Grande-Marlaska, la metamorfosis de juez a ministro
«Ya no es uno de los nuestros, ha perdido el alma de juez», dice el abogado Javier Gómez de Liaño, quien fue compañero del hoy titular de Interior. «Tenía una obsesión por entrar en política»
Piedad de los cabizbajos

Hay títulos que no lo abandonan a uno nunca porque hay cosas que uno no puede dejar de ser totalmente. Por mucho que intente desprenderse de ellas, lleva una marca que no se puede borrar y de la que no cabe la dimisión, ni ... una segunda vida distinta, desconectada de la primera.
Cuando en la prensa del corazón retratan las hazañas de algún «extorero», recuerdo que la palabra extorero no existe, pues la de torero es una condición vitalicia que dura para siempre en cuanto modifica a la persona que nunca más puede comprenderse sin ella.
Se puede ser, como mucho, un matador de toros retirado aunque en realidad todos, hasta los más viejos, sueñan con volver. Un héroe no puede ser un exhéroe; será otra cosa: un defraudador, un traidor, lo que sea. Un terrorista siempre será un terrorista por muy retirado que esté. Un asesino siempre será un asesino, el violador siempre será violador aunque no ejerza y un juez siempre será un juez.
Así es como este país creyó que Grande-Marlaska siempre sería Grande-Marlaska. Que el héroe de la lucha contra ETA terminara formando parte de un gobierno que se asocia con la izquierda abertzale, blanquea sus posiciones, el recuerdo de su historia, y adelanta la salida de la cárcel de sus terroristas es algo que sigue produciendo dolor, sorpresa y temor.
Un ángel caído
Esta es la historia de la caída de un ángel de la democracia, una decepción traumática para una parte de la ciudadanía, la clase política, la judicatura y las fuerzas de seguridad. La historia luminosa, que como en todos los desengaños precede a la sombra del chasco, arranca en 1962 en el seno de una familia humilde y conservadora de inmigrantes que se buscan la vida en Bilbao.
En ese ambiente de la tardodictadura nace Fernando, un niño amable, inteligente y decidido a formarse y a ganarse la vida en una vocación que alcanzaría la cumbre siendo juez en la audiencia provincial en los años en los que ETA mataba a diario.

«El cambio de Grande-Marlaska es incomprensible en un hombre de principios»
Dolores Márquez de Prado
Fiscal en excedencia y abogada
El joven magistrado no tiene miedo y se reivindica en una sociedad gris que le niega su condición personal y en la que quiere ser el primero: el primero de la clase, el primero de la judicatura, el primero de la Audiencia Nacional, y en salir del armario en 2006.
Se le ocurrió cenar con su gente de confianza: decidió confesar su homosexualidad en una entrevista que, según él, debía ser con Rosa Montero. Porque le gustaban sus entrevistas y porque ella era también una de las primeras en lo suyo. Bilbao se queda pequeño a Fernando y a Bilbao, Fernando se le queda grande y llega a Madrid donde ya se escuchan leyendas de aquel juez vasco «que los tiene bien puestos», recuerda su compañero de la judicatura Javier Gómez de Liaño, que lo define en aquellos días como alguien que «galopaba sobre el escalafón». España tenía a los villanos, pero necesitaba héroes y era innegable que allí había uno.
Sus hazañas lo llevaron pronto a la Audiencia Nacional, donde acometió sus grandes éxitos y también probó el sabor de las primeras decepciones. Grande-Marlaska se mostró implacable con el terrorismo y sus alianzas y se jugó la vida sin ambages. La oportunidad y el primer chasco le llegaron con la sustitución de Baltasar Garzón, -¿otro exjuez imposible?-, y la asunción del caso Faisán.
El Faisán era un bar cualquiera de Irún en la frontera de Behobia -camioneros, sirimiri, estancos y licorerías- en el que operaba una red de extorsión de ETA. Antes de la operación policial que iba a desmantelarla, dos agentes españoles les soplaron que las fuerzas antiterroristas iban a caer sobre ellos.

«Ha colgado la toga emocionalmente, se ha olvidado de la carrera y de nosotros»
Javier Gómez de Liaño
Exjuez y abogado
Poco después, Grande-Marlaska mantenía un encuentro secreto en Francia. En aquella reunión se vió con el coronel Manuel Sánchez Corbí y la jueza Laurence Le Vert. Está a punto de tocar el cielo. «La investigación iba a dar sus frutos de manera inminente. Podía cargarse a la mitad del Partido Socialista. Se iba a coronar definitivamente».
Habla una fuente implicada en la operación al más alto nivel, que apunta a que para parar los pies a Grande-Marlaska, «alguien pidió a Garzón que volviera para que amainara la tormenta y la investigación quedó en nada. Eso a Marlaska le sentó muy mal y se frustró mucho».
Los héroes del Riofrío
Grande-Marlaska se forjó una carrera en la Audiencia Nacional, el fuerte de El Álamo de la democracia en aquellos días de asedio terrorista y cadáveres bajo las sábanas. Allí sobrevivía un grupo de fiscales y jueces que se habían ganado el mote de los Indomables en el que figuraron Ignacio Gordillo, Carmen Tagle -asesinada por ETA-, María Dolores Márquez de Prado, Fungairiño y Gómez de Liaño, entre otros.
Se reunían en Riofrío junto a la plaza de Colón, una cafetería de las de antes que cerró recientemente y fue sustituida por uno de esos restaurantes de moda con plantas de plástico y música alta en los que la comida es una excusa para beber y ligar con gente guapa. Entonces, el local acogía a la crema de la judicatura y la lucha contra las pistolas, hombres y mujeres duros y decididos. Marlaska era uno de ellos, con una peculiaridad: «Tenía una obsesión por estar en política», recuerda Javier Gómez de Liaño.

El magistrado la fue desplegando en una agenda de encuentros informales con el poder en lo que ahora se llama el 'afterwork'. Se reunía con políticos, empresarios, periodistas del 'prime time': los que mandaban. Héroe de la democracia, joven, conservador y gay: en los grandes ambientes se lo rifaban. Era, ya, una estrella.
«Acudía frecuentemente a las cenas que se celebraban en las casas de la gente del Ibex con la que se llevaba muy bien, pese a que no era una persona deslumbrante en la sobremesa», recuerda otro magistrado presente en aquellas comidas.
Grande-Marlaska tenía una vida social desbordante y ejercía de niño bonito de los conservadores, tanto que el PP lo llevó al Consejo General del Poder judicial. Se había acercado a Mercedes Rajoy, hermana del presidente, con la que mantuvo una relación de amistad que duró hasta el fallecimiento de ella y ese aura le acompañaba. «Creía que iba a ser fiscal general del Estado -recuerda Ignacio Gordillo-. Él y todo el mundo».
Expectativas frustradas
En las crónicas se cuenta que su sueño se frustró porque Rajoy no se fio de él y se despliega la clásica literatura de luchas de poder que siempre se terminan explicando por la influencia de Soraya Sáenz de Santamaría. Fuentes implicadas de manera directa en aquel nombramiento relatan la historia de manera más vulgar: Grande-Marlaska estaba en la lista que el ministro de Justicia Rafael Catalá pasó al presidente, pero no era el primero. «El primero era Maza y Rajoy respetó aquella lista. No hubo más».
Fin de la historia y comienzo de la siguiente. «Marlaska se frustró y eligió seguir por la vía del PSOE», relata un alto mando de las fuerzas de seguridad. En algún momento, conoció a Pedro Sánchez, quien quedó fascinado. Su nombre sonaba para las quinielas a la candidatura sanchista a la alcaldía de Madrid y pronto le ofrecieron ser ministro del Interior de primera hornada del pedrismo. ¿Quién podría desconfiar de un Gobierno con Grande-Marlaska?
Entonces, todo cambió. El pasado en la lucha contra ETA representaba un activo a su favor, pero cargaba con el lastre de la desconfianza por haber sido -¿ya no lo era?-, un conservador 'full equiped'. Como si se tratara del rito iniciático de una banda, Grande-Marlaska debía tomar decisiones que probaran su lealtad a su nuevo círculo. «Tuvo que demostrar que era uno de ellos», admite un compañero magistrado.
En agosto, llegó el primer golpe: destituyó al coronel Manuel Sánchez Corbí, su apoyo en la lucha contra ETA, su héroe, su amigo, el tipo que le había salvado la vida cuando desarticuló el comando Vizcaya que pretendía matar a Grande-Marlaska y a su marido en un atentado en su urbanización de Ezcaray. Su compañero en lo del Faisán y la reunión con Le Vert, el único guardia civil que no era general que estuvo presente en su toma de posesión.
Sánchez Corbí había enviado un correo en el que admitía que los fondos reservados estaban parados. Marlaska lo cesó y no lo volvió a llamar. También se cobró el cargo de Diego Pérez de los Cobos como máximo responsable de la Guardia Civil en una decisión ilegal según el Supremo. «No sé qué es más doloroso, si los mimos a los malos o los desprecios a los buenos», ha dicho esta semana Pérez de los Cobos en un desayuno informativo.
El coronel había trabajado como asesor para diferentes gobiernos desde que lo fichara Alfredo Pérez Rubalcaba, y, pese a estar a la cabeza en la evaluación de los ascensos, nunca llegó a general siendo Marlaska ministro. La titular de Defensa, Margarita Robles, mostraba en privado suextrañeza e incomprensión por el no ascenso del coronel, una medida que no consideraba justa teniendo en cuenta los servicios que había prestado a España.

«Nos ha abandonado. No cree en nada salvo en su supervivencia. Es un impostor»
Ana Velasco
Asociación Víctimas del Terrorismo
La escena pone de manifiesto la enemistad de los dos jueces del Gobierno de Sánchez: ella, de Defensa; él, de Interior. Una fuente de la Secretaría de Estado de Seguridad que prefiere no revelar su identidad admite que los roces provienen de muchos frentes, pero que uno de los más graves es la destitución del director general de la Guardia Civil, Félix Azón, vocal del CGPJ, al que había recomendado Robles cuando Grande-Marlaska llegó a la política.
«Marlaska anunció que una carroza del Orgullo desfilara con agentes uniformados, a lo que el director se negó, y en cuanto pudo, lo cesó. Robles no se lo perdonó nunca», recuerda un alto mando de la Benemérita.
Desde que era juez y saliera del armario, el ministro se ha convertido en un referente de la lucha por la libertad y los derechos del colectivo LGTBi, tanto que entre algunos altos mandos se desconfía de si lo ha utilizado políticamente contra sus enemigos y a favor de sus cercanos.
«No sé si tendrá una base, pero aquí si quieres promocionar a alguien, debes decir que es homosexual y, si quieres desacreditarlo, puedes acusarlo de homófobo», admite un alto cargo de la Guardia Civil. «De ese tema no se habla, como de muchos otros. El carácter del ministro se ha agriado. Está rodeado de un grupo de colaboradores que lo protegen y que temen sus reacciones».
«Es un impostor»
Los encuentros con la mayor parte de sus amistades conservadoras se han reducido a lo estrictamente necesario. «Cuando lo nombraron, dejó de llamar -explica uno de sus amigos-. Será porque piensa que ha actuado mal o que no le vamos a entender».
Su relación con las víctimas del terrorismo también ha cambiado. La presidenta de Covite, Consuelo Ordóñez, cree que «a mejor». «Me recibe en cuanto se lo pido y es muy cariñoso conmigo. No como Fernández Díaz, que nos trataba muy mal».

«Me preocupa que haya abandonado su condición de juez por ideología política»
Ignacio Gordillo
Fiscal en excedencia y abogado
Otros no tienen esa sensación. Ana Velasco, hija de Jesús Velasco, asesinado por ETA y perteneciente a la AVT, recuerda cuando, siendo juez, Grande-Marlaska consiguió «en un día» retirar el nombre del asesino de su padre con el que habían bautizado un parque en Hernani. «Sabíamos que podíamos contar con él».
Hoy, se muestra «dolida y decepcionada» por «la promesa rota» de no soltar a los terroristas, ni aplicar beneficios penitenciarios junto a otras líneas rojas que el Gobierno al que pertenece ha cruzado en los últimos tiempos. «Me cuesta verlo callado ante los homenajes que se hacen a los terroristas. Nos ha abandonado. No cree en nada salvo en su propia supervivencia. Es un impostor y para nosotros ha caído en un desprestigio absoluto».
Víctimas «desprotegidas»
«Ha dejado a las víctimas muy desprotegidas». Lo cree el fiscal, ahora abogado, Ignacio Gordillo -32 años en la Audiencia Nacional-, quien se siente «preocupado y decepcionado por el cambio que ha dado». Si para algunos hay dos 'Marlaskas', cabría preguntarse cuál de los dos era el verdadero. Ana Velasco cree que «más que traidor ahora, lo fue en su día. Nos engañó porque era lo que convenía y porque le venía bien a su carrera. Nadie con aquellos principios sería capaz de contradecirlos».
En el recuerdo de la cuadrilla del Riofrío, la carrera política de Grande-Marlaska ha hecho estragos. «La condición de juez, que tiene que ver con el discernimiento de lo que es justo, no puede abandonarse. Sigue siendo de por vida. Y a mí me preocupa que haya abandonado su condición de magistrado por una ideología política», explica Gordillo.
«El cambio de Marlaska es incomprensible en un hombre de principios. Resulta absolutamente repugnante», opina Márquez de Prado. Gómez de Liaño lo remata: «Ha colgado la toga emocionalmente y se dedica a hacer política. Se ha olvidado de la carrera y de todos nosotros. Ha perdido el alma de juez y no puedes ser sin alma. Ya no es uno de los nuestros».
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