Alberto Virella: «En Exteriores hay miedo a ser castigado, nunca hemos vivido algo así»
El presidente de la Asociación de Diplomáticos de España (ADE) denuncia la gestión «pésima» del ministerio y el «descontento profundo» de los diplomáticos
La Asociación de Diplomáticos Españoles explota contra Albares y reclama «criterios objetivos»

La carta enviada por la Asociación de Diplomáticos Españoles (ADE) al ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, y publicada por ABC el jueves ha generado un revuelo imparable entre los diplomáticos y los medios de comunicación, que ayer se hacían eco del descontento ... generalizado en el seno de la carrera diplomática por la gestión de Albares.
El hecho de que esta asociación, que representa a unos 1.000 diplomáticos, reforzara las denuncias que se han ido haciendo en este periódico desde que Albares llegó a Exteriores en 2021 supuso un revulsivo. Fue un alivio para aquellos que han sufrido con cada decisión que ha tomado -y sigue tomando- el ministro, que han visto que Albares ejecuta venganzas personales abusando de su cargo en detrimento de lo verdaderamente importante: que el ministerio cada vez está más debilitado en lugar de ser una institución fuerte. Desde que Albares está al frente, sin embargo, «la gestión del ministerio es pésima», afirma Alberto Virella, presidente de la ADE, quien reconoce que «los funcionarios tienen miedo a ser castigados» y que «nunca se ha vivido algo así en el ministerio». Comedido y prudente —muy diplomático, nobleza obliga—, de las respuestas de Virella se deduce la alarmante situación que se vive en la sede de la plaza del Marqués de Salamanca.
—Desde la ADE advierten que los nombramientos de Albares no responden a criterios de transparencia. ¿Hasta qué punto llega el descontento de los diplomáticos?
—El descontento es profundo. Hay personas que se benefician de la situación, como las que han sido nombradas, y es sorprendente porque sus destinos no tienen relación con su trayectoria ni conocimiento.
—¿Qué les llevó a enviar la carta?
—Porque el ministro está a punto de decidir, si no lo ha hecho ya, los destinos como embajadores de varios diplomáticos. El año pasado varios diplomáticos que eran idóneos, porque han ejercido como directores generales después de años haciendo un buen trabajo, no fueron designados embajadores.
—¿Cree que conseguirán algo?
—Teníamos que hacerlo por si todavía hay alguna posibilidad de que algunos de ellos vean atendidas este año sus aspiraciones. Haremos otras manifestaciones sobre otros problemas que son muy graves en el ministerio.
—¿Como cuáles?
—La gran cuestión es cómo prestar mejores servicios a la ciudadanía a través de sus instituciones y administraciones en el exterior. Estamos en una situación de creciente precariedad en cuanto a recursos humanos, inmuebles... Damos el máximo de nuestras capacidades con una organización y recursos que son cada vez peores. Por no hablar de conciliación y la situación en la que se encuentran los cónyuges y parejas de hecho de los funcionarios en general.
—Parece que el ministro está más centrado en asuntos personales que en solucionar estas necesidades.
—Lo que hay actualmente en el ministerio es una pérdida gravísima de institucionalidad. No hay cultura de organización y de trabajo en equipo. El fenómeno del miedo no es solo a que un funcionario se queje porque se ha visto relegado o tratado injustamente en sus aspiraciones, hay miedo en el ejercicio de su trabajo: temor a hacer una propuesta o a que su labor se haga demasiado visible, o a dar una opinión y ser castigado. El ministerio ahora mismo es tremendamente disfuncional. Yo no creo que una persona pueda tener tantos enemigos, es prácticamente imposible. Sin embargo, son muchas las víctimas y afectados directos de este mal funcionamiento.
—El último fue Juan González-Barba, cesado como embajador en Croacia por publicar un artículo a favor del Rey. Ante la falta de explicaciones, ¿pueden poner en marcha algún procedimiento para denunciarlo?
—La persona afectada tiene que plantearlo. La ADE es una asociación de carácter sindical y está para apoyar esas solicitudes individuales. No hay que descartar esa posibilidad porque, si bien los nombramientos y ceses de embajadores entran dentro de la discrecionalidad del Gobierno, nosotros tenemos muy claro que una discrecionalidad es distinto a la arbitrariedad. El ministro no solo tiene que decidir un nombramiento, también rendir cuentas ante los ceses y explicar si la persona que cesa ha hecho un mal trabajo.
—¿Cómo afectan estas cuestiones internas a la acción exterior?
—España se juega mucho defendiendo nuestros derechos e intereses fuera. Por eso tiene que haber en las embajadas funcionarios expertos en los asuntos de cada país. ¿Qué sentido tiene no aprovechar a los profesionales formados y experimentados?
—Muchos de ellos están en Madrid haciendo pasillos.
—Hay una cuestión importante: en el ministerio no nos sobran recursos humanos. Me parece una gestión pésima que haya buenos funcionarios, profesionales, que están de brazos cruzados, relegados, prácticamente ociosos contra su voluntad, a los que no se logra encontrar un lugar para ellos porque no se quiere encontrar un lugar para ellos.
—¿Se ha vivido antes una situación similar en el ministerio?
—No voy a decir que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero nunca hemos llegado a esta situación, sinceramente.
—¿Hay forma de ponerle remedio?
—Lo importante es el ministerio. Tenemos que velar para que la institución funcione mejor. Las personas, afortunadamente, somos prescindibles si hay una institución fuerte. Hay individuos que pueden realizar una gestión extraordinaria si la institución es fuerte, pero si es débil, si no tiene claros sus procedimientos, objetivos e instrucciones, los individuos deciden, según su manera personal, lo que hay que hacer. De ahí la importancia de que un Estado cuente con instituciones fuertes.
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