su hijo?
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¿Cuál es el personaje favorito de su hijo?
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¿A qué le tiene miedo su hijo?
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¿Cuál es el juguete o la cosa favorita de su hijo?
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¿En qué situaciones se siente muy bien su hijo y en cuáles mal?
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¿Qué es lo que más le desagrada a su hijo de sí mismo?
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¿Cuál ha sido el momento más feliz y el más triste de la vida de su hijo?
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Y las preguntas que pueden hacerse a los padres:
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¿Qué es lo que más admira su hijo de usted?
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¿Si usted pudiera detener el tiempo, en qué momento de la vida de su hijo lo detendría?
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¿Qué actividad le agrada a su hijo compartir con usted?
Un mini-yo
Silvia Álava, doctora en psicología. y autora de los libros 'Queremos hijos felices' y 'Queremos que crezcan felices', señala que ante la temida pregunta de si las madres y padres conocen a sus hijos deja claro que no podemos generalizar. Los hay que son plenamente conscientes de cómo son sus hijos, sin embargo hay otros que no los conocen tan bien como sería aconsejable.
«A veces es complicado distinguir entre lo que es tu hijo en realidad y la proyección que tú tienes respecto a ese hijo. Hay padres incluso que tienen una dinámica que es un poco peligrosa, la del mini-yo. Tiene que ser como yo, pero en pequeño. No, tu hijo o hija es como es, no como tú quieres que sea. Podremos educarle, pero no se le cambia su personalidad», afirma.
Los padres no deben proyectar su realización a través de sus hijos. «Y eso es lo que estamos viendo en muchos, como yo no toqué instrumentos musicales, tú sí que los tocas. Como no fui a la universidad, tú vas a tener que ir a la universidad. A lo mejor a ese niño o esa niña no le interesa en absoluto nada de esto», apostilla la psicologa.
Por eso indica que entender eso pasa primero de todo por observarlos muy bien. ¿Sabes cómo es exactamente su forma de reaccionar?, ¿ cuáles son las cosas que pueden ser un disparador emocional y que les haga entrar en un estallido emocional, o que simplemente sean difíciles de gestionar para él o ella?, ¿Sabes quiénes son sus amigos y quiénes son los que no son tan amigos? «Se trata de observar sin ningún tipo de crítica, porque además de esa forma podemos educarlo, pero no en lo que tú crees que necesita o en lo que a ti te hubiera gustado tener cuando eras pequeño», sentencia.
«No me entiende»
En cuanto al momento en que empieza a acrecentarse esa laguna de conocimiento, Álava establece que no podemos establecer aquí leyes universales. «Sí que es verdad que durante la adolescencia la familia pierde protagonismo y lo gana el grupo de los iguales. Pero evolutivamente tiene que ser así Eso no significa que no tengan que seguir conociendo muy bien a sus hijos. Sin embargo, durante la niñez también vamos a tener papás y mamás que están un poco más despistados. Algunos porque no tienen tanto tiempo o porque tienen menos interés».
Sin embargo, reconoce que el tiempo en familia es menor y a la par es menor la calidad del vínculo y del conocimiento de los padres y las madres hacia sus hijos, pero matiza también de los hijos hacia los padres. «Por lo menos una comida hay que hacerla juntos para crear un clima emocional, porque si ocurre cualquier cosa con los niños, luego puede que no sean capaces de contarlo», comenta.
Álava en su experiencia personal dice que la mayor queja de los niños es el «no me entiende» o que sus amigos lo conocen mejor que sus padres. «Es cierto, que a veces nos cuesta empatizar y darnos cuenta de cuáles son sus sentimientos. Pero respecto a esa parte de «me tratan como si todavía fuera un niño», creo que aquí tenemos que tener cuidado, porque vivimos en una sociedad en la que se han acelerado muchísimo las cosas». Y en ocasiones los niños se están enfrentando a situaciones antes de lo que realmente les corresponde.
«Un adolescente de 15 años me decía «cuando termine el examen voy a salir y no voy a pasar por casa». Hay veces que hay que pararles los pies. Pero tampoco sin pasarse al otro extremo, sobreprotegiéndoles.
Ante todo pesados
Y la cuestión hecha a los niños de cómo definirían ellos a sus padres, lo que suelen contestar es que son pesados, «lo cual yo siempre digo, eso significa que lo están haciendo bien», establece Álava. Pero es verdad que a veces los niños se sienten agobiados cuando llegan del colegio y los padres empiezan con un interrogatorio, ¿cómo estás?, ¿qué has hecho en clase? Igual que ocurre con los adultos, si después de una larga jornada de trabajo llegamos a casa y nos hacen esas mismas preguntas, a lo mejor también nos sentimos agobiados.
«Muchas veces intentamos hacer este tipo de conversaciones cuando a nosotros, como adultos, nos viene bien, no cuando los niños pueden estar más receptivos. A lo mejor lo que hay que hacer es irse un pelín antes a la cama, porque los niños se relajan y empiezan a hablar», establece como fórmula Álava.
Pero hay que tener cuidado con usar un intermediario como informador, es decir, el abuelo, la abuela o el cuidador. Para Álava el problema está en que esa información puede ser confidencial, y contada en confianza. Y usar esos datos puede hacer que deje de acudir a esa persona. Es mejor crear momentos para que te lo cuenten a ti.
La necesidad de tener secretos
No obstante, hay que tener en mente que todo el mundo necesita tener su parcela personal y sus secretos, pequeño o adulto. A menos que sea algo que ponga la vida en peligro. Salvo en ese caso, «incluso es bueno que los niños aprendan a distinguir cuál es esa parcela más pública, lo que se cuenta, y cuál es esa parte que puede ser más privada, que solamente se habla con los que tienes más confianza», aclara la psicóloga.
En este sentido, Álava se ha llevado alguna que otra sorpresa, «nos encontramos casos, por ejemplo, cuando uno no es consciente de las dificultades de su hijo y le exige cosas que no puedo hacer. Si un niño es introvertido, y tiene un padre extrovertido que le reprocha que no tenga más amigos o que no vaya a más fiestas de cumpleaños se está olvidando de aceptar a su hijo tal como es. Pero si a un padre o madre le está costando adaptarse o saber cómo manejarlo, sería el momento de pedir ayuda.
¿Los hijos conocen a sus padres y madres?
La pregunta justa después de todo esto sería, ¿los hijos conocen a los padres? Álava responde hay hijos que realmente los conocen y hay otros que no.
Había un escritor que decía que los padres están condenados a no ser entendidos, en el sentido de que todo madre o padre conoce a sus hijos desde el momento cero de su existencia, pero los hijos se encuentran con unos adultos que tienen treinta o cuarenta años a sus espaldas y toda una historia detrás que nunca conocerán en todo detalle.
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Álava reconoce que eso es cierto pero señala que «lo que tenemos que pensar es que el vínculo tiene que nacer del adulto al niño, nunca del niño al adulto. Y el que tiene que entender es el padre al hijo. Entonces no le podemos exigir a los hijos cosas que no les corresponden».
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