Sánchez consuma su volantazo con una legislatura marcada por Iceta e Iglesias
Asume un plan abanderado desde hace años por su ex vicepresidente y rival, y por el exlíder del PSC

Hay hombres que dictan la historia. Y otros que la protagonizan. Pedro Sánchez es el protagonista principal de esta historia. Pero el premio al mejor guion original debería corresponder a Pablo Iglesias y Miquel Iceta. Su cuerpo ideológico y su estrategia política son las protagonistas de una legislatura que afronta su último año todavía con cuentas pendientes.
Tras foguearse en otros géneros y resistirse a cambiar de rol por miedo a encasillarse, al final, Pedro Sánchez tuvo que aceptar una oferta que tenía encima de la mesa desde el 20 de diciembre de 2015: un gobierno de coalición con Unidas Podemos con el apoyo externo de las fuerzas independentistas. Iglesias que empezó esta legislatura siendo ministro aunque ahora parezca un pasado muy remoto, es el gran triunfador político de esta legislatura. Su tesis, que casi rompe al PSOE y a Podemos en 2016-2017, tomaba forma.
22 de enero de 2016. Un día para el recuerdo: «Si el PSOE quiere, puede haber un Gobierno de cambio (…) La posibilidad de que Sánchez sea presidente es una sonrisa del destino que podría agradecer». Pablo Iglesias comparecía en el Congreso de los Diputados tras su audiencia en La Zarzuela y solemnizaba por primera vez la propuesta de un Gobierno de coalición entre PSOE, Podemos e Izquierda Unida que requeriría del concurso de ERC y PNV. En esos momentos el peso de Bildu era más limitado.
10 de noviembre de 2019. Repetición electoral. El PSOE no cumple el objetivo de superar los 140 escaños. A Sánchez le habían asegurado que pasaría. Sí sucede la otra cosa que habían considerado, pero con mucha más fuerza de la prevista: Ciudadanos se desploma. Unas elecciones que se repitieron para evitar una coalición con Podemos y cuya consecuencia fue cerrarle al PSOE cualquier otro camino que no fuera ese. Al día siguiente Pedro Sánchez habló con Pablo Iglesias. «Vamos a hacer la coalición». El líder de Podemos había ganado. Por el camino había roto su partido y reducido notablemente el peso electoral de su partido. Pero había ganado.
A día de hoy, a menos de dos meses de que se cumplan siete años de aquella rueda de prensa de Iglesias reclamando la coalición y más de cuatro años después de una moción de censura con unas alianzas coyunturales, esos pactos se han convertido en estructurales. El PSOE no tiene forma material de gobernar que no pase por la doctrina Iglesias.
5 de diciembre de 2019. Tras el fracaso de la repetición electoral y sabiéndose ya futuro vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias sube la apuesta: «El bloque de la moción de la censura está llamado a asumir la responsabilidad de la dirección del Estado». Luego llegó la pandemia y la incuestionable excepcionalidad hizo al PSOE paladear con una fórmula más transversal. En el verano de 2020 Quim Torra era todavía el presidente de la Generalitat de Cataluña. ERC formaba parte de ese Govern pero todavía con dependencia. Oriol Junqueras seguía en prisión. Pere Aragonès no era presidente. Durante unas semanas de aquel verano Pedro Sánchez llegó a atisbar la posibilidad de sacar adelante sus primeros presupuestos con PNV, Ciudadanos y otras fuerzas minoritarias. Se instaló incluso durante días como la opción más plausible.
Y fue así hasta que Pablo Iglesias puso punto fin a su descanso estival y en un mano a mano con Pedro Sánchez le transmitió muy claramente que el apoyo de Unidas Podemos iba vinculado a introducir en la ecuación a ERC y a Bildu. El gran legado de Iglesias es ese. Primero haber resistido, a costa de perder millones de votos, a los intentos del PSOE de gobernar con ellos o de hacerlo de forma muy testimonial. Y segundo, una vez logrado eso, descarrilar cualquier tentación del PSOE de volver a buscar a Ciudadanos. En el 'pack' de Podemos iban también ERC y Bildu. Cuestión esta última que aunque no ha descarrilado también ha introducido tensión en la relación con el PNV. Ahora el PSOE no tiene más vía de acceso al Gobierno que repetir unas alianzas a las que se resistieron y con la que Iglesias los tentaba desde 2015.
Iceta siempre por delante
El hoy ministro de Cultura es el otro guionista de la legislatura. Tras el verano de 2017 fue interlocutor predilecto de Sánchez cuando éste negociaba la aplicación del artículo 155. Lo apoyó. Pero sabía que su discurso tenía que ser otro. Nunca demostró una especial simpatía por las históricas manifestaciones constitucionalistas por entender que fomentaban la polarización. Sí participaron por ejemplo Josep Borrell o Salvador Illa.
Querido internamente por haber mantenido la nave del PSC a flote en pleno auge de los independentistas y de Ciudadanos, siempre se le ha considerado internamente un dolor de muelas por su desparpajo verbal. Se arrancó a pedir los indultos cuando los líderes del 'procés' ni siquiera habían sido condenados. 13 de diciembre de 2017: «Sin duda pediría el indulto porque en este país tendremos que cerrar heridas que tienen un origen político». En Ferraz, ni siquiera Sánchez había llegado todavía a La Moncloa, se echaban las manos a la cabeza. Se le desautorizó. Ciudadanos ganaba pocas semanas después las elecciones en Cataluña. Pero los independentistas seguían gobernando. Y el PSC seguía en tierra de nadie.
Pero él no cambió. Pedro Sánchez sí. El Gobierno afronta estas semanas la supresión de la sedición. Un lugar en el que Iceta habitaba hace tiempo con comodidad. 8 de febrero de 2020: «La voluntad del Gobierno de España es afrontar cuanto antes la reforma. Es lógico que se vaya avanzando en la libertad de los que están en la cárcel y su recuperación en la vida civil».
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