ANÁLISIS
El PNV pierde pie como «gran conseguidor» en Madrid
Mientras Bildu ha sacado réditos muy claros por apoyar a Sánchez en esta legislatura, el botín de los peneuvistas dista mucho de ser el de antaño. El pulso de PSOE y secesionistas por la 'ley mordaza' y la imposición del centro de refugiados en Álava, últimas pruebas de que ya no influyen como antes

La legislatura entra en su recta final dejando atrás muchos cambios en la política nacional. Uno de ellos, el papel que el PNV ha jugado tradicionalmente como máquina de poder en Madrid. Es hora de hacer recuento y en lo que se refiere ... a hechos consumados, y no a promesas ficticias, la balanza se inclina hacia el lado de EH Bildu con el acercamiento de los presos etarras a cárceles vascas, el reconocimiento de víctimas de torturas hasta 1983 cuando ya gobernaba Felipe González, o la futura retirada de la Guardia Civil de Navarra como el gran botín que se lleva bajo el brazo Arnaldo Otegi.
Los del PNV, por su parte, se apuntan la transferencia de la competencia de prisiones, y presumen de arrancar a Pedro Sánchez promesas de cientos de millones de euros en inversiones. Pero la realidad es que el Gobierno socialista no ha tenido pudor en incumplir su palabra, aplazando o estancando la ejecución de muchos de esos millones prometidos. Como muestra un botón: el País Vasco estará a la cola en la llegada del tren de alta velocidad.
Pruebas de que el PNV ya no tiene en Madrid el peso que tenía antaño se encuentran una detrás de otra. El bloqueo de la modificación de la Ley de Seguridad Ciudadana, la apelada 'ley mordaza', es una de las últimas. El PNV fue el impulsor de la proposición de reforma que tramita el Congreso pero las enmiendas aprobadas han sido tantas que no queda mucho de lo que inicialmente firmó su portavoz, Aitor Esteban. Al mismo tiempo, el debate público de esta reforma no se ha situado sobre los ejes marcados por el PNV sino sobre los fijados por EH Bildu y ERC: pelotas de goma, devoluciones en caliente y sanciones por faltas de respeto y desobediencia a los cuerpos de seguridad. Que la iniciativa caiga o salga adelante, no dependerá de los votos del partido de Andoni Ortuzar sino del resultado del pulso que mantienen el PSOE y los independentistas.
Pero tanto o más significativa es la imposición de Moncloa de ubicar un macro-centro de refugiados en Álava, que no quiere el PNV. El Gobierno de Sánchez se ha atrevido a lo que ningún otro con mayoría simple hubiera hecho antes: publicar en el Boletín Oficial del Estado la licitación de una problemática instalación de la Administración Central en territorio vasco sin previo aviso a Ajuria Enea.
Los peneuvistas, muy enfadados porque Moncloa olvidara la famosa cogobernanza que tan indispensable le resultaba durante la pandemia, no han dudado en denunciar que la operación ha sido hecha a sus espaldas, que a estas alturas siguen careciendo de información y que, por no remitir, el Gobierno no les ha enviado todavía ni un solo documento. Quién les ha visto y quién les ve. Cuidar al PNV ha sido una consigna que se ha escuchado durante años tras las paredes de La Moncloa. Ahora, sin embargo, parece casi extemporánea.
La reforma de la 'ley mordaza' fue impulsada por el PNV, pero los ejes de discusión los ha planteado Bildu
El origen de esta pérdida de pie del Partido Nacionalista Vasco en Madrid se encuentra en la moción de censura que Pedro Sánchez impulsó contra Mariano Rajoy. Una operación que salió adelante precisamente porque Ortuzar decidió apoyarla y conceder al socialista la mayoría absoluta que necesitaba. Hasta ese momento, los votos de EH Bildu no contaban en el Parlamento español. El PP no negociaba con ellos y los dos aliados de referencia y por necesidad de Rajoy eran los Ciudadanos de Albert Rivera y el PNV. Pero la moción de censura alumbró una nueva mayoría inédita en la que entró, por primera vez, EH Bildu. Otegi detectó rápidamente la necesidad de votos de Sánchez y vio una oportunidad. Cambió de actitud y de estrategia para pasar a desplegarse como «partido de Estado» con el objetivo de facilitar las negociaciones con los socialistas en el Congreso.
Los hechos son tozudos pero las matemáticas más, y los votos de la formación de Arnaldo Otegi empezaron a contar. En aquel momento eran dos escaños. Tras las elecciones de 2019 ascendieron a cinco, casi a la par con los seis del PNV pero con el efecto multiplicador de la alianza que Bildu tiene con ERC. Para el PSOE, limitarse al Partido Nacionalista Vasco es limitarse a seis votos. Abrirse a Bildu es abrirse a sus cinco más los 13 de ERC porque se mueven en reclamaciones compatibles.
El cambio de mayorías
El problema que tiene ahora el PNV es que las mayorías han cambiado en el bloque progresista pero también en el liberal-conservador. Y la irrupción de Vox le imposibilita, de momento, cambiar de alineamiento. Por mucho que el Gobierno de Pedro Sánchez incumpla su palabra, para el PNV es mejor un gobierno del PSOE que otro en el que participe Santiago Abascal. Es por ello que para que Alberto Núñez Feijóo reedite la alianza que Mariano Rajoy tuvo con Andoni Ortuzar es condición necesaria que Génova no necesite los votos de Vox para gobernar.
Al principio de esta legislatura, cuando los grupos parlamentarios medianos y pequeños mantenían su habitual pelea por el sitio que los grandes les dejan en el hemiciclo, el portavoz de una formación con más representación que el PNV se quejaba de que el Grupo Vasco tuviera mejor ubicación. «En España solo hay dos instituciones inamovibles, la Iglesia y el PNV», decía con sorna. A juicio del desarrollo político de estos tres años, esta máxima puede no ser válida la próxima legislatura en los que respecta al partido vasco.
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