Tres años del Pitanxo: «Trabajaban 30 horas y descansaban solo 4»
Veintiún marineros murieron en el naufragio del pesquero gallego, en 2022. A espera de juicio, y con el patrón investigado por homicidio, las familias revelan a ABC las últimas horas de las víctimas a través de sus conversaciones
La madrugada del 15 de febrero de 2022, hace justo tres años,el naufragio de un barco en el mar de Terranova sacudió la pequeña localidad gallega de Marín, a más de 4.000 kilómetros. Fue un tsunami emocional, capaz de anegar la villa ... marinera y arrasar con una veintena de familias. Era media mañana cuando, al sintonizar la radio, los padres de Ricardo Arias supieron de la mala suerte de su hijo. Veintiún hombres perdieron la vida a bordo del Villa de Pitanxo, un nombre ya maldito. En el tercer aniversario del naufragio más trágico de la historia reciente de España, madres, parejas e hijas de las víctimas toman la palabra para narrar su historia y pedir justicia. El siniestro del Pitanxo, denuncian, no fue un accidente.
La justicia apoya su tesis y, a punto de concluir la instrucción, el juez Ismael Moreno, de la Audiencia Nacional, mantiene investigado al patrón del pesquero, Juan Padín, por 21 presuntos homicidios por imprudencia y un delito contra los derechos de los trabajadores. A través de las conversaciones con las familias de los fallecidos –solo una decena de cuerpos pudieron ser rescatados– ABC recompone las últimas horas a bordo del pesquero, del que solo el patrón, su sobrino y un tercer tripulante llamado Samuel Kwesi salieron con vida.
Hasta la extenuación
El Día de San Valentín de 2022, la familia de Edmundo Okutu recibió una llamada del marinero. La primera en hablar con él fue su hija Janet, de 15 años, a la que la conversación se le quedó grabada. «Le dije que no me tenía que felicitar a mí, sino a mi madre, y él nos dijo que estaba muy cansado» explica la joven, que recuerda cómo durante algunas de estas comunicaciones «mi padre se quedaba dormido del agotamiento». Otras veces, revela, la llamada se cortaba de súbito porque sonaba el timbre para que volviesen al trabajo. Okutu, contramaestre en el pesquero, también contó a su familia que esta campaña que había arrancado el 25 de enero estaba siendo particularmente dura. «Nos decía quehabía problemas con el motor, que había muy mal tiempo y que estaba muy estresado» recuerda. Su esposa, con cuatro hijos a su cargo y asentada en Marín desde hace más de una década, se enteró de la noticia por la televisión. A muy pocos kilómetros de esta casa, unos padres revivían la pesadilla. «Mi hijo –introduce la madre de Ricardo Arias– había sido el único superviviente del naufragio de otro barco siendo muy joven. Sus trece compañeros murieron. «No era su hora, pero desde aquel día siempre dormía con la luz encendida» confiesa Eugenia, que calcula que esta era la tercera marea en la que el marinero se embarcaba con el Pitanxo. En su última conversación, Ricardo les había contado que ya estaban en Canadá y que había compañeros contagiados de Covid, pero que él había dado negativo en las pruebas. A los positivos los habían trasladado a una suerte de alpendre en cubierta en el que tenían que dormir sobre unos cartones, pero seguían trabajando juntos y compartiendo comedor. «Nos dijo que estaba muy cansado. Que Padín, el capitán, era un 'comehombres' que no los dejaba descansar, y que el aparejo se les había roto» rememora. La última vez que su hijo fue visto con vida estaba tratando de subir por una escalera, aunque su madre cree que finalmente se lanzó al agua. «Todavía tengo esperanzas puestas en que encuentren su cuerpo. Por ahora no me creo que haya muerto, pienso solo que se ha marchado...».
Al otro lado del teléfono, Carolina, pareja de Jonatan Calderón, revive la tragedia. «Ese día me iba de viaje y vinieron a buscarme al aeropuerto, a punto de subir al avión, para decirme que no podía embarcar porque había pasado algo malo» arranca. Se enteró de la dimensión de lo sucedido cuando se presentó en la sede de grupo Nores y se encontró con la prensa. «Porque la armadora solo nos mintió. Ya sabían que había muerto y no nos lo dijeron» reprocha. Hacía solo unas horas que Carolina, madre de dos niños, había hablado con su marido. Como en el resto de casos, el cansancio también era la tónica en todas sus conversaciones. «Lo noté animado porque quería acabar la marea y regresar a casa ya. Me dijo que la idea era volver antes de tiempo porque ya tenían el pescado», recuerda. También explica que Jonatan fue uno de los marineros que se contagiaron de Covid, y que pese a la enfermedad tuvieron que seguir faenando al mismo nivel. Algunos testimonios apuntan a que había tripulantes febriles, que incluso escupían sangre, pero la campaña no se detuvo. «Estaba enfermo y exhausto porque trabajan treinta horas y solo podían descansar cuatro» apuntala la pareja del fallecido, que llevaba doce años en la empresa.
La composición de las últimas horas a bordo del Pitanxo es posible gracias a las comunicaciones telefónicas que la tripulación mantenía con sus allegados. Pero la oscuridad sigue opacando los momentos previos al hundimiento, cruciales para conocer qué sucedió para que un buque preparado para navegar en esas latitudes se fuese a pique en menos de 15 minutos. En este margen horario ha volcado el instructor del caso todas sus energías, consciente de las dificultades para conciliar el relato de los tres supervivientes. El patrón y su sobrino, que sobrevivieron gracias a los trajes térmicos en los que se enfundaron, sostienen que el naufragio lo provocó una parada repentina del motor que se sumó a la mala mar e hizo que el barco escorase. Para Samuel Kwesi, que fue rescatado in extremis de la lancha en la que permaneció cinco horas en vaqueros a -17 grados, el relato es otro. Según el marinero ghanés,Padín se negó a soltar las capturas cuando el motor del aparejo de recogida falló al embarrar. Defiende que la tripulación, incluido su sobrino, le gritaron «¡asesino!» y le pidieron que soltase las redes, pero que el capitán hizo caso omiso. También niega, en contra de la versión del investigado, que diese la orden de abandonar el barco ni de ponerse los trajes. De los diez cuerpos que fueron rescatados del agua, –algunos atados a la balsa en la que encontraron a Samuel– solo uno llevaba puesto el mismo equipo que Padín y su sobrino.



La hipotermia a la que Samuel se expuso durante las horas que tardó en llegar al lugar del hundimiento el primer barco le ha pasado factura. Su salud física ya no es la misma y desde su entorno explican a este diario que «su carga» es muy pesada y se agrava en cada aniversario. Su idea es «guardar silencio» hasta que llegue el momento de declarar en el juicio, pero los marineros del Playa Menduíña que lo rescataron ya declararon ante el juez que fueron testigos de las presiones que el superviviente recibió por parte del patrón para que se plegase a su versión de los hechos y no lo culpase del siniestro. Samuel, concuerdan las familias, es un elemento nuclear de cara al juicio a la hora de evidenciar la supuesta responsabilidad del capitán en la mala gestión del hundimiento. Algunas víctimas, incluso, confían en que «la mala conciencia obligue al sobrino de Padín a decir la verdad» en la vista oral, aunque de momento el único dedo acusador sea el del ghanés.
Desde el silencio del lecho marino en que quedó varado, el Pitanxo también tiene mucho que revelar. Testigo mudo de cada una de las muertes, las familias consiguieron después de meses de reivindicaciones que un robot bajase al pecio para analizar los restos de la nave y extraer algún tipo de información objetiva sobre lo que allí pudo suceder. Las conclusiones llegaron a través de un informe de los técnicos enviados por la Audiencia Nacional en calidad de peritos judiciales que, sin género de dudas, determinaron que el naufragio no podía resumirse como un mero accidente. Este documento, entregado hace un año, apunta a un «error humano» por parte del capitán como «causa más probable» del naufragio. Sobre el comportamiento de Padín analizado el estado del barco y de su ma quinaria, los técnicos ponen el foco en «la falta de percepción cabal del riesgo de hundimiento» que implicaba la maniobra que realizó con la idea de librar el aparejo. «Puso en grave riesgo la seguridad del buque y de sus tripulantes» recalca el informe, que también censura que el patrón no diese la orden de abandono del barco en el momento en el que debía haberlo hecho. El entrenamiento de la tripulación de cara a una situación de emergencia es otro de los factores que contribuyeron a acrecentar la tragedia, en la que quedó patente la «falta de formación» con respecto a los equipos de supervivencia.
Mención especial –destaca el abogado de las familias, Manuel Lampón, a ABC– merecen los planos del buque, que no concuerdan con la realidad del pesquero en elementos clave. Se refiere a una de las escaleras que debía conectar la cubierta con el puente por el que se accedería a las lanchas salvavidas, que sí aparece en los dibujos del pesquero, pero que no existía. «No es un detalle menor –sostiene el letrado– porque obligó a que los tripulantes se metiesen, en pleno hundimiento, por debajo del puente, un pasillo estrecho y oscuro con objetos cayendo a su alrededor». Tampoco está claro a estas alturas del proceso si había trajes de supervivencia para todos y si se impidió que algunos de los hombres subiesen a las barcas.
Todas estas cuestiones están siendo analizadas por la Audiencia Nacional, que aguarda el informe de la Comisión de Investigación de Accidentes Marítimos (Ciaim) para finiquitar la instrucción. La espera, reconocen las partes, se está haciendo larga porque existen desacuerdos entre los componentes del pleno que debe dar el visto bueno al documento. En este punto, la acusación recuerda que este informe «no es el vinculante», porque ya existe uno más detallado y realizado desde el lugar de los hechos por investigadores veteranos, precisamente, de la Ciaim. Pese a todo, el instructor baraja la idea de dilatar la causa seis meses más, un escenario que no agrada a los afectados, deseosos de llegar a juicio para pasar página. Samuel también confía en que la prórroga no vaya adelante. Su ostracismo se romperá hoy un acto de recuerdo al que asistirán todas las familias. No se espera la presencia de Juan Padín ni de ningún representante del grupo Nores. «Ni siquiera estuvieron en los entierros de sus marineros», les recriminan las víctimas que quedaron.
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