La fórmula del psicólogo Rafa Guerrero para reducir la frecuencia, intensidad y duración una rabieta infantil
Este experto propone gestionar los problemas de conducta de manera respetuosa
Rafa Guerrero: «La clave de un buen desarrollo emocional está en los padres, nunca en los niños»

En ocasiones, las familias se quejan de que su hijo se «porta mal», no les hace caso, no respeta los límites o se enfada por casi cualquier motivo. De hecho, las rabietas y los problemas de conducta son algunos de los temas que ... más preocupan a padres, maestros y profesionales de la salud.
Pero, ¿es factible afrontar estas situaciones sin enfadarse, o lanzar un grito? Según el psicólogo Rafa Guerrero, psicoterapeuta, director de Darwin psicólogos y autor de numerosos libros, entre ellos, 'Menudas rabietas' (Libros Cúpula), «es posible desactivarlas o reducir su intensidad sí sabemos cómo».
La cuestión, prosigue este terapeuta, es que es habitual «no tener las herramientas suficientes para controlarlas, por lo que se nos suelen ir de las manos».
-¿Todos los padres de hijos pequeños pasan por esta fase? Si todos las sufrimos, tiene que haber algo para llevarlo mejor.
-No es que mamá y papá, los educadores, profesores… no dispongan de herramientas, sino que tienen herramientas que no son efectivas para abordar estas dificultades en el comportamiento, a la hora de aceptar límites y en los momentos de rabieta. Son estrategias que hemos heredado de nuestros padres, de nuestras madres, porque las han aplicado con nosotros, pero ni son efectivas ni son respetuosas.
Entonces de lo que se trata, y lo que trato de explicar y desarrollar -y este es el objetivo principal del libro-, es aportar primero, comprensión. Es decir, qué pasa realmente cuando un niño siente rabieta, cómo está su cerebro en ese momento de volcán emocional. Y luego, aportar una serie de herramientas que no solamente sean efectivas, sino que sean respetuosas. Esa es la gran clave.
-O sea, se puede hacer de otra forma.
-Se puede hacer de otra forma.
-Pero hay que entender un poco por qué suceden las rabietas.
-Es un ejercicio muy difícil porque implica desaprender o desinstalar un programa que tenemos todos instalado en nuestro en nuestro cerebro que es el de ignorar la rabieta. Eso es tratar de una manera poco respetuosa al menor. Hay que desinstalar esa manera de proceder ante lo que denominamos los adultos 'el mal comportamiento' y descargar una nueva aplicación que es más respetuosa. Eso lleva tiempo y eso es difícil. Exige formación y consciencia. Esa paternidad y maternidad consciente de la que hablamos mucho últimamente, pero que requiere mucho tiempo.
-Vamos a ir paso a paso hasta llegar a las herramientas. Primero vamos a explicar en qué consiste una rabieta y por qué todos los niños tienen rabietas.
-No es que el 100 por 100 de los niños vayan a pasar por esta fase de las rabietas, igual que los hay que no pasan por la fase del gateo, que es una fase dentro de lo que es el desarrollo evolutivo. De hecho, la gran mayoría de los niños sí pasan por ello. No pasan el 100%, pero sí un porcentaje muy importante.
Sí que es cierto que en función de cómo mamá o papá gestionemos los momentos de rabieta y en función de cómo nos vinculemos con ellos, vamos a conseguir que la fase de rabieta sea una fase horrorosa, o sea un momento, digamos, de aprendizaje.
Los adultos tenemos la capacidad de poder amortiguar tanto la frecuencia, intensidad y duración de las rabietas como de, por otro lado, amplificarlas, podemos echar leña al fuego hasta a esta situación.
Y todo depende, una vez más, de los adultos. Los adultos somos los responsables de qué hacemos con este niño que se ha tirado al suelo, que está en plena rabieta porque le hemos dicho que no vamos a bajar al parque ahora mismo porque 'es tarde' o porque 'está lloviendo' o le hemos dicho que 'no' en la cola del supermercado porque él quiere que le compremos algo. La clave siempre es de los adultos.
-Digamos que la rabieta suele empezar cuando el padre le contradice al niño en algo que que a este le apetece seguir haciendo o no quiere hacer, ¿es así?
-La rabia aparece no solamente en niños sino en mí y en cualquier persona que nos esté viendo ahora mismo. La rabia aparece cuando tú te propones un objetivo de manera consciente o inconsciente y no lo consigues. O cuando tú quieres hacer algo y no te dejan. O cuando estás haciendo algo que te gusta mucho y entonces te dicen que no puedes seguir. O cuando algo te parece que es injusto. Y la rabia es una emoción normal. Desagradable, sí. Muy desagradable. Pero es normal y, por lo tanto, se tiene que validar.
-Que eso es lo primero que no hacemos los padres, validar esa emoción, ¿no?
-Claro.
-Entonces tu recomendación sería primero darnos cuenta de que esto sucede y aceptarlo.
-Eso es. Que es normal, que esto sucede en el niño, al igual que sucede con nosotros y debemos aceptarlo, normalizarlo y validarlo. Porque ni los niños ni los adultos decidimos sentir rabia. Esto es algo que surge de manera inevitable porque las emociones ocurren y surgen de una manera. Nosotros no decidimos cuándo sentimos miedo, o en qué momento nos sentimos alegres y en qué momento tristes. Simplemente, las sensaciones ocurren, cómo pasan con la rabia.
-Validar la rabieta, no gritar, no ignorar… ¿qué más podemos hacer durante la rabieta del niño?
-Esto que estás comentando de no gritar es fundamental.
-Pero es la reacción más habitual.
-¿Pero por qué? Porque en muchas ocasiones nos sentimos sin herramientas, y el grito es la manera rápida y efectiva para que el niño deje de poner en marcha ese mal comportamiento, que es algo subjetivo. Es una manera de prejuzgar: «Para mi esto que estás haciendo es un mal comportamiento». El niño no es que se esté comportando mal, es que está mostrando una necesidad, una manera de sentir, y aquí no consiste en que entre en juego nuestra parte racional, sino que debemos entrar a validar y a permitir.
Entonces, ¿qué hay que hacer? Validar. Hay que validar que esté enfadado: «ya, pero es que todos los días que venimos al supermercado, me pide lo mismo». Y entonces el adulto puede decir: «es que estoy hasta las narices de que siempre me pida lo mismo y entonces hasta incluso podemos llegar a etiquetarle. «Este niño es caprichoso, por eso no le permito que se enfade…».
Pero estamos hablando desde nuestro punto de vista. El niño quiere que le compres eso que tanto le gusta que siempre cerca de las cajas cuando vamos a hacer la compra. Siempre lo quiere y que siempre lo quiera es legítimo. Ahora que sea legítimo no quiere decir que yo todos los días le tenga que comprar lo que el niño quiera.
Entonces yo le valido la emoción, conecto con él, le comprendo y desde ahí, le voy a poder calmar. Porque si resulta que yo que soy el adulto me desregulo, empiezo a gritar y a poner en marcha una relación de poder donde 'soy el que tengo la razón', 'soy el que hago todo bien' y 'tú eres el el niño que te portas mal', el que 'eres inadecuado y caprichoso'… Entonces todo lo que estamos haciendo es echar leña leña al fuego.
Con lo cual en un primer momento hay que comprender, hay que conectar con el menor, hay que permitirle. No digo que hay permitirle que se comporte de la manera que lo hace pero sí a lo mejor que lo exprese y lo sienta. Sería algo así como: «Conecto con lo que sientes, y una vez te he calmado, porque vuelvo a repetir la clave está en nosotros, ya te voy a poder dar una explicación de por qué no te voy a comprar esto. Y también te voy a dar una explicación de lo que ha sucedido».
-Pero lo que suele pasar es que se tiene miedo a que el niño monte el pollo y se tire al suelo, empiece a gritar y al final además si no gritamos recurrimos al chantaje muchas veces.
-Pero es que el chantaje, aunque esté muy normalizado por todos nosotros, porque a todos nos han chantajeado, y todos, en mayor o menor medida, hemos chantajeado, es una manera no respetuosa de tratar, no digo solo a los niños, sino de tratar a los demás: niños, adolescentes y adultos.
Entonces, ¿qué ocurre? Que como yo quiero por ejemplo que mi hijo sea educado y respetuoso con mi padre, que es su abuelo, le chantajee y le diga que si cuando lleguemos a casa los abuelos les saluda y les da un beso, luego te voy a comprar lo que quiera.
Entonces le estamos chantajeando. No le estamos permitiendo que se muestre como realmente siente, que es un niño. Que desde luego tenemos que educarlos para que el día de mañana sigan una serie de normas sociales y que eso implica que, aunque tú no quieras saludar, no tengas un buen día hoy o estés muy triste tienes que saludar y socializar. Pero eso viene después. Ahora estamos hablando de niños. El abuelo tiene que comprender que hoy tu hijo viene cansado, enfadado y que hoy no quiere dar un beso.
Pero pensamos, ¿qué va a pensar mi padre si mi hijo no le quiere dar un beso? ¿O si mi hijo no se porta bien? «Si te portas bien con los abuelos, entonces te voy a comprar luego lo que tu quieras, o te voy a dejar jugar con el ipad…» Y entramos en ese chantaje.
Pero perdemos también de vista que un mal comportamiento repetido a lo largo del tiempo es un mensaje que nos mandan nuestros niños de una necesidad que no está siendo cubierta. El niño se tira en el suelo porque tú le has dicho que 'no' por algo y entendemos que la respuesta habitual a esto es no hacer caso, es ignorar, ¿no?
Cuando en realidad este niño quiere transmitir algo con su comportamiento. Siempre, siempre, constantemente, nos están diciendo lo que necesitan. Lo que pasa que nos lo dicen de una manera codificada. Nos está diciendo que necesita pasar más tiempo con nosotros, que necesita que le pongamos límites… pero yo lo mal interpreto como mal comportamiento; el de un niño malo, que siempre me la está liando, o me está montando el espectáculo….
Cuando esto se da en un contexto familiar o con amigos, que queremos que vean lo bueno que son nuestros niños, o cuando se da en el supermercado o el parque y no queremos que nos hagan sentir mal, aparece ese miedo de ser juzgados y entramos en el chantaje: «Si te portas bien te voy a comprar todo lo que tú quieras, o te voy a dejar estar más tiempo con el iPad»...
-Eso es lo que hacemos mal pero, ¿cómo podríamos hacerlo mejor?
-Tenemos que tratar de ser lo más pacientes posibles. Pasar de ese volcán emocional donde el niño está completamente desregulado y enrabietado a estar calmado no basta con decirle: «calmate». Y tampoco podemos hacer eso de negar la emoción: «Pero no te enfades, si tampoco es para tanto». Les racionalizamos las emociones.
-¿Se las traducimos?
-Claro, pero hay que traducirlas de manera correcta. No es «no te enfades«. Es «entiendo que estés enfadado». Y mira que me estoy yendo a una situación extrema donde el niño está pidiéndote constantemente que le compres el chocolate, los chicles o los muñecos que tanto le gustan cuando pasamos por esa tienda. Tu piensas: «es que todos los días me lo pide». Es que insisto, es legítimo., es válido.
-Recapitulemos.
-Entonces validamos, tenemos que ser pacientes, y esto no es un chasquido de dedos, de: «yo le digo al niño» o «yo le tocó tal botón» o «le doy a la cabeza y lo hago así un poquito y entonces ya se calma». El niño no se puede calmar, esa sería la tercera característica.
En cambio nosotros le decimos al niño: «cálmate» o «vete a tu habitación y cuando estés calmado, vuelves». Y eso se lo decimos a un niño que tiene 3 años. Con esa edad no tiene ni la capacidad, ni las estrategias, ni el desarrollo cerebral como para autorregularse.
Esa tercera variable de la que estamos hablando es que somos nosotros los encargados de regularlos. La clave para que el niño pase de ese volcán emocional, de esa desregulación, de esa rabieta, a un momento de relativa calma, está en nosotros.
En función de cómo yo me enfoque: si estoy muy regulado, estoy muy enfadado y estoy muy estresada, puedo echar leña al fuego o amplificar ese estado emocional. Pero si yo voy tranquilo, si me pongo a su altura, le miro a los ojos y le digo: «te entiendo perfectamente».
-Incluso le abrazo.
-E incluso le digo que no le voy a comprar la chocolatina, porque los caprichos son para de vez en cuando, en niños y en adultos. No podemos vivir a base de caprichos, lo que sí tenemos que hacer es atender a sus necesidades, y se puede ser respetuoso con un hijo diciéndole que no. Que no puedo estar todo el día comprándolo lo que le apetece. O que él no puede estar todo el rato que quiera viendo la TV o en el parque, porque hay unas obligaciones y unos tiempos que cumplir.
Entonces, decir no a nuestros hijos es una manera respetuosa de tratarlos pero en este viaje de decirle que 'no' y subirnos a casa porque ya hemos estado suficiente tiempo en el parque, hay que hacerlo de manera respetuosa. ¿Qué difícil, eh?
-Total. Además normalmente coincide con que el niño ya está cansado, tú le has llevado a un sitio (un supermercado) donde no tenía que estar, tú vas con prisas…
-Date cuenta de que todo esto nos cuesta a todos. Venimos del puñetazo en la mesa, del «que me hagas caso», del grito, o del castigo. «Como no me hagas caso te castigo sin». Esto es algo que tenemos todos muy metido e interiorizado porque nos lo han hecho nuestros padres, todos. A todos nos han castigado, a unos más y a otros menos, a todos nos han chantajeado, y nos han amenazado… o ignorado. Debemos cambiar o desinstalar esta relación autoritaria donde no se presta atención al niño, no se tiene en cuenta su emoción y solo se presta atención a su conducta. Hay que ir generando y desarrollando una aplicación nueva basada en una crianza consciente y respetuosa, que es muy difícil.
-Porque, ¿cómo influye el apego en ese nivel de rabietas? ¿Puede ser que si tu hijo tiene rabietas estas se desactiven más fácilmente? Porque tenerlas es muy probable que las tengan claro.
-El apego es como un colchón. Si resulta que mi hijo tiene un apego seguro, porque esa es la manera en la que nosotros como padres nos hemos vinculado con él, dándole esa seguridad, dándole esa confianza, empoderando… Y no estoy hablando solamente de niños de cinco, seis y de nueve años, estoy hablando de bebés de tres meses. El apego es algo que ya está establecido en torno a los 7, 8, 9 meses… En torno al año de edad. Esto no es algo que surge a partir de los cinco o de los seis años, no. Desde bien chiquititos nuestros hijos ya saben si somos figuras seguras o inseguras.
El apego seguro significa que estamos preparados biológicamente para sobrevivir. El neonato, no digo ya e bebé de 9 meses, necesita saber, aunque no va a ser consciente, si tú eres fiable o no. Este sistema de apego está constituido a los pocos meses.
-De todas formas, ¿siempre hay un rango de mejora si lo has hecho mal, ¿no?
-Siempre, está claro eso.
Tampoco puedes contestar de una forma un día y de otro, o sea hay que ser constantes. Osea, un día le ignoro, otro día le monto un pollo y otro día le abrazo…
-Eso es lo más desestructurante que podemos hacer con un niño.
Por eso estas personas que responden de manera muy variable a las necesidades que tiene uno, desestructuran mucho, porque entonces yo no te puedo predecir. Si yo como hijo tuyo, voy pidiéndote ayuda, voy manifestando una problemática, y a veces me abrazas, a veces me gritas, a veces me dices que te deje en paz, y otras que soy un pesado y otras ven aquí vamos a hablar a ver qué te pasa… a mi eso me desestructura mucho porque no te puedo predecir. Porque el ser humano necesita que el entorno, que las personas que me rodean, sean predecibles. Saber que tú nunca me atiendes, que tú nunca me atiendes mis emociones, saber que tú nunca hablas conmigo en casa de sexo y de drogas, saber que tú me atiendes de manera sensible. Esto nos pasa a los adultos. Cuando yo tengo un problema, en función del tipo de problema que es, llamo a unas personas o llamo a otras porque sé quién me atiende, qué tipo de problemas. El apego seguro va a ser un amortiguador de las rabietas, en cuanto a intensidad y duración.
Mientras que el apego inseguro va a ser echar leña al fuego. Lo que va a hacer es amplificar, va a hacer que la rabieta dure más, que sean más frecuentes y que sean más intensas.
-O que incluso con la edad se conviertan en un trastorno de conducta, ¿no? Porque no es lo mismo la rabieta del niño de dos años que la de Pedrito cuando le quitas el iPad.
Claro. El chiquitín que tiene dos años, que está en la fase evolutivamente hablando, de descubriendo de la rabieta, es un momento importante por el cual pasamos la gran mayoría de nosotros. Pero una rabieta puntual es eso, una rabieta puntual. Una cosa es una fase y otra que sea un elemento puntual. La fase las rabietas es como la adolescencia, de conflicto, que no está exenta de dificultades, pero es una fase fundamental para el desarrollo de la autoestima, para el desarrollo de la personalidad, para el fomento de la autonomía, para la identidad y entonces bueno, pues, por ahí pasamos todos y podemos pasar mejor o podemos pasar peor, ¿no?
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Vamos a educar de una manera consciente, respetuosa, y para eso es importante que nos formemos, tengamos ganas, y sustituyamos esa educación más autoritaria, más centrada en el castigo por otra que sea más consciente, respetuosa, que es mucho más complicada..
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