Al punto
Rita volvió a sonreír
La Intermunicipal del Partido Popular celebrada el pasado fin de semana en Valencia hizo el acto de contrición que le debía a la mejor alcaldesa

Notable incremento de autoestima; ingesta de complejo vitamínico de y para el centro derecha; chute en vena de euforia; canto a la unidad recobrada; presentación de candidatos; decidida apuesta por el triunfo el 28-M; convencimiento de que sí se puede; sonrisas dedicadas a los otros que se van; exaltación y reconciliación de amistades que en un dramático momento se truncaron, pero sobre todo, obligada expiación de torpezas y temblores para hacer posible y necesaria la unánime rehabilitación de un nombre y una biografía, la de una figura clave en la historia del PP en la Comunidad Valenciana y en la España del último cuarto de siglo: Rita Barberá Nolla.
Durante meses, Pedro Agramunt ha venido publicando a diario, unas muy completas efemérides, que envía por whatssap a amistades, conocidos y colegas, en las que ofrece detallada noticia de los sucesos y acontecimientos más descollantes que a nivel nacional y mundial se produjeron en tal día. Un cuidadoso glosario repleto de conocimientos. De modo invariable, a renglón seguido del santoral del día, añadía y añade cotidianamente cual martillo pilón esta lapidaria frase: «Y pasan los días y los años sin rehabilitar a Rita Barberá, Paco Camps y muchos más». La rehabilitación, Pedro, ya ha comenzado.
La Intermunicipal del Partido Popular celebrada el pasado fin de semana en Valencia hizo el acto de contrición que le debía a la mejor alcaldesa de Valencia, que también lo fue de España, y hasta del mundo, según puso en su boca Celia Villalobos. Afirmación ratificada con emocionados, cálidos y sonoros aplausos, como lo fueron cada una de las intervenciones de quienes no escatimaron elogios a quien durante seis legislaturas fue alcaldesa de Valencia.
Cuando la política ofrece su peor y más despreciable cara surgen los melifluos cobardones que con urgencia hacen suyo el ninguneo, el tancredismo, el de quién me habla usted que ahora no caigo, la amnesia e ignorancia, mientras que las buenas gentes, las que la votaron y lo volvieron a hacer, se hacían cruces ante algunos significados casos de veletismo, sobre todo protagonizados por aquellos que más babosearon a Rita y luego se pusieron mirando a la albufera. O lo que es peor, votaron su pública degradación.
De quienes en vida acosaron a Rita Barberá con munición de todos los calibres, con el empecinamiento del napalm de la infamia, con repetidos, vociferantes, e indecentes escraches, no cabía esperar otra cosa que su rencoroso resquemor por haber salido derrotados cuantas veces la lid se dilucidó en las urnas y no en las tramposas páginas de algunos medios de comunicación de lo más cerriles.
De no pocos de aquellos que fueron amigos, compañeros, adictos y colegas cupo esperar mayor consistencia en su fidelidad y afectos, porque cuando arreció la impúdica campaña en contra de Rita unos se pusieron de perfil y otros desertaron con flojera en sus piernas y con el dodotis apestando.
La reunión del Partido Popular los días 4 y 5 de febrero bajo la las cúpulas calatraveñas de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, también sirvió –y muy bien y en buena hora— para que el recuerdo de la obra y figura de Rita Barberá fuese rehabilitada por todos. Y para todos. Para todos aquellos candidatos que sin complejo de inferioridad, y sin dejarse achantar por los anatemas que lanzan los ayatolás defendiendo la superioridad moral de la izquierda, afrontan las elecciones locales y autonómicas del 28 de mayo con ímpetu, ganas y afanes suficientes para que sean garantía fiable en todos y cada uno de los municipios por los que se presentan y que, a la par, hagan posible, como es de desear, justo y necesario, el cambio de inquilinos en el Palau de la Generalitat y en la alcaldía de la capital valenciana, momento en el que Rita Barberá volverá a sonreír desde el balcón principal de la patria celestial.
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