Seis expertos contra las tergiversaciones históricas de PSOE y Junts
Académicos y catedráticos desmontan el tópico de que los Decretos de Nueva Planta acabaron con la identidad nacional catalana y dieron paso a una de las épocas más oscuras de la región
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Triste letanía la de moldear la realidad al gusto de cada usuario. Ayer, en el acuerdo que formalizaron PSOE y Junts para facilitar la investidura de Pedro Sánchez, un párrafo hizo saltar las alarmas históricas. En él, ambos partidos señalaban que las «reivindicaciones y ... demandas» de la sociedad catalana que refrendó el Estatut han «adoptado diferentes formas desde que los Decretos de Nueva Planta abolieron las constituciones e instituciones seculares de Catalunya». Una referencia a la eliminación de los fueros por parte de Felipe V que, para muchos expertos, esconde aplausos a las tergiversaciones independentistas.
Tópicos históricos
Uno de ellos es el historiador Jordi Canal i Morell. En declaraciones a ABC, el también profesor de la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales de París sostiene que, detrás del texto, hay una aceptación tácita por parte del PSOE del discurso artificial que el nacionalismo mantiene desde hace dos siglos: «Venden que Cataluña es una nación viejísima que proviene del año mil, que siempre ha estado enfrentada con Castilla, que su Estado ya existía antes de la guerra entre Austrias y Borbones y que los Decretos de Nueva Planta y el centralismo destruyeron el camino a la democracia que habían empezado a crear».
La realidad, esgrime, no puede estar más alejada de ese discurso. Lo mismo que opina Roberto Villa García, profesor titular de Historia Política en la Universidad Rey Juan Carlos: «Antes del siglo XIX, Cataluña fue un principado de España, que era una monarquía. Después del XIX, Cataluña fue una región de España, que ya era una nación. Lo que cristalizó en Cataluña en los últimos años del XIX y primeros del XX fue un movimiento nacionalista que reivindica un Estado propio para sí mismo y que engloba un territorio imaginario, los 'Países Catalanes', que el nacionalismo define en términos etnolingüísticos». Su máxima es que «la nación catalana, como comunidad política, no ha existido nunca».
Guerra falseada
Al otro lado del teléfono, el académico y catedrático en Historia Ricardo García Cárcel muestra una opinión parecida. Como sus colegas, insiste en que «el Estado, representado por el Gobierno central, ha asumido los postulados del nacionalismo catalán» sobre la Guerra de Sucesión y la conquista borbónica de la Barcelona partidaria del Archiduque Carlos. «Invocan la épica del sitio, esa melancolía de la Cataluña que no pudo ser, la de las ocasiones perdidas», añade. Está convencido de que la batalla fue «una cuestión evitable» que se produjo «por un delirio fanático, cuasi religioso», y que «nunca tendría que haberse dado».
Aunque, en palabras de Cárcel, la conclusión clave «es que nunca hubo una confrontación antropológica entre Cataluña y España». El académico confirma que «lo que se dio en 1714 fue el final de una guerra, la de Sucesión», en la que en ambas zonas había partidarios de Felipe V y del archiduque Carlos. Una idea que remarca también Villa: «Es un relato cuya función es mantener viva una contraposición esencialista y secular entre los nacionalistas y el resto, y que sirve para ocultar los hechos históricos que deslegitimarían su proyecto secesionista, entre ellos, la decisiva participación de los catalanes en la unificación y consolidación política de España».
Ideas actuales
Javier Paniagua sigue la misma estela. El historiador y veterano socialista explica a este diario que no se deben utilizar conceptos actuales para modificar el pasado: «Por entonces no había una concepción nacional desde el punto de vista de la modernidad. Las ideas de nación y estado no se consolidaron en España hasta el siglo XIX, después de la Guerra de la Independencia y las Cortes de Cádiz». El anacronismo escuece, lo mismo que aferrarse a una distopía: «¿La ausencia de unos Decretos de Nueva Planta podría haber derivado en una España diferente? Sí, pero es una apreciación de ciencia ficción que no tiene sentido alguno».
Enrique Martínez Ruiz, catedrático en Historia Moderna por la UCM, suscribe a su colega de profesión: «No se puede considerar una nación antes del siglo XIX por la sencilla razón de que el concepto y su aplicación a determinadas comunidades políticas no se produce hasta el siglo XIX».
¿Un siglo pésimo?
El último punto contra el que arremeten los expertos es la idea de que Cataluña vivió sus años más tristes con los Borbones. Según afirma el catedrático en Historia Moderna Roberto Fernández Díaz, más bien fue una «centuria espléndida, de crecimiento económico y revitalización cultural». Y todo, gracias a «una sociedad catalana dinámica» y «políticas ilustradas» impulsadas por la monarquía. «Las principales fueron cuatro: la unificación del mercado español –que permitió la entrada de las mercancías catalanas en todo el territorio–, el proteccionismo industrial –que favoreció el desarrollo de la región–, el impulso al comercio con América y la creación de una Junta de Comercio compuesta por la burguesía local».
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